Volvieron a verse temprano a la mañana siguiente. Given estaba de un humor excelente. Preguntó a Sebastián si había dormido bien. Él había extrañado un poco su cama, dijo y le guiñó un ojo.
Sebastián sonrió. No había extrañado nada su pequeña y dura cama, pero por alguna razón le había costado un poco conciliar el sueño cuando estuvo solo.
- Esta noche vamos a hacer un alto en una isla - comentó Given - así que ya no habrá motivos para que te preocupes porque los hombres podrán bajar y… descargar sus tensiones por ahí…
- A… ¿Y usted capitán?
- Yo también, por supuesto. - respondió mirándolo fijamente. ¿Qué clase de pregunta era esa?
Sebastián miraba el mar, impasible. Given lo abrazó y se puso muy cerca.
-¿Y usted, Sebastián? - interrogó imitando su tono de voz.
- yo no tengo necesidades de ese tipo - respondió Sebastián mirándolo muy serio.
Given soltó una carcajada. Luego le devolvió la mirada seria y se quedó pensativo…
Imprevistamente y veloz como un relámpago, atrajo al chico hacia sí, le dio un beso rápido y lo apartó de nuevo.
- Eso es porque no conoces nada - dijo sin darle tiempo a protestar- te voy a dar una sorpresa hoy, aunque no quería decírtelo…
Contra todo lo que esperaba, Sebastián se rió.
Given se alejó bailando con una pareja imaginaria. No volvieron a verse hasta el medio día.
La comida se servía en un largo mesón, para todos los hombres de la tripulación. La lengua de Babel en la que se comunicaban resonaba alegre. También estaba ahí el sodomita tatuado y rapado comiendo en silencio.
- ¿así que te gustó mi cuarto? - dijo en medio de la conversación Given a Sebastián que se sentaba a su lado.
- …Si - respondió él sin saber bien a qué venía la pregunta.
- Bueno, es que voy a proponerte algo…
- ¿Otro juego de dados? - preguntó divertido Sebastián.
- Algo así.
Sebastián se sonrojó un poco y finalmente rió.
- Te reto - dijo Given bajando bastante la voz - a que pases esta noche a mi lado sin que hagamos el amor…
- Given, que cosas dices. - se sonrojó más.
- Si lo logras, te quedas con mi camarote durante todo el viaje.
- ¿Pero te has vuelto loco?, yo no tengo ningún interés en hacer “eso” contigo… no veo cómo podrías ganar…
-¡AH!, ese es mi problema. ¿Qué dices?
Sebastián se rió con muchas ganas - Acepto - miró al capitán con un poco de pena…¿por qué insistiría tanto con eso? Él no podía entenderlo.
Given sonrió de aquella manera encantadora y tuvo que dejar de verlo.
Al anochecer tocaron tierra.
A juzgar por el puerto, la isla contaba con una pequeña población dedicada al comercio.
Todos los hombres desembarcaron.
Sebastián pasó las últimas horas de luz caminando por la playa, tratando de observar pájaros locales.
Cuando se hizo de noche volvió al puerto, al mercado del puerto y se dedicó a curiosear entre los puestos de comida y chucherías hechas con caracoles. Al igual que la gente de su barco, allí los habitantes se comunicaban con los viajeros mediante una mezcla de dialectos y señas, lo mejor que podían.
Se encontró con un grupo de los hombres de su tripulación que estaba en un puesto de comidas hechas con algas y se quedó con ellos.
Momentos más tarde se les unió Given, que venía con un par de marineros desde el centro del poblado.
Se sentó al lado de Sebastián, muy junto a él.
- ¿Y? ¿Qué tal?- dijo.
-Bien.
-¿Problemas con el idioma?
-No.
-¿Estás listo para esta noche?
Sebastián soltó una carcajada.
-¿Estás listo? - repitió Given acercándose mucho, demasiado, a su rostro. Debió haber estado bebiendo, supuso Sebastián. Se ponía más descarado que de costumbre. También él había tomado un poco, y todo le producía ganas de reírse.
Se había apartado de Given sacudiendo con gracia su melena rubia.
Given pasó un brazo por detrás de él y lo tomó por la cintura tratando de retenerlo cerca. Esto también le dio ganas de reír.
- ¿Volvemos al barco? Ya es hora. - dijo Given repentinamente serio.
Sebastián siguió riendo.
- ¿Hora? ¿De qué?
- Ya vas a ver.
Ahora el capitán parecía totalmente sobrio.
Se encaminaron hacia el barco. Given sostenía a Sebastián como si éste estuviera ebrio y no pudiera caminar solo. Esto no era así, pero el chico no dijo nada y se dejó abrazar. Se acordó de lo que iban a hacer esa noche y comenzó a reírse contra el pecho de Given.
- ¿Pero qué te pasa?- dijo él
- Nada…es que me acordé de algo gracioso que me estaban contando los hombres….- siguió riendo.
- ¡Bah! La primera parte de mi plan era emborracharte, pero me ahorraste ese trabajo.
- ¿qué?¿emborracharme? Eso no es nada honorable, capitán Given…
- No, la verdad que no - se rió también.
Ya en el barco, Given se ubicó en la borda, escrutando la oscuridad. Sebastián se colocó a su lado, curioso.
- ¿Cuál sería la segunda parte del plan? - Se preguntó. Le volvieron las ganas de reírse pero se contuvo. Vio como un botecito pequeño, con dos bultos oscuros sobre él, se aproximaba sin ruido.
Eran dos mujeres encapuchadas. Given estaba ayudándolas a subir. Conversaban en el dialecto rápido de la isla.
Mujeres…¿qué se proponía Given? Sebastián se dobló de la risa.
Given le presentó a las chicas. Al parecer eran gemelas, aunque los habitantes de aquellas islas eran todos parecidos y no hubiera podido asegurarlo.
Se llamaban Namara y Manara.
Eran hermosas. Simpáticas y llenitas. La clase de bocado que hubiera elegido para comer de haber sido él un tiburón. Y era muy gracioso verlas igualitas.
Ahora: