—Toma niña— Tulok me empuja un tazón que contiene una masa que se ve asquerosa pero que sorprendentemente huele muy bien.
—¿Tiene veneno?—pregunto, levanto mi vista hasta el rostro del guerrero y no me sorprende ver un gesto de fastidio.
—Si lo tuviera, no te lo diría niña— en eso tiene razón.
Tomo el tazón y me lanzo a la comida, tantos acontecimientos vividos me tiene con hambre.
Estoy comiendo rápidamente antes de que el tuerto o algún otro salvaje venga a fastidiarme el momento.
Después de que Zhendyak saliera y me dirigiera la mirada más aterradora en todos los ocho mares, miró a sus guerreros con aburrimiento y se encerró en lo que supongo es su habitación con una de las bailarinas.
Por los gritos eufóricos de la mujer, a toditos nos ha quedado claro lo que sucedía en esos aposentos. Repugnante.
La sonrisa de auténtica felicidad de la mujer al ir tras ese hombre no tiene comparación. Es como si los mismísimos Dioses la hubieran bendecido con la inmortalidad.
Mientras termino mi cena, me aseguro de no dejar ni una sola migaja, quien sabe cuando estos salvajes me darán de comer de nuevo.
—¿Por qué fui la única mujer que trajeron de Annelh?— pregunto viendo a Tulok.
—¿Nunca te quedas callada?— pregunta irritado. Sinceramente no soy muy conversadora con los extraños, lo era con Susanit y Babet. Espero que ambas hayan logrado huir del caos.
—Es tu culpa por raptarme y por quedarte cerca de mí— digo encogiendome de hombros.
No sé que pasa con mi reacción ante todo. Cualquiera en mi lugar estaría temblando de miedo y llorando en cada rincón de este barco, que sería la reacción más acorde a la situación.
Pero no sé que cambió en mi flacucho cuerpo que desde que tomé esa espada y enfrenté al tuerto, siento que no soy una cosa frágil que el viento puede llevarse.
Encontraré la manera de escapar de estos salvajes, solo es cuestión de estrategia y de mantenerme con vida.
—Necesitaba una esclava más— dice respondiendo a mi pregunta de antes.
—¿Solo una?— enarco una ceja y señalo con mi brazo todo nuestro alrededor—Son muchos aquí.
—Seré franco contigo niña—se gira y enfoca sus ojos oscuros como el carbón en mí—¿Viste a las mujeres de antes?
—¿Las de las cintas de colores? ¿O las que están vestidas como ustedes?
—Las de las cintas de colores— dice—Te traje como un regalo para Zhendyak.
—¡¿Qué?!— mi grito alerta a todos haciendo que giren sus cabezas en nuestra dirección.
—Sí, ese será tu maldito trabajo aquí—me observa—Eres atrevida y tienes el fuego salvaje que le gusta.
—No seré una de sus...— rebusco una palabra adecuada— bailarinas desnudistas, estás loco si crees que aceptaré tal cosa.
—Es eso o te tiro al mar.
—Pero ya tiene muchas mujeres aquí—mi cuerpo se estremece—Puedo hacer cualquier cosa, limpiar, cocinar, incluso luchar, pero no me obligues a estar con un hombre como él.
Tulok me observa analiticamente. Sus ojos negros enfrentan mis violetas por un largo tiempo sin decir una sola palabra.
—Tu vida depende de él ahora— se levanta y se va sin decir más.
Maldita sea él, maldita sea ese baile, maldita sea el Rey Picius, maldita sea el maldito de Zhendyak.
—¿Esta es la golfa que dices que es bruja?— dice una voz llegando a donde estoy arrinconada.
—Esa maldita bruja nos quemó a Owek a mí— dice el idiota tuerto.
—¿Es cierto?— me pregunta. Al ver que no tengo la intención de contestar saca una afilada daga negra y rasga mi vestido.
—¡Maldito!— grito levantándome.
—Contesta la maldita pregunta.
—Salvaje asqueroso— le digo, me giro al tuerto—Y si sabes de lo que soy capaz es mejor que te mantengas alejado.
Su cara se pone roja y sin esperarlo saca el palo que tenía antes y me golpea un lado del rostro haciéndome caer.
Todos los demás ríen a carcajadas mientras me pitan los oídos por el impacto.
Otro guerrero, no se quién, me lanza una patada directo a mi costado sacando todo el aire de mis pulmones.
—Para—toso—Por favor...para— digo en un murmullo.
Siento otra patada en mi rostro y más risas le siguen.
—Como odio ver a una Lady golfa con aires de grandeza— dice mientras sigue rasgando mi vestido.
—No soy una....— no termino la última palabra.
—¿Qué dijo?
—¿Qué dices pequeña ramera?— pregunta el tuerto acercándose. El que me ha estado golpeando se acerca a mí rostro.
—¿Hablaste Lady?—lo observo fijamente, mi costado duele como los mil demonios y mi rostro palpita de dolor.
—No...—digo lentamente— soy...— levanto mi rostro— una...—Lady— con eso lo escupo directamente a su estúpida cara.
Todos los demás dejaron de reírse y observan al barbon frente a mí. Este se limpia mi saliva y siento que estoy por conocer a mi creador cuando veo sus ojos furiosos.
—Maldita golf...— se corta cuando trata de tomarme del cabello y grita de dolor. Como los otros, otra vez.
—¡Te lo dije!— grita el tuerto.
Con la poca fuerza que me queda me levanto sujetando mi costado.
—¡Aléjense de mí!—grito—¡O los quemaré a todos! ¡Les juro que lo haré!
Los cuatro guerreros salvajes me observan atónitos a mí y luego al barbon que sigue con sus quejidos de dolor mientras se sostiene las manos quemadas.
—Mierda— dice uno mientras se aleja y el resto le sigue.
Cuando todos se han ido, me deslizo suavemente en la cubierta del barco y trato de respirar.
Siento mi cuerpo mallugado y sin fuerzas. Mientras sostengo mi costado, en la otra punta del barco observo como Tulok me mira fijamente con los brazos cruzados.
—Eso también va para ti— digo cerrando los ojos.
No dice nada, en su lugar hace señas a alguien y veo como intercambia algunas palabras con una mujer. Esta asiente y se dirige hacia mí.
No sé si sea el constante baiben de las olas o los golpes, pero creo que lo que estoy viendo es producto de mi mente nublada.