Sebastián contemplaba el oleaje. Era el noveno día de viaje y las cosas iban bien. Given se comportaba como un caballero, conversaban bastante, sobre el mar, sobre el viaje, sobre animales… el capitán no había vuelto a decirle tonterías aunque a veces se quedaba mirándolo de una manera… Sebastián fingía no notarlo.
La tripulación, esto le llamó la atención, estaba compuesta por hombres de diferentes nacionalidades que hablaban sus propios idiomas, aunque se arreglaban para entenderse. Observarlos y pasar tiempo con ellos le resultaba interesante y grato.
Inexorablemente hacia el oeste, el viaje era como lo había soñado. Aunque había un detalle que le resultaba incómodo: desde que abordó, había notado que uno de los marinos rondaba siempre cerca de él y lo ponía nervioso…era un hombre enorme, rapado y lleno de tatuajes… silencioso como un fantasma. Tenía los ojos oblicuos y pequeños. Jamás lo miraba de frente.
Una cálida noche de luna llena, Sebastián se encontraba en cubierta, observando el mar negro. A su lado estaba el capitán, quería mostrarle unos animales fosforescentes que flotaban en estas aguas en esta época, había dicho.
Permanecían a la expectativa. Habían estado conversando animadamente pero se había hecho un repentino silencio. Cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos.
Given se inclinó sobre la barandilla, como para mirar el mar debajo de ellos, y dio un paso al costado, hacia Sebastián. Sus hombros quedaron muy cerca, seguía mirando al agua, distraídamente o eso aparentaba. Sonreía para sus adentros porque había notado como se tensaba el cuerpo del chico cuando él se acercó. No se había movido, sin embargo. Disfrutó sintiendo el calorcito del cuerpo a su lado y se preguntó si era el momento de hacer un nuevo intento…
Sebastián se esforzaba por enfocar su mente en las criaturas fosforescentes en el fondo del mar, se había puesto muy nervioso cuando Given se movió y se ubicó tan cerca…y no había razón para eso, se dijo, eran dos hombres y podían perfectamente estar cerca y rozarse sin que hubiera motivo para sentir nada extraño… los hombres acostumbran estar en grupos, tocarse, empujarse, es lo normal, ¿no?
Los dos levantaron la vista al mismo tiempo y quisieron decir algo. Given rió. En ese momento Sebastián miró un punto más allá de él y abrió mucho los ojos. El capitán giró inmediatamente y logró ver una sombra grande que pasaba por la cubierta hacia adentro del barco.
- Es ese hombre… - dijo Sebastián con voz bajita.
Given chasqueó la lengua.
- No me digas que te ha estado molestando - dijo, con aire preocupado.
Sebastián lo miró asustado.
El capitán volvió a apoyarse en la barandilla, mirando a la oscuridad del mar.
- Ten cuidado con él. Ese hombre viene de una ciudad donde la sodomía es una práctica frecuente…nunca ha dado problemas, pero sé que tiene un pasado oscuro y nunca se sabe que puede hacer.
- A… - un escalofría recorrió la columna de Sebastián. Deseó acurrucarse contra Given otra vez, no sabía si por el susto, o porque la noche se estaba poniendo fresca… pero no se atrevió y se quedó en donde estaba. Petrificado, silencioso.
Given lo miró de reojo y casi tuvo pena de él. Sonrió, pero Sebastián no lo vio.
¡Ah! ¡Mira, ahí están! - exclamó de pronto señalando el agua.
Cientos de lucecitas subían desde el fondo como si la luz que había derramado la luna sobre las olas regresara a ella en gotas.
Sebastián, colgado en la barandilla, era inmensamente feliz de nuevo. Navegaban en un mar de estrellas. Se olvidó del hombre que lo asustaba, de Given que estaba detrás de él, con un brazo a cada lado de su cuerpo y mirando sobre su hombro… que ahora colocaba las manos en su cintura para girarlo y que lo estrechaba contra sí y lo besaba antes de que pudiera reaccionar.
- ¡Given! ¿Qué estás haciendo? - protestó Sebastián. Se separó como pudo y se limpió la boca con la mano.
- ¡Perdón!, ¡Perdón! Me dejé llevar por el momento, es que estos animalitos, con la primera luna llena de este mes salen para hacer el amor, ¿sabías eso?
- ¡sí! ¡Y después de hacer eso mueren! ¿Lo sabías tú?
- Eso no debe ser cierto… - respondió Given, con voz suave, acto seguido levantó lentamente una mano y la acercó al cabello de Sebastián, como este no reaccionó de ninguna manera, sino que siguió mirándolo callado, tomó un mechón dorado y lo acarició, ninguna reacción. Volvió a atraparlo y a besarlo. Seguía esperando cierta resistencia que no llegó. El muchachito se estaba derritiendo en sus brazos.
Given pensaba a toda velocidad .Las cosas se estaban dando bien por fin, había valido la espera. Pero no quería que “lo hicieran” ahí, seguramente iba a ser la primera vez de Sebastián, y no era ese un lugar cómodo, aunque la noche era hermosa… pero alguien podía verlos…y… no. El chico merecía algo mejor…Ba! En qué momentos le surgía la buena educación. Se separó un poco de Sebastián, decidió que lo mejor era llevarlo a su camarote. ¡Para qué lo hizo!
- ¡Idiota! - exclamó el chico, empujándolo un poco. Furioso, pasó por debajo del brazo izquierdo de Given, que continuaba acorralándolo y corrió hasta el camarote que ocupaba.