Sweet Blood

Nuevos Ingresantes

Es comprensible despertar con resaca después de una noche alocada. Eileen pensó que su dolor de cabeza era producto de su anterior estado de ebriedad pero comprobó que estaba equivocada cuando se levantó para dirigirse a su baño personal. 

—Entonces sí sucedió —murmuró y acercó su rostro al espejo para tener una mejor imagen de su cuello—. No estaba alucinando.

El reflejo del espejo evidenció una mancha morada, no muy extensa, con dos puntos en el centro que se hundían sobre su piel. Una marca vampírica que aún se negaba a creer ¿Que podía hacer? La marca era muy obvia pero el maquillaje solucionaría sus problemas aunque le doliera en cada aplicación de la base. Su abuela no se encontraba en casa y tuvo que desayunar sola. Al finalizar su desayuno, lavó su taza junto con el plato que anteriormente contenía tostadas, y corrió por su mochila colocando dentro los libros que debía utilizar en clases. 

Caminó sola hasta la preparatoria, recorriendo el sendero del extenso campo de pastizal verde. Un recorrido matutino de lunes a domingo. Su casa era una de las últimas viviendas alojadas a un costado del bosque pero como su pueblo era caracterizado por ser seguro, no había necesidad de preocuparse por el peligro. 

Cuando llegó al establecimiento, cruzó el umbral de la puerta de su aula y rápidamente caminó a su respectivo lugar para sentarse junto a Alois. Frente a ellas se sentaban Wendy y Ailish.

—Hola Chicas —saludó con normalidad—. ¿Cómo están?

Sus tres amigas voltearon preocupadas por su estado.

—Eileen ¿Estás mejor?

Wendy preguntó primero. Alois la miró de reojo.

—Un poco mejor —respondió—. ¿Ustedes?

Las tres evitaron su pregunta. 

—¿Cómo está tu herida? —indagó Ailish pero Alois le advirtió con la mirada para que hablara en tono bajo. Nadie debía enterarse—. Me dejaste preocupada.

No tuvo otra opción que inclinar su cabeza a un costado para mostrar su herida. Las expresiones de sus amigas no daban buenas señales. 

—Dejen de mirarme de ese modo —se quejó—. Mi cara está horrenda, sabía que el corrector de ojeras no ayudaría.

—Sigo insistiendo en que visites un doctor —sugirió Ailish—. Podemos visitar uno hoy en la tarde.

—No es necesario —se negaba a poner un pie en el hospital—. Pronto sanará, no se preocupen.

El profesor de matemáticas ingresó con su portafolio. Eileen corría con la suerte de tener a Alois a su lado, de lo contrario, no entendería absolutamente nada en esa materia. Su amiga es una especie de genio con los números. 

—Buenas tardes chicos. Antes de pedirles que saquen sus tareas...

—¡No dejó ninguna tarea! —respondió Bruce, uno de los galanes de la preparatoria—. No dejó nada el lunes pasado.

Su compañero Oliver aguantaba las ganas de reír. El profesor sí había dejado tarea la semana pasada pero evidentemente nadie quiso realizar los ejercicios.

—Sí dejé tarea —afirmó el docente— No podrán evadir sus responsabilidades —abrió su portafolio, sacando una planilla de asistencia—. Faltan tres meses para que acaben las clases y ustedes se gradúen pero tengo una noticia. Tenemos un alumno nuevo, su nombre es...veamos...—observó la planilla buscando el apellido—. Declan Howell.

—Tiene que ser una broma —susurró Eileen, sin poder creer lo que sus ojos presenciaban—. No…

Debía ser una maldita coincidencia. No podía ser el mismo extraño que la atacó durante la madrugada. Indudablemente no se equivocó y la persona menos pensada cruzó el umbral de la puerta. El sujeto que mordió su cuello ahora estaba parado frente a todos. Vestía completamente de negro y lo que más resaltaba de su pálido rostro eran sus ojos verdes, incluso era más alto que el profesor, probablemente medía un metro y ochenta centímetros. No obstante, Eileen fijó su atención en el brazalete que el masculino portaba en su muñeca izquierda, parecía estar hecho de oro.

Evidentemente él no se inscribió en la preparatoria para terminar el último año. Eileen no descartó la idea de comenzar a sentirse una presa.

—¿Eileen, estás bien? —La voz de Alois la despojó de su hipnotismo—. Te ves tensa.

—Si, solo tengo un poco de frío.

—¿Segura? 

Alois desconfió de sus palabras.

—Sí, sólo tengo frío —aseguró—. No soy tolerante a la baja temperatura y lo sabes.

Quizás cerrar su sudadera ocultaría su propio aroma. A pesar de ello, notó como sus compañeros observaron a Declan con asombro. La realidad era que él nuevo alumno expresaba con una mirada su odio contra el mundo.

—Bien, sus padres se mudaron al pueblo hace poco, así que debe terminar sus estudios —prosiguió el profesor, comunicando la situación del joven—. Espero que te sientas cómodo.

—Gracias —respondió Declan mientras el profesor se sentaba sobre la silla junto al  escritorio.

El mundo parecía estar en contra de Eileen ya que los pupitres situados a su izquierda estaban desocupados. Declan se sentó en ese lugar y luego de acomodar sus pertenencias colocó ambas manos sobre su cuaderno mirando fijamente al frente.

—Muy bien chicos —el profesor comenzó la clase—. Saquen sus cuadernos, hoy veremos las llamadas Derivadas.

Las horas eran eternas y Alois no notaba su incomodidad debido a que se encontraba sumamente concentrada en la explicación del profesor. Lo único que Eileen deseaba era que todo fuera producto de un sueño y que en realidad nada de eso estuviera sucediendo. 

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Afortunadamente la hora del receso fue anunciada por el timbre escolar. Wendy y Ailish fueron las primeras en ponerse de pie para dirigirse a la salida, Eileen fue la tercera y Alois la última. Todos se retiraron del aula y caminaron en dirección a la cafetería así como otros al campus. Ailish encontró una mesa libre ubicada en el centro del buffet y ninguna dudó en tomar asiento, ciertamente conseguir un lugar era imposible.

Como en todas las preparatorias, siempre existen grupos populares y aquellos que pasan desapercibidos, incluso los grupos que todo el mundo ignora. El grupo de Eileen entraba en la primera categoría. De hecho, muchas veces escucharon decir a sus compañeros denominar a su grupo como "Chicas Pesadas" refiriéndose a la película. 




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