Sutura - Fragmento Madre.

Capítulo 6 - Fanáticos, sombras y drama multiversal.

El amanecer tiñó el cielo con pinceladas rojizas, evocando la “batalla” que había ocurrido horas antes — aunque Leah sentía más bien que la hubieran molido a golpes—. No se habían movido de ese sitio.

Tenía el frío adherido a su piel, pero también algo más profundo, algo que vibraba bajo su carne, como si cada célula comenzara a percibir algo que antes ignoraba.

Eron permanecía cerca, con la mirada fija en el umbral, que comenzaba a desvanecerse lentamente con la llegada del sol.

Leah se llevó los dedos a las sienes, masajeándolas. Sus pensamientos eran un torbellino, imágenes, emociones, nombres que no le pertenecían, pero que dolían como si fuesen suyos. En su interior, la llama seguía viva. En realidad, nunca se había apagado, era una chispa primitiva, indómita, que se negaba a extinguirse.

—Esto... esto no va a detenerse, ¿verdad? —murmuró, con la cabeza gacha, observando sus manos como si fueran lo más interesante del mundo.

Eron negó con la cabeza, exhausto.

—No. Solo acabamos de empezar.

Silencio.

Un viento gélido cruzó entre los árboles. Ya no estaban solos. Leah lo sintió primero, una punzada en el pecho, un cosquilleo en los oídos, como si alguien hubiese pronunciado su nombre desde muy lejos. Luego, Eron levantó la cabeza, alerta.

—Nos están observando.

Leah se levantó de golpe, girando en un intento de observar su alrededor. Nada.

El bosque se había sumido, una vez más, en una inquietante tranquilidad. Los pájaros habían dejado de cantar. Incluso el viento parecía haberse quedado en pausa .

Y entonces, del costado del claro, surgieron dos figuras encapuchadas.

Leah retrocedió un paso instintivamente, mientras Eron se interponía entre ella y los desconocidos, adoptando una postura defensiva.

—No vinimos a pelear —dijo una de las figuras, con voz grave—. Pero si debemos hacerlo, lo haremos.

La otra, más delgada, bajó la capucha.

Era una mujer joven, tal vez de unos veinticinco años. Su rostro era afilado, los ojos grises como acero. Cabello trenzado hasta la cintura. Había algo felino en su manera de moverse, una gracia peligrosa.

—Eron, nos enviaron porque cruzaste el límite. El ritual estaba prohibido.

—Tenía que hacerlo, Rhiannon. No había otra forma. Leah necesitaba despertar.

Rhiannon giró el rostro hacia Leah, analizándola. No con desprecio, sino con una intensidad que la hizo sentir desnuda.

—Así que tú eres la llave —murmuró—. Has vuelto a abrir las puertas, niña.

—¿Quién eres? —preguntó Leah con firmeza, obligándose a mantener la mirada.

—Una vigía. Como Eron lo fue, una vez. Custodiamos los fragmentos de la Verdad. Protegemos lo que queda del equilibrio.

La segunda figura también se descubrió el rostro. Era un hombre de piel oscura, cicatrices cruzándole el cuello y la mejilla izquierda. Sus ojos, sin embargo, no mostraban dureza. Al contrario; había compasión y amabilidad en ellos. Se presentó como Kael.

—Desde hace siglos, velamos por lo que dormía —dijo él—. Pero ahora que estás despierta, no hay forma de volver atrás.

Eron suspiró.

—Necesitamos su ayuda. Lior sabe que ha comenzado el ciclo. Intentará romper el velo por completo. Leah no está lista aún. Y si él cruza otra vez...

—Lo sabemos —interrumpió Rhiannon—. Lior no está solo. Ha reunido a sus asquerosas ratas para hacer su trabajo.

Kael agregó, en voz baja.

—Los llaman los Heraldos de la Noche. Y no son solo fanáticos. Algunos fueron como tú, Leah. Almas rotas que no soportaron la repetición.

Leah tragó saliva. Las piezas comenzaban a encajar. Ya no era solo una guerra interna. Había un conflicto más grande. Una historia viva, arrastrándose desde el pasado hacia ella.

—¿Qué quieren de mí? —preguntó—. ¿Qué se supone que haga ahora?

Kael dio un paso al frente. Se inclinó apenas, como si respetara algo que ni ella entendía aún.

—Recordar. Pero también resistir. Tu alma está compuesta por fragmentos, Leah. Cada uno encierra una parte de lo que fuiste... y de lo que puedes llegar a ser.

—¿Y si no lo logro... si me pierdo? —dijo ella, con la voz quebrada.

—Bueno, no pasará nada importante, solo que el mundo se irá a la basura —respondió Rhiannon sin titubear.

Un silencio denso se instaló entre ellos. Leah bajó la mirada. No había pedido nada de esto. Y, sin embargo... algo dentro de ella ardía con un propósito nuevo.

—¿Qué hay de Lior? —preguntó de pronto—. ¿Dónde está ahora?

Eron miró a los vigías, quienes intercambiaron una mirada insegura.

—Desapareció después de que lo heriste —dijo Kael—. Pero hay algo más. Anoche, otro umbral fue abierto al sur, cerca de la vieja cantera.

—¿Otro? —preguntó Eron, alarmado.

—Sí. Y no fue Lior quien lo abrió. Fue una joven —dijo Rhiannon frunciendo el ceño —. Pero su alma... no era completamente humana.

El corazón de Leah latió con fuerza.

—¿Otra como yo?

Kael asintió.

—O una parte de ti que ha tomado forma propia.

Las palabras cayeron como una losa.

Eron pasó una mano por su rostro, claramente estresado.

—No puede ser...

—Debemos ir a buscarla —dijo Leah con resolución—. Si esa... parte de mí está suelta, Lior también querrá tomarla. Necesito saber quién es. Qué busca.

Rhiannon la observó, aprobando su temple.

—Te ayudaremos. Pero deberás enfrentarte a más de lo que imaginas, Leah. Esto no es un patio de juegos; es adaptarte o morir.

—Entonces que así sea —murmuró ella—. No voy a dejar que el pasado vuelva a escribirse con mi sangre.

Horas después, en una cabaña protegida por encantamientos antiguos, Leah dormía profundamente. Kael vigilaba desde el porche, mientras Rhiannon y Eron discutían en voz baja.

—No está lista —decía Eron—. Despertó, sí, pero eso no significa que comprenda la magnitud de lo que arrastra.

—Y sin embargo, eligió. Se quedó. No huyó como cobarde — respondió Rhiannon.




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