Es el día.
Todo el reino está preparándose con sus mejores atuendos para lo que se supone será una noche memorable en el palacio.
Me levanté algo tarde y disfruté de un buen sueño. Hoy no debía ir a trabajar donde Pambor, hoy es un día de descanso.
Pienso relajarme y buscar algunas plantas para seguir con mis experimentos.
A veces, cuando tengo tiempo libre y no estoy con Susanit, me gusta crear ungüentos o incluso brebajes con propiedades curativas.
Me enorgullece decir que hasta el momento he tenido gran éxito con ellos. Babet es de las primeras en pedir brebajes para aliviar las quemaduras que se lleva en la cocina o alguna que otra para poder dormir.
Mientras me coloco un viejo vestido y amarro mis zapatillas con fuerza, puedo escuchar el ruido de las ruedas de los carruajes de los Señores rumbo al palacio.
Faltan tan solo momentos para que se de inicio al baile.
Tomo mi canasta donde guardo las plantas que encuentro y bajo para buscar a Babet y decirle que saldré por unas horas a campo abierto.
-¿Y tú que haces vestida así?- pregunta la dulce voz de Susanit.
-¿Tú que haces aquí?- pregunto frunciendo el ceño en confusión-Estás increíble- le digo cuando la detallo mejor, lleva un hermoso vestido amarillo que resalta su cabello de fuego que se desliza en bellas ondulaciones sobre sus hombros.
-Vine porque iremos juntas al baile- dice como si fuera obvio, quiero decirle que se equivoca, que ni si quiera tengo un vestido o algo que se le asemeje.
-Yo no puedo ir Susanit, sabes que no soy capaz de costearme un vestido tan bello como el tuyo.
-Claro que puedes- Babet baja de su lado de la casa y en sus manos lleva un vestido increíblemente hermoso, del color de mis ojos.
-¿Tú hiciste esto?- pregunto con la voz ronca de la emoción.
-La bella Susanit me ayudó un poco y ayer terminé con los toques finales.
-¿Por qué no dijiste nada?- le pregunto a mi amiga.
-Era un presente de Babet, así que démonos prisa, tenemos que llegar al palacio, andando.
-Pero yo no...
-Sube y pruebatelo– me dice Babet-Quiero verte salir de la mano de Susanit, quiero que mis chicas demuestren que son las más hermosas de este reino- observo con nostalgia el vestido y paso la yema de mis dedos por el suave material. Observo a Susanit y me da una pequeña inclinación con su cabeza.
-Yo me encargo de tu cabello- me dice con una gran sonrisa.
Sin esperar respuesta, Babet coloca el atuendo en mis manos y me empuja escaleras arriba.
Con trompricones llego a mi habitación y me quito mi viejo vestido y mi ropa interior, para colocarme una más nueva y en mejor estado.
Con la mayor delicadeza me pruebo el hermoso vestido que se ajusta a la perfección a mi cuerpo. Las mangas parecen brillar con los últimos rayos del Dios Sol que entran por mi ventana.
Paso mis manos por las rocas violetas del escote y me maravillo con lo hermoso del conjunto. Quiero llorar de emoción o quizás de nostalgia.
Algo tan hermoso en mi cuerpo parece tan surrealista. Esta noche la disfrutaré hasta el último momento.
Quizás sea la única vez que pueda verme así y estar en el palacio, rodeada de personas tan importantes. Lo disfrutaré, lo haré por Babet, por Susanit y principalmente por mí.
Bajo con una sonrisa tímida hasta donde están las mujeres de mi vida y al verme, ambas sueltan exclamaciones de sorpresa y satisfacción.
-Te ves como una flor única y etérea- dice Susanit llegando hasta mi cabello y comenzado su labor de trabajo en él.
-Quiero que me prometas que harás de esta noche el inicio de tu vida- Babet me toma de las manos-De tu verdadera vida.
-Lo intentaré.
-Creo que ya quedó- siento un último tirón en mis mechones-¡Listo!
Babet acerca el trozo de un viejo espejo que hay en la posada y lo coloca frente a mí.
El reflejo que me saluda, es el de una joven que ni yo reconozco. Susanit sujetó mi cabello en una larga trenza que llega hasta mis caderas y colocó una tira de lo que parece seda dorada entre los mechones oscuros.
-Pensaba traerte una de mis zapatillas que combinan con tu vestido, pero tú calzas más grande- dice algo tímida.
Levanto la falda de mi vestido y veo mis viejas zapatillas negras.
-El vestido las cubre, así que no hay que que preocuparse- digo dandole unas palmaditas en la mano.
-¡Vayan!-nos despide Babet-Serán las más hermosas, ¡Que los Dioses las protejan!
-¡Que los Dioses nos protejan!- decimos Susanit y yo al mismo tiempo.
Con mi amiga apresuramos el paso, el baile parece que ya ha iniciado y si queremos disfrutar de cada momento debemos darnos prisa.
-Te imaginas que conozca a un príncipe- dice con emoción la pelirroja.
-Solo que venga de otro reino, el Rey Picius no está casado ni tiene hijos- le digo.
-Si no fuera tan siniestro tendría una fila de damas tras él, incluso yo lo estaría.
-Eres una soñadora, ¿No te han enseñado tus libros que los Reyes son peligrosos?
-Claro que lo sé, pero eso no les quita lo atractivo.
Ambas reímos mientras subimos los escalones que dan directamente con las puertas del palacio.
-Sean bienvenidas al palacio del Rey Picius mis bellas damas- nos dice un elegante caballero que parece estar recibiendo a los invitados-Tengo que informar que cada una deberá ingresar por una puerta diferente.
-¿Puedo preguntar el motivo?- cuestiono frunciendo el ceño.
-Ordenes del Rey, Madame- quiero bufar cuando escucho el termino que utiliza para referirse a mí, pero Susanit me interrumpe.
-No hay problema caballero - se acerca y me abraza-Te veo dentro-murmura en mi oído.
-Por aquí-me señala la puerta que está a la derecha, mientras que otro caballero le muestra a Susanit la puerta izquierda.
Mientras atravieso las puertas doradas, una ráfaga de viento helado golpea mi cuello expuesto.
Doy pasos lentos en la dirección a la que me lleva este pasillo. Observo todo a mi alrededor, las paredes blancas con toques de dorado, que si me preguntasen no dudaría en decir que es oro.