Sweet baby

Capítulo 8

—¿Lo tenemos claro entonces? —pregunta Noah mientras bajamos del coche.

Dejo salir un suspiro cansado, cerrando la puerta del conductor una vez he puesto mis pies en el asfalto del parking.

—Sí, sargento —froto mis manos una contra la otra, viéndole por encima del capó del coche cuando bajo del asiento del copiloto con la bebé en brazos—. Sean y Halle van directos a la farmacia, tú y yo a Mundo bebé, y en media hora nos reunimos todos en la fuente para ir al supermercado y a comer.

Sean palmea mi hombro izquierdo cuando pasa por mi lado, Halle está detrás de Noah, haciéndole muecas a la bebé, quien se ha despertado hace dos horas y no ha vuelto a pegar ojo desde entonces, y quién lleva todo el camino chillando y toqueteando todo lo que tenía en el coche, llenándolo todo de babas.

—Y luego dices que tienes mala memoria —se burla Sean.

Ruedo los ojos y le doy un golpe en la nuca mientras caminamos a la entrada al centro comercial que hay desde el parking.

—Nunca dije que tuviera mala memoria —la bebé vuelve a chillar feliz. Aprieto las manos guardándolas en los bolsillos de mi sudadera—. Solo digo que no se me da bien memorizar tantas leyes.

—¿Qué tal los últimos juicios? —Halle mira hacia atrás un segundo, dónde estamos Sean y yo, ya que Noah, ella y la bebé van unos pasos por delante de nosotros— ¿Ya salieron las notas?

Me encojo de hombros para responderle, pero ella ya ha vuelto la atención a la bebé en brazos de Noah, que la mira sobre el hombro de mi amigo, al que se aferra como se ha aferrado hace unas horas a uno de los biberones que traía con ella.

—No que yo sepa —me permito mirar unos segundos al bebé al que me he negado a cargar, con una opresión en el pecho que no se me ha ido desde que la vi por primera vez a los ojos hace unas horas.

La bebé pasa su vista de Halle a mi, sonríe de forma boba, agachando la cabeza mordiendo el hombro de Noah, o babeándolo más bien. Aparto la vista cuando la escucho reír y la clavo en las escaleras mecánicas a unos metros de nosotros

—No dijeron nada sobre cuándo estarían subidas a la plataforma, así que supongo que de aquí a dos semanas como pronto estaré revisando... —aprieto mis manos un poco más dentro de la sudadera cuando la bebé chilla de nuevo.

—Nunca entenderé por qué los de derecho hacéis juicios... de casos ya resueltos —Sean entra en la escalera antes que yo cuando llegamos a ellas, se coloca de lateral, sin darle la espalda a su novia ni a mi, a pesar de que Halle lleva horas prestando más atención a la bebé que a él—. ¿De qué os sirve? Siempre lo he visto en las películas, y nunca entendí porque se hacen.

—Es una forma que tiene el profesor de calificar a los alumnos —Noah gira un poco la cabeza en dirección a Sean, a quién le da la espalda, pero el bufido baboso del bebé le hace volver la vista al frente, dejando a la niña de nuevo cara a cara con la rubia—. Dependiendo del abogado e incluso del juez, un caso puede tener diferentes enfoques, y, aunque esté resuelto, no quiere decir que no haya otros caminos para llegar a otra sentencia e incluso llegar a darle la vuelta al propio caso.

—Más o menos si —fruncí el ceño viendo la nuca de Noah—, ¿por qué sabes eso?

—Uno de los chicos del orfanato empezó con juicios simulados hace unos meses, nos mandó una carta a nana y a mí contándonos todo y pues, eso era uno de los detalles. Sabía que nana no lo entendería y decidió explicarlo todo...todo —Noah suspira, saliendo de la escalera, deteniéndose a un lado para acomodar a la bebé en brazos con una mueca. Debe estar cansado ya—. Ahora me sé de memoria el caso de los señores McFly y las cuatro vías diferentes que el abogado defensor tomo para mantenerlos en libertad pese a las pruebas en contra de ellos.

—¿Cansado? —Halle sonríe acercandose a él— Puedo cargarla un rato si quieres.

—¿Se te ha quitado el miedo a que se te caiga? —Noah arquea una de sus cejas mientras sienta entre sus brazos a la bebé, dejando la espalda de ella pegada al pecho de mi amigo.

La rubia mira a la pequeña, dubitativa, luego decide negar con una sonrisa de disculpa y vergüenza. Noah se ríe, llamando la atención de la bebé que chilla.

—Eso pensaba —él baja la cabeza hacia la niña y luego vuelve mi vista a mi.

—Ni de coña —gruño apartando la mirada hacia los amplios pasillos del centro comercial, que se encuentran semi vacíos debido a las horas que son.

—Liam...

—Acércame ese bebé y te juro que te dejo el ojo morado, Noah.

Aparto la vista de las tiendas de electrónica que tenemos enfrente, y vuelvo la vista a Noah. El cabrón se ha acercado a mí en dos zancadas y ha pegado a la bebé tanto a mi, que se ha aferrado a mi sudadera con las manos llenas de babas, mojándola.

Apenas me da tiempo a sacar las manos de los bolsillos y sujetar como puedo a la niña, antes de que el imbécil del pelinegro que tengo como amigo, retire sus manos. Por unos segundos el corazón se me para en el pecho, pensando que la pequeña se iba a caer al suelo, y me aferro tanto a su cuerpo diminuto que la oigo protestar con un bufido de babas que moja aún más mi ropa.

—Me cago en toda tu santísima estampa, Noah —miro al idiota con molestia.

Él, por su parte, se aleja riendo, acercándose a Halle y Sean, quienes me miran con pavor. Bajo la vista hacia mi pecho, donde la bebé me mira, expectante y curiosa, con su puño derecho metido entre sus labios, babeándolo, y agarrando mi sudadera con su mano izquierda.

Alcé la vista hacia mis amigos. Noah, cruzado de brazos, con sus cejas arqueadas mirándome divertido. Halle, jugando con su pelo rubio nerviosa, haciendo y deshaciendo las trenzas que acababa de hacerse. Sean, quien giraba la cabeza de un lado a otro, mirando a cualquier parte menos a la bebé y a mi.

—¿Por qué? —susurro muy suavemente. Tengo tanto miedo de que la bebé se cayera, que apenas soy capaz de respirar, menos de moverme.




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