Sweet Blood

¿Me amas?

EILEEN

—¿Hace cuánto tiempo eres un vampiro?

Indagó sentada sobre su cama, tapando sus piernas con la blanca almohada. Su habitación pobremente era iluminaba con una lámpara situada encima de su mesa de luz. Gozaba de estar en penumbras. Declan estaba parado y situado a una distancia de dos metros, apoyando su espalda en la pared.

—Hace 300 años 

Respondió el vampiro.

—¿Todos los vampiros tienen habilidades? 

—No, solo las típicas como telepatía, velocidad entre otras cosas que Hollywood te muestra en cada película —afirmó—. Pero hay una excepción, en el mundo existe una escasa cantidad de vampiros con un don extraordinario llamado teletransportación. Bryana es una de esos vampiros. Es como una especie en extinción pero nadie sabe los orígenes de ese don —declaró sin apartar sus ojos de ella—. Cada clan está conformado por seis integrantes.

—¿Cómo sabes si un vampiro o humano pertenece a un clan? 

—El tiempo lo decide, no es nuestro deber buscar —hizo una pausa—. Me refiero a que esas seis personas debemos compartir los mismos ideales. 

—¿Es decir? 

—Debemos conectarnos tanto física como mentalmente. Si un humano pertenece a un clan vampírico pero no lo sabe, inconscientemente con el pasar de los días sus dones despertarán.

—Solo si pasa su tiempo con vampiros o cerca de ellos —argumentó, continuando la explicación de su compañero.

—Si

Declan flexiona su pierna derecha, posando la plantilla de su calzado sobre la pared.

—¿Cuál es tu especialidad? 

—Soy un líder y guerrero, imposibles de alcanzar o derrotar en batalla —comentó con orgullo—. Nuestro olfato y oído nos caracterizan.

Eileen sujetó su corto cabello en una coleta que tenía de pulsera, pero antes de seguir preguntando Declan hizo un gesto de alerta como si escuchara aproximarse a una persona.

—Tu abuela quiere hablarte.

Eileen inmediatamente agarró su celular para simular estar navegando en una aplicación. Su abuela tocó la puerta y al escuchar el "adelante" entró para asegurarse que todo marchara bien. 

—Eileen, escuché que platicabas con alguien ¿Te encuentras bien?

No debía levantar sospechas. Agradeció que Declan se haya tomado el tiempo de desaparecer antes de que la puerta se abriera. 

—Sí abuela —aseguró sonriendo—. solo hablo con Wendy, acabo de poner la llamada en espera.

—Me alegro, envía mis saludos  —sugirió cerrando la puerta—. Buenas noches, querida.

—Buenas noches abuela. 

La anciana cerró la puerta lentamente, dejando que sus pasos se escucharan alejarse en el pasillo. 

—Tu abuela me agrada.

Declan apareció sentado detrás de Eileen, provocando que se resaltará debido al susto.

—¿Quieres que me muera de un ataque al corazón? —tomó con ambas manos la almohada que reposaba sobre sus piernas y la estampó hacia atrás golpeándolo en la cabeza—. Deja de asustarme.

Declan chasqueó su lengua como protesta. 

—Tengo sed —añadió—. Estoy hambriento.

Entendiendo el significado de aquella frase su piel se erizó al sentir las manos de Declan tocarle los hombros, obligándola a recostar su espalda sobre su pecho y abdomen. Estar recostada sobre él causaba una rara sensación de nerviosismo.

—No muerdas mi cuello.

No añoraba en absoluto soportar de nuevo ese desgarrador dolor.

—Tranquila —él susurró cerca de su oído—. Esta noche tu hombro me parece apetitoso.

Realmente no temía estar a su lado. Su blusa verde, sostenida por tiras del mismo color, no tapaban completamente sus hombros así que comprendió el apetito de su acompañante. A pesar de ello, todo su mundo se detuvo cuando él comenzó a deslizar la tira derecha de su blusa.

—Esto dolerá un poco. 

—Puedo soportarlo —declaró, preparada para aguantar lo que vendría a continuación.

Eileen miró sobre su hombro contemplando a Declan cambiar sus iris de verdes a rojos mientras hacía crecer sus filosos colmillos. Inhaló profundamente y recibió la dolorosa mordida. Quiso apartarse pero fue retenida, Declan tenía razón, el dolor era insoportable. Sin embargo, se estremeció como si algo desconocido despertara dentro de sí misma. Tal parece que él se percató de su estado y no dudó en retirar su mordida.

—Eileen.

La mano derecha de Declan tocó su mentón y le hizo girar el rostro para encontrarse con su mirada. Con exactitud, ambos no comprendieron que sucedió pero los labios manchados de sangre se acercaron a los suyos. Un corto beso bastó para que deleitaran el sabor de sus labios ¿por qué se sentía tan bien? Desafortunadamente, el hermoso momento no perduró por mucho tiempo.

—Lo siento —se disculpó—. No debí hacer eso.

¿Por qué Declan se disculpaba? ¿Acaso no le gustó el beso?

—También lo siento —repitió las mismas palabras—. No sé cómo sucedió.

Como acto de distracción, Eileen retiró la venda que rodeaba su muñeca para corroborar si la herida había desaparecido.

—No sé qué me sucede —sentenció su compañero—. Te veré luego.

Tan pronto como Declan se despidió, en menos de un suspiro él escapó por la ventana sin darle explicaciones. Con las yemas de sus dedos índice y mayor Eileen se tocó los labios sin poder creer el momento que acababa de pasar, pero lo que debió ser una felicidad para ella se convirtió en el sentimiento más desagradable. Pensó que su beso no fue apropiado para el vampiro y por ende se sintió miserable. 

Pese a la situación apagó la única lámpara encendida y se recostó para taparse con las sábanas. En la mañana se ocuparía de indagar cuáles eran las verdaderas intenciones de Declan, porque de algo estaba segura, él ocultaba un gran secreto el cual seguramente la involucraría.

DESCONOCID@

En otro pueblo

Su víctima clamaba por su vida atrapado en el inhóspito callejón. Adoraba observar a su presa acorralada e indefensa sin ninguna oportunidad de huir pero amaba más hacer justicia en lugar de las víctimas de personas que no valoraban su propia humanidad.




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