Sueños y Sombras

Prólogo

》Cuenta la leyenda que los Grapples fueron los primeros hijos de la Madre Yddril. Eran hombres feroces, de tres metros de altura, conectados de una manera inexplicable a las criaturas más letales que existían sobre la tierra: los lobos.

Con el tiempo, grapples y lobos se volvieron uno. Vivían juntos, cazaban juntos, comían juntos, y hay quien dice que hasta dormían juntos.

Sin embargo, los efectos negativos de la unión de dos especies tan poderosas pronto comenzaron a manifestarse. Los grapples empezaron a abusar de su poder, y utilizaron a los lobos para cazar y masacrar a las criaturas más débiles de los bosques.

Se dice que les arrancaban la piel y las colgaban en árboles a los pies de Yddril, como sacrificio a la madre que los había creado; y que les desgarraban la carne por el solo placer de matar.

Tanto grapples como lobos se convirtieron en seres despreciables y despiadados, así que Yddril no tuvo otra alternativa que interferir. La Madre Montaña, dolida por el fracaso de sus primeros hijos, los recluyó a una tierra lejana y deshabitada, con la esperanza de hacerlos recapacitar...

—Y de las lágrimas de dolor de la Madre Montaña nacimos nosotros —interrumpió una niña. Sin necesidad de mirar, la maestra supo que se trataba de Trisha. Aquella elfa traviesa le estaba dando más problemas de los que se había imaginado—. Tonterías. Yo no veo a esa Madre Montaña por ningún lado, a decir verdad, nadie la ha visto jamás. Son solo los cuentos estúpidos de una maestra estúpida para niños estúpidos.

—No lo son —replicó Sedda, maldiciendo internamente por haber aceptado aquel trabajo. Ya le habían advertido que los habitantes de Barkville estaban comenzando a abandonar las antiguas creencias, pero aquello era demasiado—. Estas leyendas son tu historia, la de todos ustedes, la mía también. ¿Cómo vamos a creer en nosotros mismos si ni siquiera creemos en la Madre que nos dio origen? Los elfos, al igual que los humanos, hadas y hechiceros, también nacisteis de las lágrimas de la Madre. Os guste o no, esa es la verdad.

—La verdad, dice. Ridícula.

Trisha se puso de pie con una sonrisa burlona en la cara, como si lo que acabara de decir Sedda fuera la cosa más graciosa que había escuchado en su vida.

—¿A qué esperáis? —la pequeña elfa de nueve años se dirigió a sus compañeros de clase—. ¡Vamos! ¿Acaso pensáis tolerar que esta humana os dé sermones sobre una montaña que llora?

Muchos de los compañeros de Trisha se pusieron de pie y la siguieron hasta la puerta, solo tres permanecieron en sus asientos. La elfa se detuvo en el umbral, y antes de salir del salón de clases, se dirigió a la maestra por última vez.

—Dígale al Consejo Real que Barkville se cansó de tantas mentiras, y que la próxima vez que envíen a una maestra para intentar convencernos, que sea una de nosotros. Ya sabe, tenemos mejor poder de persuasión que ustedes los humanos.

Sedda no podía ver sus propias orejas, pero estaba segura de que se le habían vuelto rojas de ira. ¿Cómo se atrevía aquella elfina a cuestionarla y desacreditarla delante de los demás estudiantes? Y los otros la habían seguido sin más. ¿Cómo podían no mostrar ningún respeto hacia la Madre Yddril? ¿Quién se creían que los había creado? Criaturas desagradecidas, alguien tenía que enseñarle una lección a aquella gente.

Desde luego no sería ella. Su vida profesional no había ido muy bien durante los últimos años. El Consejo la había despedido tres veces en seis meses, y antes de eso había sufrido una suspensión parcial de su credencial de educadora por dos años, debido a problemas con un grupo de hadas que no estaban conformes con el tratamiento que sus hijos recibían en clase. Lo último que Sedda necesitaba era verse involucrada en un asunto de fe con un grupo de elfos rebeldes en el extremo más lejano del Reino.

Sedda fue consciente de que los tres elfos que aún permanecían en el salón la estaban mirando fijamente.

—Bien, niños —la maestra inhaló y exhaló para recuperar la compostura—. Ya sé que estas leyendas pueden sonar un poco... difíciles de creer, pero no hagáis caso de las palabras de Trisha. No son cuentos estúpidos, y vosotros no sois niños estúpidos. Si ellos no se dan cuenta de lo equivocados que están...

—¡Aaaaa!

El grito hizo que a Sedda se le erizaran los pelos de la nuca; algo malo estaba ocurriendo.

《Como si el hecho de que mis estudiantes me llamen estúpida y se marchen de mi clase no fuera ya lo bastante humillante 》, pensó. 《Un accidente durante mi hora de clases es la escusa perfecta para que el Consejo invalide mi credencial de una vez por todas》

La maestra corrió en busca de sus estudiantes tan pronto como el miedo se lo permitió. El corazón le latía más rápido de lo normal, y mientras corría podía escuchar perfectamente el sonido de sus pulsaciones.

Barkville era un pequeño pueblo de elfos en el estremo más suroccidental del Reino. Sus habitantes, como la mayoría de los de su especie, se dedicaban principalmente a la agricultura, por lo que predominaban las pequeñas granjas y chozas, además de algunas tabernas y un pub nocturno que ofrecía la mejor cerveza de zanahoria de todo Greenden.

Sedda atravesó un lodazal que llevaba a un pequeño parque natural al norte de allí. Sin embargo, volvió a escuchar el grito de desesperación de uno de sus estudiantes, esta vez en dirección contraria a donde se dirigía.

—¡Maldición! —exclamó mientras regresaba sobre sus pasos.

Un harapiento elfo apareció en su camino tan inesperadamente que la hizo caer.

—¡Fíjese por donde camina! —le gritó mientras se sacudía el barro de su corpiño de cuero.

Sedda extendió el brazo para ayudarlo a levantarse, y descubrió que el elfo estaba temblando.

—Oiga, ¿qué le ocurre?

—S... ssss...sombras —respondió antes de desplomarse en el piso inconsciente.

O al menos eso creía Sedda, hasta que vio cómo el cuerpo del elfo comenzaba a tornarse negro. La oscuridad brotó de sus ojos como un retorcido gusano y se fue extendiendo por todo el rostro hasta dejarlo irreconocible. Entonces, como un virus maligno, continuó expandiéndose por el resto del cuerpo. Poco a poco el cadáver fue consumido por aquella fuerza oscura hasta convertirse en polvo y huesos; entonces fue Sedda quien gritó.



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En el texto hay: fantasia medieval, fantasia épica, fantasia distopica

Editado: 03.03.2022

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