Sweet Cheek Dolls

Texto

1

Cuando abrí los ojos esta calurosa mañana, el primer pensamiento que se me vino a la mente fue el de mi hija celebrando su cumpleaños número siete. Me imaginé toda la puesta en escena: los globos, las serpentinas, sus amigas vitoreando su nombre mientras soplaba la velita y pedía un deseo, la música de fondo…

En fin.

Cosas que habrían ocurrido en la vida real de no ser por aquel tonto y trágico accidente que cobró la vida de dos almas inocentes… y quebró otra.

Accidente que pude haber evitado si quizás no hubiera sido…

«¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué?»

«¡Fue tu culpa! ¡Fue tu culpa! ¡Fue tu culpa!

Entonces las lágrimas ruedan por mis mejillas a cántaros y termino llorando hasta que me duele la cabeza y vuelvo a quedarme dormido.

2

Me despierto cuando escucho el timbre de llamada del teléfono casi al lado de mi oreja. Abro los ojos de golpe, llevo automáticamente una mano libre al celular que reposa en la mesita de noche y lo primero que observo es la hora: 9:20. Luego el número de teléfono: no está entre mis contactos. Puede ser quien sea. Y no me interesa.

El teléfono vuelve a sonar por segunda vez y resulta ser el mismo número. Lo ignoro.

Suena una tercera. Una cuarta vez.

Contesto, a la quinta, asumiendo que debe tratarse de alguna emergencia. No encuentro otra explicación para ser tan insistente desde el otro lado de la línea.

—¿Sí? —digo con un dejo en la voz, casi en un susurro.

—¿Con el señor James Morrison? —pregunta una dulce voz femenina.

—Soy yo. ¿Con quién tengo el placer?

—Eso no importa. Lo único que necesita saber es que ha sido seleccionado para ocupar la plaza de trabajo que habíamos puesto en oferta.

—¿De qué trabajo se trata? He postulado para muchos…

—El de operador de máquinas en una fábrica de muñecas.

Recodaba el anuncio. Requerían una persona mayor de treinta años. Hombre o mujer. No era necesario que tuviera experiencia. Solo ganas de trabajar bajo presión. No precisaban el sueldo a cobrar o la dirección para una entrevista, solo debían dejar la carpeta digital dando un clic en un link.

—Hola, señor Morrison. ¿Sigue ahí?

—Sí, señorita —contesto, volviendo en mí después de distraerme—. Perdón.

—¿Le interesa el empleo, sí o no?

Ahora no deseaba más en la vida que encontrar un trabajo estable que me ayudara a mejorar mi situación económica.

Y, sobre todo, algo que me salvara de lanzarme del borde de la locura.

—Sí. ¿Qué debo hacer?

—Espero que tenga a la mano lápiz y papel. Escuche atentamente y apunte.

3

Me presento en la dirección que me dictó la señorita a las seis de la tarde, tal como me había indicado. Afortunadamente el sitio se encontraba a poco más de un kilómetro de mi ubicación, así que no me tomó más de cuarenta minutos el llegar a pie. Busco el código C344 en las puertas de lo que parecía un viejo complejo industrial abandonado y cuando lo encuentro observo un botón pequeño de color rojo adjunto a una pantalla táctil. Toco la pantalla con la esperanza de que se encienda, pero no lo hace, así que supuse que estaba fuera de funcionamiento.

Pero no sucedió lo mismo con el botón rojo. Apenas utilizo el dedo índice para apretarlo, emite el sonido parecido al de una llamada.

Timbra una vez.

Y dos.

Y tres.

A la cuarta, alguien levanta el auricular al otro lado. En principio se oye un largo pitido como una especie de interferencia y tras varios segundos, pero de manera abrupta, se queda en silencio.

—Bienvenido señor Morrison.

Una voz robótica me saluda y el susto que me llevo deja mi corazón latiendo a mil por hora en el pecho.

—Por favor, escuche atentamente las siguientes instrucciones y así evitaremos inconvenientes desde el principio. ¿Está de acuerdo?

—Sí señor —contesto sin más opción que obedecer.

4

Una vez dentro de la fábrica, me dirijo por un estrecho pasillo iluminado por unas tenues luces rojas hacia la habitación que la voz de la entrada me indicó que debía buscar: una con la leyenda “puesto de ensamble”. Paso por varias puertas que no tienen letrero de identificación hasta que al final del pasillo doy con la que buscaba. La habitación está abierta y, cuando entro, recuerdo la primera instrucción

«Siempre mantener la puerta cerrada».

Lo hago.

Al inspeccionar mi entorno de trabajo, caigo en cuenta que más allá de las tenues luces cálidas que me alumbran, tengo lo necesario para comenzar mi trabajo. Hay una especie de máquina expendedora conectada a un viejísimo ordenador que en su pantalla iluminada tiene escritas las órdenes de trabajo en una lista.

  1. Apriete el botón verde a la izquierda de la máquina para solicitar una muñeca que proviene del taller de fabricación.
  2. Inspeccione la muñeca en busca de defectos. Se considera defectos: golpes en la estructura, ropa rasgada, partes o piezas faltantes y algún dicho o palabra malsonante que resulte al apretar el botón de voz.
  3. Las muñecas en perfecto estado se empaquetarán en las cajas que dispones a los costados de la habitación.
  4. Las que presenten defectos, deberán ser enviadas por el conducto de la basura, al fondo.
  5. Tu producción de hoy será de cincuenta muñecas en perfecto estado. Por cada error cometido, tu producción aumenta en diez unidades.
  6. ¡Bienvenido y buena suerte!
  7. Por cierto, si no has caído en cuenta, hoy es una fecha muy especial. ¡Es Halloween! Y como tal, la habitación está adornada para la ocasión. ¡Espero te guste! Nos vemos al final del día en la puerta de entrada para que recibas nuevas instrucciones.




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