Los árboles se mecen, mecen, mecen, sus voces te enloquecen, enloquecen, enloquecen, sus voces te enloquecen, sus ramas te conmueven, mueven, mueven, pero pronto te llevan, sus risas te enloquecen, mecen, mecen, la música te ofende, te grita, te grita, sus voces te enloquecen, bailando Grindelwald.
Esa era la canción que todas las noches cantábamos alrededor de la fogata antes de irnos a dormir, lo recuerdo bien: yo me sentaba al lado de Kumiko, con Alana del otro lado y Walter al final, yo me sentaba al lado de alguien, a quien no supe apreciar pero aprendí a olvidar, cada vez que escuchábamos esa canción, los árboles temblaban, no de forma normal o si quiera racional, era como si sus ramas cobrarán vida y empezarán a moverlas al ritmo de la música.
El campamento "Cabeza de Toro" o "Nuestra Señora del Socorro", dependiendo del lugar al que preguntarse, era una especie de escuela de verano para niños superdotados pero no lo suficientemente dotados, aparentemente con ser bueno en cierto ámbito no era suficiente, yo por ejemplo era superdotada en física y artística, pero no en biología o química, por eso mis padres me enviaron a aquel lugar, ya que querían que desarrollará todas las habilidades posibles.
El parque Grindelwald - no, no es por el personaje de Harry Potter - era una zona en medio del bosque, rodeado por árboles y troncos marchitos, más que un parque parecía una obra de terror: mesas maltrechas por todo el lugar, un carrusel que estaba hundido por la mitad en la tierra, con los caballos y carros rotos alrededor del carrusel, unos columpios oxidados y un tobogán roto por la mitad, con extraño hoyo justo debajo de la zona en la que se partía el puente.
Teníamos estrictamente prohibido ingresar al bosque, no sin algún monitor cuidando de nosotros, pero como era de esperarse, yo no hice caso.
Llegué al campamento el primer día de vacaciones, estaba enojada, no entendía el porqué mis padres iban a sacrificar mis vacaciones por hacerme "superdotada en todo", ya que aparentemente si no eres superdotado en cada aspecto de la vida, no eres nada. Recuerdo que estaba en mí habitación, leyendo un libro, cuando sonó el timbre por primera vez, fue mamá quien contesto, dos mujeres vestidas de negro le entregaron un folleto del campamento, aparentemente era un campamento exclusivo, solo los mejores de los mejores podían ir, ellos exclusivamente iban a las casas y les entregaban a los padres las instrucciones para ir, de paso entregaban un acertijo para poder resolverlo.
El acertijo era un cubo infinito que al completarlo daba como resultado unas coordenadas, yo lo resolví en menos de una hora, pero al saber que iba a perder mis vacaciones lo tiré por la ventana, pero por alguna razón que no recuerdo, había otro cubo resuelto en la casa y así mis padres se enteraron de las coordenadas.
Más que un campamento, parecía un internado, había unas grandes instalaciones mal cuidadas con la pintura cayéndose por los bordes, el papel tapiz blanco parecía gris de la suciedad, en general era algo horroroso, parecía una escuela de un país tercermundista cualquiera. Las cabañas por otra parte eran completamente modernas, con vitrinas enormes de cristal y unas suaves camas de algodón egipcio. El campamento Grindelwald había sido fundado en una isla extremadamente pequeña, era tan pequeña que solo la escuela ocupaba un 80% de la isla, un 10% lo ocupaban las cabañas y el resto era ocupado por las montañas que rodeaban el lugar. Mis padres parecían estar muy emocionados por dejarme allí, pero yo sólo quería largarme de ese lugar.
La primera noche nos reunimos junto a una fogata, los monitores nos contaron la historia de su fundador, Arthur Grindelwald, un inglés que había comprado la isla a finales del siglo diecinueve, al haberla comprado había eliminado el hogar de una pequeña tribu, conocidos como la tribu de los árboles, quienes antes de ser brutalmente asesinados, Grindelwald, se quedó con un joven de la tribu, al cual trataría como su mejor amigo. Grindelwald jamás se casó o tuvo hijos y vivió con el chico por el resto de su vida en una mansión en la isla. Para mí eso no sonaba tan bonito como parecía, al contrario, algo me decía que el tal Grindelwald habría "salvado" a él chico únicamente para tenerlo como una especie de esclavo.
- Pero no crean mal, mis pequeños genios - dijo uno de los monitores tocando la guitarra -. Otra versión de la historia dice que Grindelwald se enamoró del joven, lo cortejo y cuido, pero él no acepto su amor y lo maldijo, haciendo que los árboles de la isla acabarán con él, pero Grindelwald jamás lo dejo de amar.
Los monitores sonrieron, como si nos contarán una historia de amor bellísima.
- Yo también le lanzaría una maldición si hubiera masacrado a toda mí tribu simplemente por una estúpida isla - esa fue la primera vez que hablo Alana.
Se veía tan desafiante y feroz, tan salvaje, los monitores la miraron enojados antes de caminar hacia ella.
- ¿Qué dijiste?
Alana se levantó del suelo y desafiante le respondió:
- Dije: yo también le lanzaría una maldición si hubiera masacrado a toda mí tribu simplemente por una estúpida isla.
Los monitores quedaron horrorizados, parecía que Grindelwald era como un dios para ellos y Alana acababa de cometer sacrilegio.
- ¿No te parece que Grindelwald fue muy gentil en darle una mejor opción de vida?
- ¿"Mejor opción de vida"? ¡Le quitó su hogar, a su familia y amigos! ¡Le quitó sus raíces y la opción de elegir! Grindelwald le arruinó la vida.
- ¡YA BASTA! - grito uno de los monitores tomando de las mejillas a Alana - ¡No permitiré que hables así de nuestro respetado señor!
Todos nos quedamos callados, estupefactos por la rudeza de la situación, prácticamente estaba por abofetearla. Al ver la mirada de todos, el monitor le acarició la cabeza a Alana y la dejó sentarse, sonriendo como si nada malo hubiera pasado.