Superclásico

Capítulo 9: Tensión

Olivia
 


Esto era raro.

Pero me estaba divirtiendo.

Raro y divertido, si, esa era la definición perfecta.

Nuestra mesa estaba vacía, no habíamos pedido nada más que una botella de agua, pero el lugar era tan fino que nos sirvieron el agua en una jarra de cristal y con dos copas que hasta te daba miedo tocar porque te hacían pensar que se podían romper si lo hacías. Era una suerte que el consumo de agua no se cobrara, de no ser así, estaba casi segura de que sería el agua más cara de la vida.

—Si no me hubieran tirado al piso, capaz la historia sería otra. —dijo Luca acercado la copa a sus labios.

—Te barrió muy feo, el árbitro se quedó corto con la falta y el tiro libre, para mí tendría que haber sido amarilla directa. —argumenté y el asintió con su cabeza.

—Reclamé la amarilla pero el árbitro no me hizo ni caso.

—Pero si solo te quedaste tirado mientras los otros se ocupaban de reclamar al árbitro.

—Me rompí el culo con la caída, tienes que entenderme, me dolió hasta el alma que ni moverme podía. —reí por las para nada finas palabras que utilizó y él se contagió de mi risa por unos instantes.

—No creo que sea muy buena idea decir la palabra culo en un lugar como este. —me incliné sobre la mesa para quedar más cerca de él y él hizo lo mismo— Nos ven raro desde que llegamos ¿viste las prendas de diseñador que llevan?, me parece muchísimo sabiendo cómo está de jodida la economía ¿crees que esta gente sea de aquí? —hablé en voz baja y él solo se dedicaba a escucharme con atención.

—Te sorprendería la cantidad de gente que se endeuda solo para aparentar. —contestó él del mismo modo que yo— Déjalos que sigan presumiendo su falso lujo mientras se amargan la vida, nosotros solo dediquémonos a ser felices con poco o mucho dinero. —dio un pequeño y leve golpecito con su dedo en mi nariz y se tiró hacia atrás haciendo chocar su espalda contra el respaldar de su asiento.

—¿Por qué hiciste eso? —rasqué disimuladamente la punta de mi nariz con el dorso de mi mano para evitar estornudar.

—¿Te han dicho alguna vez que tienes una nariz muy linda?

—¿Tienes un fetiche con las narices? —soltó una carcajada y se llevó las manos a la boca cuando se dio cuenta de que todos se habían volteado a verlo.

—No. —comentó entre risas— Solo se reconocer una nariz bonita cuando la veo.

—Menos mal, ya me había asustado. —enarqué una ceja y me dediqué a beber lo último que quedaba en mi copa.

—Tranquila, no tengo ningún fetiche...que yo sepa. —reí al ver como rascaba su nuca— deberíamos pedir algo ya, creo que gran parte de las razones por las que la gente nos mira así es porque no hemos pedido nada.

—¿Estás seguro de querer pedir algo?, se que tu clausula es de más de treinta millones pero...

—Una comida no va a costar treinta millones, Olivia. —comentó con diversión y hizo señas para llamar a uno de los mozos que caminaban por el lugar.

—Te sorprendería lo caros que pueden ser estos lugares. Llegué a ver a chicas que pagaban cientos de miles por ir a tomar un té en un lugar que parece un palacio.

—Conozco ese lugar ¿quieres ir?, puedo llevarte mañana si quieres. —le recibió las cartas al mozo y me pasó una de ellas— Gracias. —el mozo afirmó con su cabeza y se retiró.

—Tú estás loco. —revisé la carta y suspiré frustrada al ver que la misma no traía los precios escritos— No pienso pagar cien mil pesos por un té y un pedazo de torta.

—Lo voy a pagar yo, por algo te estoy invitando. —habló con la carta tapando su rostro.

—No me gusta que paguen por mí. —Luca bajó la carta de golpe dejándola sobre la mesa, cruzó sus brazos y se dedicó a mirarme con atención— ¿Qué?

—¿No vas a dejar que pague por vos esta noche? —negué— Entonces tenemos un gran problema.

—¿Por qué? —él alzó sus manos y negó un par de veces con su cabeza antes de volver a hablar.

—Porque me educaron bajo el lema de que tengo que pagar la totalidad de la cuenta o de la cita cada vez que yo sea quien invite.

—Y a mí me educaron bajo el lema de que tome las cosas solo si tengo el dinero para pagarlo, y que en caso de que no lo tenga, que ni me atreva a mirar. —vi como llevaba sus manos a su rostro y echaba la cabeza hacia atrás.

—En donde me fui a meter. —dijo aun con las manos puestas en su rostro y suspiró antes de bajarlas y volverme a mirar— Hagamos esto, yo pago la cena y tu el agua.

—El agua no te la cobran, tonto.

—Entonces, yo pago la cena y tú le dejas propina al mozo.

—Ni loca.

—Mejor pidamos algo antes de que me dé un ataque al corazón. —llamó nuevamente al mozo y este llegó a nuestro lado en un par de segundos.

Pedimos la comida y seguimos hablando en lo que la misma llegaba. Luca me pidió que le dejara pagar durante varias veces en toda la conversación, petición a la que me negué en todas las ocasiones. Cuando el mozo puso los platos sobre la mesa nos dedicamos a cenar en silencio, pero tirando algún comentario que hiciera reír al otro de vez en cuando.

Luca pidió la cuenta y el mozo nos mostró una pequeña libreta de cuero, la abrió frente a nosotros y procedió a leernos el valor total de todo antes de dejar la libreta sobre la mesa. Quise decirle algo a Luca, pero él se adelantó y le entregó su tarjeta al mozo, quien pasó la misma por el pos net y le hizo entrega del recibo.

—Guarda eso porque no te lo voy a recibir. —me dijo una vez que ambos nos encontramos frente a su auto.

—Y yo no me pienso subir al auto hasta que recibas mi parte. —volví a extenderle los billetes y él suspiró antes de cerrar la puerta del copiloto.

—Estoy hablando en serio, Olivia. —cruzó sus brazos y se recargó sobre la puerta del auto— Yo te invité, es mi deber pagar. Si quieres la próxima pagas vos, pero esta vez déjame pagar a mí.

—Bien. —acepté rendida y el sonrió victorioso— Pero te conviene no hacerme lo mismo la próxima vez. —el besó su dedo índice y pulgar, tal y como lo harías al persignarte.




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