Sí estás escuchando esto, solo corre, es todo lo que tienes que saber, ruega para que no sea demasiado tarde, no pienses mucho en el equipaje, solo toma lo esencial y vete lo más lejos de la ciudad, si ya es tarde enciérrate, hazlo en una zona oscura y lo más lejana a las ventanas, ellos pueden entrar donde sea, trata de que no haya ningún agujero de ventilación o cosa similar, preferiblemente un sótano, si no puedes conseguir un lugar así cella todas las ventanas y no dejes de vista la salida más cercana, ellos pueden ser muy rápidos. Apaga todas las luces, elimina cualquier cosa que pueda provocar el más mínimo ruido, cualquier sonido y ellos irán tras de ti.
No sé con exactitud que son estás cosas, tampoco qué quieren, cuántos de ellos existen o cómo deshacerme de ellos, lo único que sé es que una vez te muerden o te salpica su sangre...no hay marcha atrás.
Oh...bueno, quizás sí sé de dónde vienen...
Fue un día bastante común.
Mis padres fueron al trabajo, yo a la escuela y en sí solo era un día más del montón. El sol se ocultaba detrás de la torre B, en el conjunto de departamentos en los que vivía, no eran precisamente bonitos, al contrario, eran solo un conjunto de torres de concreto sucias y algunas corrompidas por la humedad y el moho, no era un buen lugar para vivir, pero era mejor que nada. En nuestro conjunto de apartamentos había una zona subterránea, era un refugio antibombas de la segunda guerra mundial, pero que actualmente se usaba como una bodega. Aquél día me desperté realmente tarde, estaba de vacaciones en la universidad y lo único que quería hacer era descansar, mis padres, siendo las personas tan comprensivas que son solo me dejaron una nota diciendo que irían a comprar algunas cosas para el almuerzo del día siguiente y que regresarían en la tarde, ya que pasarían un rato con mi abuela, quien vive al otro lado de la ciudad, me bañe, me arregle el cabello, mire televisión y después de un par de horas y decidí salir un rato a mirar el atardecer, puede que nuestros departamentos sean terribles pero la vista es preciosa, estaba concentrada mirando el cielo naranja cuando noté como otros inquilinos de pisos más abajo salían hacía el balcón, sabía con certeza que no lo hacían para ver el hermoso atardecer, a la mayoría no le interesan esas cosas mucho menos admirar la hermosa creación de Dios, además de que solo los tres últimos niveles del edificio eran lo suficientemente altos y con balcones en los costados como para poder ver el atardecer sin tener a una pared de concreto, y la vista hacía el sucio departamento frente a ti. Fue entonces cuando lo ví: un montón de autos militares rodeando la zona.
Al principio pensé que quizás un ladrón se ocultó en los pisos subterráneos, siete pisos debajo de la tierra, pero encima del bunker, esos pisos debajo de la tierra que son prácticamente sótanos con nombres elegantes, si bien la mayoría estaban deshabitados habían familias y personas solteras viviendo allí, incluso jóvenes de mi edad cuya renta era capaz solo de pagar una de esas malolientes habitaciones, había escuchado los rumores de que vagabundos y adictos se colaban en aquellos pisos, entrando en los sótanos vacíos, Esperaba ver la redada de oficiales yendo hacia los pisos subterráneos, pero no lo que ví: eran... retroexcavadoras, que con sus garras metálicas colocaban laminas de acero y otros materiales, haciendo una especie de muro. En el último piso me sentía segura y cómoda viendo todo desde arriba, pero sentí un vacío aterrador cuando vi como nos estaban encerrando. Lentamente dejé de observar y fui en busca de mí teléfono dentro del departamento, tomé un corto vídeo enfocando lo que estaba pasando y luego le mandé un mensaje a mi madre, preguntándole si sabía qué estaba pasando, también prendí el televisor en busca de alguna noticia al respecto: nada, no encontré nada.
Poco después recibí un mensaje de papá, él me decía que iban en camino, que no sabían lo que estaba pasando, pero que se iban a asegurar de que yo estuviera a salvo. Más tranquila por saber que mis padres venían en mi auxilio me dediqué a alimentar a mí gata, Friga, y a mirar como seguían colocando el muro, algunos vecinos hablaban entre pisos o a su lado en el balcón, pero como yo vivía en el último piso y vivir allí se consideraba como un lujo (incluso si el departamento era asqueroso) no tenía ningún vecino con quién hablar.
La pesadilla no comenzó hasta que aquél hombre salió de su departamento, era un hombre de entre cuarenta años y se veía algo confundido, ¡Demonios! ¡Ni siquiera estaba enojado! Sólo se acercó hasta la salida del conjunto y tranquilamente tocó el hombro de una persona con un traje de protección, esa persona...esa persona solo se dió la vuelta y sin piedad le disparó.
Los gritos se oyeron en eco por los cuatro edificios de más de 20 pisos y uno a uno todos entraron en sus departamentos, yo me quedé allí, en el balcón, viendo cómo hombres armados descendían de autos militares. Entraron primero en el edificio A y pude ver, desde lo alto de mi balcón, como irrumpían en cada departamento y simplemente disparaban a cada una de las personas en su interior, hileras e hileras de militares corrían por cada piso de los edificios, matando sin piedad. Cuando iban en el tercer piso decidí retroceder, lentamente me dí la vuelta y entre en mi departamento, cerrando con llave la puerta, apagando cada aparato electrónico que tenía y sentándome en un rincón de la cocina debajo del lavabo, con mi pequeña gata Friga en brazos y esperando ansiosa la llegada de mis padres, ¿Quién diría que jamás los volvería a ver?