Susan in Shaw, La obsesión del chantaje

Uno

La lluvia golpeaba con fuerza el parabrisas, creando pequeñas corrientes de agua que serpenteaba hacia los bordes. Susan conducía por las calles mojadas de Shaw City en su coche patrulla. El ambiente era gris, espeso, como si el cielo estuviera presionando sobre la ciudad. En la radio se escuchaba una voz ronca informando sobre un intento de robo en una gasolinera cercana. Sus dedos se tensaron sobre el volante, mientras ajustaba la dirección hacia la ubicación indicada.

El sonido de las ruedas en el pavimento mojado llenaba el silencio dentro del coche, interrumpido solo por el crujido estático de la radio. Al llegar a la gasolinera, algo le pareció extraño. No había nadie afuera, ni coches estacionados, ni movimiento. Susan apagó el motor y salió bajo la lluvia mojándose el uniforme. Las gotas se acumulaban en su chaqueta mientras observaba los alrededores. Ni un alma a la vista.

Se acercó al edificio y empujó la puerta de cristal. Al entrar, notó la tensión en el aire, algo estaba mal. El sonido metálico de una caja registradora cerrándose de golpe y una voz temblorosa le confirmaron sus sospechas. Tres hombres estaban de pie frente al mostrador, sus rostros cubiertos por máscaras toscas. Uno de ellos, más cercano al dueño de la gasolinera, sostenía un arma apuntándole a la cabeza.

—¡Si no pagas lo que nos debes ahora mismo, te volamos los sesos!

Susan reaccionó de inmediato, sacando su arma y apuntando hacia ellos. El sonido de su pistola saliendo de la funda hizo que los tres se giraran a ella, sorprendidos. El más cercano, un hombre de piel clara, la miró con furia y lanzó su arma al suelo, decidido a atacar con su físico. Se acercó a ella a grandes zancadas, y en un movimiento rápido, levantó la pierna, buscando presionar por los talones, intentando derribarla.

Susan respondió con instinto. Adelantó el muslo, doblando un poco la rodilla, y antes de que el hombre pudiera asimilarlo, giró su cuerpo y le propinó una patada en la nuca. El impacto fue seco, el cuerpo del hombre se desplomó contra el suelo. No hubo tiempo para saborear el momento; el segundo hombre, mucho más alto y delgado, se lanzó hacia su arma caída, golpeando el metal con la punta de los dedos y lanzándola fuera de su alcance. Susan sabía que debía actuar rápido.

El segundo hombre apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Susan se acercara de nuevo. Su cuerpo ágil le permitió saltar y, con precisión, atrapó la cabeza del hombre entre sus muslos. En un solo movimiento, lo torció, y se escuchó un crujido que resonó en la habitación. El cuerpo del hombre cayó sin vida, dejando a Susan y al último de pie frente a frente.

El tercero, el líder, observaba con una calma aterradora. Era más corpulento que los otros dos, con músculos que se marcaban bajo su chaqueta. Antes de que Susan pudiera reaccionar, él disparó. La bala rozó su brazo, haciéndola soltar un jadeo de dolor mientras caía de rodillas frente a él. El arma de Susan resbaló de sus manos, quedando fuera de su alcance.

El hombre sonrió con malicia, caminando hacia ella. Su mirada recorría su cuerpo, observando cada detalle, deteniéndose en su busto, en su postura vulnerable. No dijo nada durante unos segundos, disfrutando del momento.

—¡Tienes agalla! Lo admito, es admirable cómo te lanzaste a defender a este tipo. Pero también es una estupidez, ¿no crees? Podrías haber salido de aquí con vida sin necesidad de interferir.

Susan intentó moverse, pero el dolor en su brazo la limitaba. El hombre continuó paseando alrededor de ella como un depredador jugando con su presa.

—¡Eres atractiva, no se puede negar! ¡Me encantaría dejarte salir de aquí! ¡Y lo haré, si aceptas una pequeña oferta!

Susan levantó la vista, notando la satisfacción en su rostro mientras hablaba.

—¡Déjame salir, y dame un beso! Si lo haces, te dejaré ir. A ti y a este inútil. ¡Si te niegas... bueno, creo que ya sabes cómo terminará esto!

Susan no respondió de inmediato. Las palabras resonaban en su mente, el sonido de la lluvia golpeando el techo de la gasolinera ahora parecía lejano. Sabía que si hacía lo que él pedía, su dignidad quedaría manchada, pero también comprendía que su vida, y la del dueño, pendían de un hilo. No podía ver ninguna otra opción clara en ese momento. Por un instante, sintió una profunda impotencia.

El hombre se inclinó aún más, su aliento áspero casi tocaba su piel. Sus ojos se clavaban en los de Susan, esperando su decisión.



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En el texto hay: chantaje, drama, violencia

Editado: 09.10.2024

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