Sus Ojos

El que ríe último

Camine rápido hasta mi casa, casi diría que queme las suelas de mis deportivas.

Al llegar al edificio pude ver a Chuck hablando por teléfono, así que pase rápidamente intentando no molestarle, no me gustaría interrumpir su animada charla por lo que podía ver era su esposa.

Llegué a mi apartamento, abrí las puertas, me bañe a una velocidad digna de ser premiada, me vestí y casi que salte las escaleras, ya que en verdad estaba llegando tarde.

-Hey Ray, quería agradecerte por no haberme hablado cuando estaba al teléfono, gracias por ser tan atento.- Antes de poder cruzar el umbral de la puerta, Chuck me agradeció, a lo que yo respondí con un guiño y un pulgar arriba.

Me puse mis audífonos y camine a paso acelerado hacia la escuela, y juraría que ví un auto familiar cruzar cerca mío, casi arrollandome.

-¡Mira por dónde pasas niño!- Era el mismo señor que casi me atropella ayer mismo, es curioso, no lo había visto nunca.

-Lo sien...- Antes de terminar de disculparme, me trague mis palabras sabiendo que por lo rápido que iba seguro ya estaría unos treinta kilómetros lejos de mi. -Imbecil...

...
 


 

Llegando a mi instituto pude ver cómo alguien era golpeado por Aaron, y joder, tanta impotencia no era sana para mí, y, recordando la bronca que me echo Julie la última vez, ahora no me quedaría de brazos cruzados.
 


 

-¡Basta! ¡Déjame tranquilo, maldita sea!- El chico que estaba siendo golpeado le gritó en la cara antes de recibir otro golpe en el abdomen, dejándolo sin aire. -Eres... Eres un...- Intentando respirar, el chico callo de rodillas ante Aaron.
 


 

No lo soporto.
 


 

En un movimiento de irá y frenesí, empecé a correr hacia Aaron, cargando contra el, derribandolo y dejándolo aturdido en el suelo.
 


 

-Vete, vamos.- Le hable al chico que estaba tirado, no dejaría que más fueran abusados por ese imbécil. -¿¡Qué acaso no escuchas!? ¡Vete lejos antes de que se levanté y te haga añicos!
 


 

El chico, atemorizado, me miró directo a los ojos, diría que tiene más o menos mi edad, tal vez unos diecisiete, tal vez, dieciséis.
 


 

-¡No, si me largo te hará pedazos!- Pude notar convicción en sus ojos, tenía chispa, eso me agradaba
 


 

Mientras nos gritábamos mutuamente, Aaron estaba recuperando la compostura, sin embargo, por su contraparte, estaba perdiendo sus estribos.
 


 

-Haré que lamentes el día en el que naciste desgraciado hijo de...- Mientras su cuerpo se recomponía, yo cada vez estaba más destruido, defendí a un chico que ni siquiera conozco y ahora me van a moler a golpes. -¡Estás muerto!
 


 

Esas palabras me golpearon como palazos, pero no me dejaría intimidar, no otra vez.
 


 

-¿En serio? Sabes, lamento más haberte conocido que el mero hecho de vivir mi estúpida vida de mierda, porque cada segundo que pasó con tu presencia pierdo más la poca esperanza que me queda en la humanidad.- Tal vez no sea fuerte físicamente, pero verbalmente puedo hacer añicos a alguien en cuestión de segundos.
 


 

Sus ojos se prendieron fuego, pude notar como soltaban chispas de furia y desdén, en cuanto su puño se cerró supe que este era mi fin, sin embargo, di un paso adelante, quedando cara a cara contra el, dispuesto a que, si moriría hoy, al menos lo haría con la frente en alto.
 


 

En un visto y no visto, abrió su puño, y lo que escuche de el me dejó helado.
 


 

-La lección de anoche debe de haber bastado, no eres rival ni para una mosca ¿Quieres hacer algo? Hazte un favor a ti mismo, y desaparece.- Solo pude sentir miedo al escuchar lo que había dicho, como el sabría lo que sucedió la noche anterior.
 


 

Se dió media vuelta y se marchó, y sentí como las lágrimas empezaban a caer por mis mejillas, como la sangre me ardía por debajo de toda mi piel...
 


 

-Fuiste tu...- Mi furia fue incontrolable hasta para mí, me abalancé a el con la furia de un tigre, la cual, se transformó en la de un gatito pequeño cuando antes de poder siquiera rozarlo con la punta de mis dedos el me asestó un codazo que me hizo caer al suelo, dejándome con el brazo muy adolorido.
 


 

-Ni para una mosca...- me miró, se rió, y se fue sin decir nada más, en el suelo, contra el frío acero de la reja que protege la entrada de mi instituto, llore con odio, con algo más que simple tristeza o enojo, ¿Por qué me pasaban estas cosas a mí? ¿Acaso tendrá razón? ¿Debería rendirme?
 


 

-Oye, lamento todo esto, muchas gracias por ayudarme.- Pude ver al chico que ayude hace minutos atrás tendiendo su mano hacia mi -Tienes coraje, te enfrentaste a ese matón tú solo, te lo agradezco.
 


 

Mire su mano por un momento, pero sin nada más que perder, la tomé, era suave y fría, parecía la de un muerto.
 


 

-Mi nombre es Todd, es un placer.- Con la misma mano que me levanto, realizó un apretón de manos, al cual yo respondí lentamente.
 


 

-Mi nombre es Ray, lo siento si no fui de mucha ayuda, ahora ese imbécil te buscará otra vez...- Me disculpe, solo empeore las cosas.
 


 

-Tranquilo, hiciste algo que nadie en todo este instituto pensaría en hacer, ayudar al más débil.- Sonrió, tenía pinta de ser un buen chico, sus ojos eran amielados, tenía el cabello rubio, era pálido, con una nariz pequeña, más o menos de mi altura, delgado, un chico débil al igual que yo.
 


 

-Y... ¿Cuántos años tienes Todd?- Esa duda me estaba matando en vida, necesitaba ser respondida.
 


 

-Pues dieciséis, ¿Y tú Ray?- La pregunta se me hizo incómoda, pero la respondí con total sinceridad.
 


 



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En el texto hay: romance, amor, hermandad

Editado: 30.03.2020

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