Susurros

XIV

—No pueden ser espectros— murmuro—Es de día— aunque si nos atacaron antes a plena luz, quien dice que no puedan hacerlo de nuevo—Y no hay neblina por ningún lado.

El Conquistador sigue presionando mi garganta como si fuera una rama cualquiera con la que puede juguetear.

—Suelta mi cuello ya— el maldito solo observa sus alrededores sin parecer nervioso o alterado—Tú lo pediste.

Sin decir nada más saco mi daga y trato de clavarsela en el brazo que me mantiene cautiva.

El Conquistador sin siquiera girar su rostro detiene el movimiento con su mano libre. Ahora tengo el cuello y la mano sujetados por este gigante.

—Eres más tolerable en la oscuridad— digo cuando soy digna de su mirada.

Él solo frunce el gesto y me empuja hacia un lado. Las pisadas antes lejanas ahora se escuchan a un paso de distancia.

—Tenemos que huir pronto—digo mientras trato de levantarme—Hay tiempo de perdernos en el bosque de lo que sea que viene hacia acá.

Cuando mis instintos de huida se activan y doy mis primeros pasos hacia un lado del bosque de Antrez, el fuerte agarre de el Conquistador me detiene.

—Vamos, ya déjate de miradas raras— le digo cansada—No quiero que me coma alguna criatura de este bosque.

Las pisadas dan paso a la vista de docenas de criaturas de rostros cubiertos por un manto negro. No son para nada parecidos a los espectros, parecen personas vestidas con una gran tela que cubre toda su presencia.

—Yo me largo— trato de sacar mi brazo de su agarre, pero es imposible. Es un maldito grillete— No sé que te creas, pero Antrez no es como los otros reinos que has atacado.

El Conquistador me ignora, su vista sigue al frente, observa a nuestros nuevos invitados a la espera de algo. ¿Qué le pasa?

Las cosas esas se mueven hacia un lado dejando un espacio entre ellas para darle paso a algo, o más bien a alguien.

—Zhendyak— murmuro con miedo en mi voz, mi corazón se acelera por la llegada de otra criatura, el Conquistador al oír su nombre me mira fijamente, sus ojos azules místicos me analizan a profundidad—Escapemos antes de que...

—El Conquistador se digna a pisar Antrez, esto sí es algo que vale la pena ver con mis propios ojos— una voz femenina y melódica me interrumpe.

Tanto el Conquistador como yo observamos a la nueva criatura que ha llegado, destaca sobre todas las demás. Donde los extraños seres están ocultos con mantos negros, esta criatura brilla con telas de los colores más vivos.

La silueta de lo que parece una mujer que porta el rojo más vivo que he visto en todo su cuerpo, su rostro está cubierto por un tramo de tela del mismo color y en su cabeza lleva una especie de cosa extraña circular que resalta más su apariencia.

—Y veo que no has venido solo— cuando siento que su atención se dirige hacia mí, me tenso. No sé que me sucede que mi cabeza me pesa— Esto es algo que Antrez lleva esperando muchas lunas.

Mi mano se dirige al brazo de el Conquistador cuando siento que mi cabeza duele como nunca. Pero no es mi cabeza, es mi cabello.

—Zhendyak...— susurro bajito, mi vista comienza a nublarse y mis párpados se sienten cansados.

Cuando creo que voy a caer, unos fuertes brazos me levantan. El Conquistador me sujeta en sus brazos y observando a la extraña criatura inclina la cabeza en un gesto de reconocimiento.

—Siempre es un gusto hablar contigo, vamos él te está esperando— dice. Mi cuerpo se estremece y tiembla con una sensación de frío.

¿Quién es él?
¿Qué está pasando?
¿Quién es esta criatura?
¿A dónde nos llevan?

Un estremecimiento recorre mi cuerpo, mi cabello duele y mi cabeza punza. En un instinto ridículo me acerco al cuerpo de el Conquistador en busca de calor.

Cuando reúno algo de fuerzas para levantar la mirada hacia su rostro, lo encuentro observándome ya.

—¿Qué pasará con nosotros?– hablo con todo las fuerzas que reúno—La tripulación, tus guerreros...— me detengo cuando lo observo bien. Su tranquilidad y las palabras de esa criatura antes—Tú querías que esto pasara— afirmo—Eres el peor hombre con el que alguna vez pude encontrarme.

—Ahí te equivocas Marderisa— la criatura habla—Él no es un hombre.

—¿Cómo sabes mi nombre?— pregunto aún más confundida.

—El Conquistador me lo dijo— volteo a ver a dicho mencionado y decido que ya no puedo con tanta basura.

Giro mi cuerpo y caigo de bruces contra el suelo boscoso. Con mucho esfuerzo me levanto, las criaturas negras a mi alrededor me observan, al igual que su extraña líder y al maldito causante de mis desgracias.

—Si das un paso más me corto la garganta— digo cuando el Conquistador da un paso al frente—Ya estoy cansada de toda esta situación en Antrez, en el barco y en cualquier cosa que involucre a este bastardo.

—Es inevitable.

—No me digas lo que es o no inevitable— la señalo con mi daga—Ni siquiera sé que diablos eres, de hecho no me lo digas no me interesa, pueden todos irse al pozo de donde salieron.

Giro para irme en cualquier dirección que me aleje de todo este maldito caos.

—Susanit querrá verte, Marderisa— me detengo abruptamente—Al igual que Babet, ellas son importantes para ti, ¿Cierto?

—Que sus nombres no salgan de tu maldita boca— la señalo con mi daga—¿Qué sabes de ellas?— Cuando guarda silencio me altero—¡Habla!

—Las respuestas que deseas la encontraremos a donde vamos.

No sé si sea el dolor constante en mi cabeza, pero decido creer en lo que dice.

—Mantén alejado a ese maldito de mí— guardo mi daga y paso de el Conquistador que observa todo con su mirada de no me importa.

Continuamos el camino y dejamos el bosque atrás.

Entre más profundizamos en Antrez, más se va aclarando el paisaje.

La criatura y el Conquistador caminan juntos mientras las demás criaturas negras los custodian.

Susanit y Babet.

Espero que sea cierto y tenga noticias suyas. Eso me ayudaría a soportar toda esta locura. Criaturas, Dioses, mujeres deslumbrantes.



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En el texto hay: aventura epica, fantasía drama, enemiestolover

Editado: 02.10.2024

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