Olivia
Se suponía que en estos momentos estaría haciendo lo que cualquier otro hincha de River haría: festejar el triunfo de River ante Boca. Se suponía que estaría conduciendo a casa cantando canciones de la hinchada, tocando bocina a cualquier hincha de Boca que me cruzara en el camino, riendo como tonta por la felicidad que me generaba mi equipo. Se suponía que debería ser feliz, pero aquello era solo una suposición, no era la realidad... o al menos no era la mía.
Tomás estaba a tan solo un par de centímetros de mí, tenía la mirada en el suelo y limpiaba sus manos en su pantalón cada cinco segundos. Estaba nervioso y eso me ponía nerviosa a mí.
En un principio, al verlo salir, tuve esas inmensas ganas de correr hacia él y de abrazarlo con todas mis fuerzas, quería hacerle saber, hacerle sentir cuan feliz estaba por él y por su debut con el primer equipo de Boca, repetirle una y mil veces que estaba muy orgullosa de él y que sabía que llegaría este día tan ansiado y esperado.
—Lo siento.
No podía creerlo.
Ni en un millón de años.
No, no podía creerlo.
Resultaba ilógico. Parecía que era ayer cuando estábamos tirados en el césped de su casa hablando de nuestro futuro, riéndonos porque él decía que quería un perro chihuahua y yo un golden retriever.
Parecía que era ayer cuando él me decía lo mucho que me amaba mientras me abrazaba. Parecía que era ayer cuando me decía que yo era la mujer de su vida, que era el amor de su vida, el primero, el último y el único.
Parecía que era ayer... y de hecho fue ayer.
—¿Me estás dejando? —cuestioné y el solo miró hacia otro lado, como si quisiera evitar aquella pregunta a toda costa.
—Oli, por favor, no armemos un escándalo ahora, la gente puede escucharnos. —inspiré hondo y relajé mis manos que hasta ese momento estaban hechas puños.
—¿Me estás dejando? —volví a cuestionar, pero esta vez con un tono de voz notablemente más calmado.
—Se que darte esta noticia en este momento es lo más cruel del universo, y entiendo que ahora mismo estés pensando en mi como el ser humano más idiota y nefasto del universo, pero...
—De hecho, estoy pensando exactamente en eso. Eres el ser humano más idiota y nefasto del universo. —el dejó escapar un suspiro luego de oírme y volvió a clavar su mirada en el suelo— ¿Por qué? —les pregunté y el me observó por un breve instante antes de volver a suspirar— Llevamos años juntos, nunca tuvimos ningún problema... Tomás, nuestra relación es prácticamente perfecta ¿por qué quieres terminar?, ¿por qué ahora, con qué razón?
—Olivia, por favor, tienes que entenderme. —su voz se oía suplicante y su mirada seguía clavada en el suelo.
—No, Tomás, no lo entiendo. No entiendo por qué hoy, justamente hoy y sin un motivo válido, decidiste ponerle fin a lo nuestro. No lo entiendo y no lo voy a entender hasta que me lo expliques.
No me di cuenta de lo mal que me hacía el estar en esa situación, no me di cuenta de lo mucho que me estaba doliendo hasta que mis ojos comenzaron a picar y a nublarse por las lágrimas que amenazaban con hacer de las suyas.
—Acabo de debutar en primera, Ol. Tú sabes, ambos sabemos cuánto me costó llegar hasta aquí. Es la oportunidad de mi vida, de aquí depende si mi carrera despega o si se queda estancada, y siendo honesto, no pienso parar hasta llegar a Europa. —alzó su cabeza y por fin se dignó a mirarme a la cara— Lo que voy a decirte es algo muy cruel, algo que jamás en mi vida me habría imaginado decirte, pero... ahora soy un futbolista profesional y.... necesito una pareja que esté a mi nivel.
—Una pareja que esté a tu nivel. —reí y me obligué a secarme con las manos las lágrimas que caían por mis mejillas— Cuando te conocí no eras nadie, cuando comencé a salir con vos no eras nadie, cuando me convertí en tu novia no eras nadie. Te quise a pesar de que a mi lado no eras nadie, y te seguí queriendo a pesar de que todo el mundo me decía que no eras nadie, que no tenías futuro... y ahora, solo porque entraste a los ochenta y cuatro minutos del partido dices que ya no quieres nada conmigo porque no estoy a tu nivel ¿estás escuchando lo que dices?
—Es que debes ponerte en mi lugar, ¿qué crees que van a decir mis compañeros de equipo si se enteran de que tengo una novia como vos?
—Una novia como yo, una novia que nació en cuna de oro, una mina que tiene la vida resuelta, una mina que desde que nació sabía a lo que se iba a dedicar toda su vida, una mina que sustentó todo lo que necesitabas para entrenar, una mina que jamás se interesó por cuanto dinero traías o no en tu billetera... ¿esa clase de novia es la que no quieres?
—Siempre me has echado en cara todo lo que tienes.
—¡Nunca en la vida te eché en cara lo que tengo!, esta es la primera vez que lo hago, y lo hago porque tu tuviste el descaro de llamarme una don nadie cuando yo lo di todo por ti.
No dijo nada más, solo me echó un último vistazo, uno que denotaba desprecio, uno que terminó por partirme el corazón en mil pedazos y luego partió esos mil pedazos en otros miles de micro pedacitos más.
—Tomás. —lo llamé cuando comenzó a caminar en dirección contraria a mí. Se volteó y alzó levemente su mentón como preguntándome que quería— Que sepas que haber jugado seis minutos no te asegura la titularidad, tampoco tu permanencia en el primer equipo. Aún puedes descender a la reserva nuevamente. —noté como su mirada se endurecía con cada palabra que salía de mi boca— La gente tenía razón... eres pésimo jugando al futbol.
—Puedes irte muy a la mierda, Olivia.
Siguió con su camino hacia cualquier otra parte del estadio y yo me quedé allí, viendo cómo se habían ido cuatro años de mi vida con él, viendo como desperdicié tanto tiempo al lado de alguien que no valía la pena, asimilando que amé a la persona equivocada y dándome cuenta de que al final mis padres tenían razón, que todos tenían razón.