Dali, dali, dalila.
Dali, dali, dalila.
Dali, dali, dalila.
La noche está más oscura de lo normal, el Dios Luna parece haber sido devorado por el bosque de Antrez.
Hace ya tiempo que me detuve a descansar y tratar de reponer fuerzas. Mi cabeza está muy bien, sea lo que sea que haya hecho el Conquistador, estoy muy bien.
Pero mis pobres piernas cuentan una historia totalmente distinta. Así que aquí estoy.
Tarareando esa extraña melodía que se aparece en mis sueños desde que tengo capacidad para albergar recuerdos.
Y cómo olvidar al gigante oso que no se ha separado ni un solo instante de mi maldita sombra.
—¿En realidad eres un Dios antiguo?— giro mi cabeza apoyada en el tronco de un árbol y observo al animal que contempla las pobres llamas del Fuego que tuve que encender.
Fue difícil encontrar ramas en la oscuridad, pero gracias a los Dioses conseguí algunas.
—Ni siquiera sé porqué intento entender todo esto— digo cansada—Al final lograste tu deseo, estoy justo donde me querías.
El animal aleja sus ojos oceánicos del fuego y me contempla. Sus ojos siguen provocandome esa sensación de calidez.
Estamos hablando de Zhendyak, el Conquistador de los ocho mares. Literalmente presencié como arrancó la cabeza de un espectro oscuro sin sudar. Calidez no es una palabra para describirlo.
—¿Qué desafortunado evento te llevó a creer que era necesario secuestrarme y maltratarme solo para estar en tu barco?— pregunto.
La caminata me ha dado tiempo para pensar, esto es realmente incorrecto. Yo no soy nadie importante, soy solo la panadera de Annelh.
—¿Es por lo de mi cabello?— es a la única conclusión que he llegado. Pero como es posible que él lo supiera incluso antes que yo—Es una pérdida de tiempo, si siendo un hombre nunca hablabas, siendo una bestia será aún peor.
El oso que ha estado observándome a una buena distancia se mueve lento, como si no quisiera asustarme.
Mal por él, eso es exactamente lo que siento cuando estoy en su presencia.
Ignorando mi estremecimiento, el Conquistador se acerca y empuja su cabeza en mi hombro.
—Me tapas el calor del fuego— me aparto y trato de buscar la calidez de las llamas. La noche está fría y temo congelarme.
A pesar de estar prácticamente con las manos en las llamas, el frío no disminuye. A este paso voy a morir como un maldito trozo de hielo.
Siento la cabeza del oso otra vez, pero ahora en mi espalda.
—Si no quieres que te clave mi daga en una de tus patas es mejor que te alejes de mí—amenazo.
Y hablo muy en serio, este hombre no es de mi agrado. Es el causante de mi desgracia y ahora voy a morir congelada por su culpa también.
—Ya basta...— trato de protestar, pero como ya es costumbre ignora mis palabras y con un fuerte empujón de su cabeza caigo de espaldas al suelo—¿Qué pasa contigo?
El animal rechaza mis protestas y sin pensarlo dos veces se tumba encima de mi cuerpo tendido.
—¡Quítate bestia!— trato de empujarlo, pero es prácticamente el cuádruple de mi tamaño y es imposible.
Detengo mis patéticos intentos por apartarlo y solo trato de tomar respiraciones regulares. Ahora que lo pienso, su peso no está en mí.
No siento ninguna presión, es como si solo tratara de cubrirme.
Ya no siento que me congelo, me siento caliente.
—No comprendo como esto es ahora mi vida— niego para mí misma.
El Conquistador me voltea a ver y abre su boca soltando un gran bostezo. Increíble.
Simplemente increíble.
—Mi odio por ti va en aumento cada día— le digo mientras lo veo acomodarse y cerrar los ojos.
El sueño no llega y en su lugar muchos recuerdos pasan por mi mente.
—¿Si pudieras pedir un deseo, que sería?— me pregunta Susanit mientras caminamos de regreso a la panadería después de ir al puesto de frutas de la señora Hanys.
—Creo que me gustaría tener mi propia Botánica junto a tu escuela— le digo sonriendo. Muchas veces me ha expresado su amor por querer enseñar a todos. Niños, jóvenes y adultos—¿Y tú que desearías?
—Me gustaría que pudieras saber que pasó con tus padres— me dedica una pequeña sonrisa. Esta chica y su corazón puro.
—Vaya desperdicio de deseo— le digo bufando— No tengo padres, es así de simple.
—Sabes también como yo que eso no es posible, tienes derecho a saber de donde vienes.
—Mejor me quedo con mi deseo— trato de ignorar el escozor de sus palabras. Es algo que aveces pienso—Yo seré la mejor curando a todos y tú serás la mejor educadora.
—Siempre que estemos juntas— entrelaza nuestras manos y luego como hacemos siempre giramos al mismo tiempo.
—Siempre juntas— digo riendo.
Ese es solo uno de muchos momentos en los que me sentía plena, me sentía parte de algo.
Babet me crío, pero Susanit me dio las ganas de vivir y seguir. Ella es más que una amiga, ella es mi hogar.
Y el responsable de que no pueda cumplir mi promesa está en estos momentos profundamente dormido sobre mi cuerpo.
—Buenas noches Susanit— digo viendo el oscuro paisaje—Espero verte pronto.
Poco a poco el sueño golpea mi alma y siento como mis párpados se cierran.
⚔️⚔️⚔️
Giro mi espalda un poco para aliviar el dolor por haber dormido directo en el suelo de piedras puntiagudas.
El aire es más cálido y tras mis párpados percibo la luz que anuncia la salida del Dios Sol.
Cuando muevo mis brazos y piernas siento libertad para moverme, lo que significa...
Abro los ojos y me siento abruptamente, no hay señales del oso por ninguna parte, en su lugar, el guerrero de ojos tormenta y cuerpo de montaña me da la bienvenida a un nuevo día.
—No sé cuál es peor— murmuro levantándome.
El Conquistador me observa con su ya conocida mirada en blanco.
—Si esperas un agradecimiento por lo de anoche, te recomiendo sentarte. Yo no te pedí que me protegieras del frío, en cambio...— en un rápido movimiento está frente a mí apretando mi garganta con fuerza.