Susan in Shaw, La obsesión del chantaje

Tres

La noche en el restaurante transcurrió con calma hasta que Mike se levantó de la mesa para atender una llamada urgente del alcalde de Shaw. Susan se quedó sola, sumida en pensamientos sobre la conversación y la compañía. Apenas unos segundos después, Cassius se acercó. Con su figura imponente y el aire despreocupado que parecía envolverlo, tomó asiento al lado de Susan, quedando los dos en un incómodo silencio que él rompió con una pregunta directa.

—Veo que os lleváis muy bien. ¿Sois novios? —preguntó con una sonrisa ladeada, estudiando la expresión de Susan.

Ella tragó saliva, sintiendo el peso de la mirada de Cassius. Con un leve movimiento de cabeza, negó la suposición.

—No, solo amigos desde la infancia —respondió, intentando sonar natural.

Cassius sonrió, y sin pedir permiso, colocó su mano gruesa sobre los dedos de Susan. Era un gesto aparentemente casual, pero Susan percibió la firmeza de su toque, una mezcla de curiosidad y confianza que no lograba descifrar.

—Qué bueno —comentó Cassius, con los ojos puestos en ella—. No me sentiría bien tratando de llamar la atención de la novia de un amigo. Aunque, si debo ser sincero, en los ojos de Mike veo algo más que amistad hacia ti. Creo que él quiere algo más contigo. Pero dime… ¿tú sientes algo por él?

Susan sintió el calor en sus mejillas, el rubor traicionándola. Bajó la mirada antes de responder, tomando una pausa para recuperar la compostura.

—No… él es solo como un hermano para mí.

La sonrisa de Cassius no se desvaneció, pero sus dedos continuaron sobre los de Susan, que se preguntaba si debía retirar la mano o interpretar el gesto como una muestra de simpatía. Cassius la observaba con intensidad.

—¿Sucede algo? —preguntó, sin retirar su mano.

Susan se debatía entre sus propias sospechas. La imagen de Cassius se mezclaba con los recuerdos de la noche anterior en la gasolinera. La dureza de sus facciones y su complexión le recordaban al hombre que había comandado el ataque, pero algo en su manera de hablar ahora parecía honesto, ajeno a cualquier intención oscura. Quizás se había equivocado al juzgarlo.

—Es que… me vino un recuerdo —respondió ella, desviando la mirada.

Cassius inclinó la cabeza con una expresión de interés genuino.

—¿Quieres hablarme de eso?

Susan sintió un nudo en la garganta. Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, haciendo que el maquillaje se deslizara por su piel. La emoción contenida, que había mantenido bajo control hasta ese momento, se desbordaba.

—Mi hermano… lleva bastante tiempo desaparecido. He hecho todo lo posible por encontrarlo, pero cada esfuerzo resulta inútil. Es como si la tierra se lo hubiera tragado —dijo en voz baja, dejando que el dolor de sus palabras fluyera sin resistencia.

Cassius la rodeó con sus brazos, abrazándola con un toque firme y reconfortante. A pesar de su apariencia ruda, había una suavidad en el gesto, un apoyo silencioso.

—Tranquila, estoy seguro de que vas a descubrir dónde está —dijo con tono seguro.

Susan alzó la cara hacia él, y Cassius, con un dedo en su mentón, la hizo mirarlo. La tristeza se reflejaba en los ojos de Susan, mientras continuaba.

—Quisiera tener la esperanza de que esté con vida, pero… temo que no sea así. Al menos, si pudiera saber qué le sucedió, le daría un digno descanso.

Cassius acarició su rostro, devolviéndole una mirada llena de comprensión.

—Vamos, no seas pesimista. Sé que lo vas a encontrar, y que estará con vida. La vida a veces nos devuelve algo de justicia, especialmente a quienes como tú merecen buenas noticias.

Susan le dedicó una sonrisa, agradecida por sus palabras. Sin embargo, algo en la expresión de Cassius seguía desconcertándola. Tal vez estaba juzgándolo demasiado rápido, o quizás estaba dejando que sus emociones nublaran su percepción.

—Gracias, Cassius —murmuró, intentando relajarse.

Cassius, en un español torpe pero claro, sonrió con un aire que buscaba aparentar cercanía.

—Me gustaría que vengas a mi mansión. Podemos pasar más tiempo juntos y conocernos mejor… compartir nuestras alegrías y penas. ¿No crees que sería bueno?

Susan arqueó los labios en una sonrisa leve.

—Quizás… pero no sé dónde vives —respondió, buscando mantener la distancia sin rechazarlo de manera tajante.

Cassius asintió.

—No te preocupes. Luego me acerco y te doy la dirección. Solo dime si quieres venir.

Susan se disponía a responder cuando Mike reapareció en la mesa, su acento argentino rompiendo el ambiente de intimidad.

—Vaya, veo que la estáis pasando bien.

Susan lo miró, y con un tono casual, respondió:

—Solo te esperábamos, ¿nos vamos?

Mike le tendió la mano, despidiéndose de Cassius con una inclinación de cabeza. Susan hizo lo mismo, pero antes de retirarse, le dedicó una sonrisa a Cassius.

—Lo pensaré, Cassius.

El camino de regreso transcurrió en un silencio incómodo. Mike conducía en dirección a la casa de Susan mientras esquivaban el tráfico nocturno. La avenida los llevó hasta una rotonda, donde Mike rompió el silencio.

—¿De qué hablabas con Cassius?

Susan se acomodó en el asiento, cruzando las piernas con una actitud despreocupada.

—Nada importante. Solo me invitó a su mansión. ¿Te preocupa?

Mike desvió la vista de la carretera un instante, reprimiendo una reacción visible.

—Ninguna preocupación, Susan. Solo curiosidad.

Al llegar, Mike estacionó el auto frente a la casa de Susan y le abrió la puerta, extendiéndole la mano para ayudarla a bajar. La acompañó hasta la puerta de entrada, en un gesto protector que ella no pasó por alto.

—¿Pasa algo, Mike? —preguntó Susan, percibiendo la tensión en su amigo.

Sin decir una palabra, Mike se inclinó para besarla en la mejilla. Luego, se despidió y volvió al coche, arrancando hacia su casa.

Dentro de su hogar, Susan subió al segundo piso y se dirigió a su habitación. Frente al espejo, comenzó a quitarse la ropa, observando su reflejo. Una pregunta le rondaba la mente mientras se desvestía: ¿dónde había visto esa mirada antes?



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En el texto hay: chantaje, drama, violencia

Editado: 30.10.2024

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