Syriun

Capítulo 6

El reloj marca las once y media cuando me encuentro frente al espejo, dudando por última vez. La carta encriptada sigue sobre la mesa, su elegante caligrafía grabada en mi mente como un tatuaje invisible. "A medianoche, por la entrada de tus recuerdos". Sé exactamente a dónde debo ir; la misma entrada por la que todo ha comenzado, esa que conduce al corazón oscuro de Syriun.

Mi reflejo me devuelve la mirada, pero algo en mí ya ha cambiado. Mi determinación ha crecido con cada minuto que pasa, y aunque mi mente trata de advertirme de los peligros, algo mucho más profundo me empuja hacia adelante. Me arreglo el cabello una última vez, asegurándome de que estoy lista para lo que sea que me espera.

Antes de irme, me aseguro de que Elyse no se dé cuenta. Cuando Elyse finalmente se queda dormida, su respiración suave llenando el silencio de la noche, sé que es mi oportunidad. No quiero que se entere de lo que estoy a punto de hacer. Elyse tiene una forma de preocuparse que puede resultar sofocante, y no estoy lista para enfrentar sus preguntas, ni siquiera sus miradas de advertencia. Esta vez, necesito hacer esto sola.

Me muevo con cuidado, asegurándome de no hacer ruido mientras me deslizo por la puerta. Mi corazón late con fuerza, tanto por el miedo como por la excitación que me invade. La invitación encriptada ahora está en mi bolsillo, el papel arrugado y desgastado por mis manos inquietas. Aunque he considerado no ir, algo dentro de mí, una curiosidad casi insaciable, me empuja a seguir adelante.

Cuando finalmente salgo del edificio, el aire nocturno me golpea con su frescura, despejando un poco la neblina de duda que ha estado rondando en mi mente. Comienzo a caminar, recordando cada paso de mi anterior visita a Syriun, pero esta vez, con una consciencia aguda de lo que podría encontrar.

Cuando finalmente llego, la noche está envuelta en un aire espeso. La fachada negra del edificio brilla bajo la luz tenue de las farolas, su apariencia exterior engañosa como siempre. Tomo una respiración profunda y me dirijo a la entrada que la carta ha mencionado. El lugar parece familiar y, al mismo tiempo, ajeno, como si mis propios recuerdos estuvieran siendo filtrados a través de una lente borrosa.

El guardia en la puerta me saluda con un gesto apenas perceptible, como si me reconociera. Sin decir una palabra, me permite el paso. <<Esto sí que es extraño>> pensé. Le habrán dicho que venía, supongo.

A medida que cruzo el umbral, siento un cambio en el aire, un ligero aroma y una energía diferente que se apodera de mí. Es como si la oscuridad misma me hubiera abrazado, disminuyendo el miedo que he sentido hasta ese momento.

Al caminar por los pasillos del club, me doy cuenta de que la opulencia del hotel no se refleja aquí. Las paredes están cubiertas de terciopelo oscuro, y la luz es apenas suficiente para ver a unos pocos metros delante de mí. Sin embargo, esa austeridad tiene un encanto propio, una sensación de exclusividad que me hace sentir que este lugar es para aquellos que saben a lo que vienen. <<Yo no soy una de esas personas. Yo estoy caminando a ciegas>>.

Cada paso me lleva más lejos de la realidad, y con cada segundo que pasa, la incertidumbre se disuelve. Me siento libre, ligera, como si hubiera dejado atrás cualquier atadura que me hubiera mantenido cautiva antes. <<Tú no caminas a ciegas, tú sabes perfectamente a dónde vas>>. La música pulsante que se filtra desde el fondo resuena en mis venas, y me encuentro sonriendo, algo que no he hecho en mucho tiempo.

Al llegar al salón principal, el ambiente cambia. La luz roja que tiñe todo el lugar le da un aspecto casi etéreo. Las sombras bailan a mi alrededor mientras las figuras se mueven al ritmo de la música. Y entonces, la veo: Tara. No es la misma chica sonriente y ligeramente nerviosa que conocí antes. Su sonrisa ahora tiene un filo, y sus ojos brillan con una intensidad que no había visto antes.

Ella ya no está fingiendo.

—Pero mira quien regreso. Lisha —dice Tara, acercándose con una sonrisa juguetona—. Este lugar tiene una forma especial de atraer a quienes pertenecen aquí.

Su declaración resuena en mi interior, como si hubiera una verdad en sus palabras que aún no logro descifrar. No respondo, pero mi mirada la sostiene con firmeza. Ella parece satisfecha con mi silencio, como si hubiera esperado que yo entendiera sin necesidad de palabras.

—Vamos, ven conmigo —me invita, tomando mi mano.

Doy un salto ante su toque pero la calidez me sorprende, y sin dudarlo, la sigo. A medida que caminamos, las luces sobre nuestras cabezas se mueven en patrones intrincados, creando un juego hipnótico de sombras y reflejos que parecen fundirse con la música. Es como si el mundo a nuestro alrededor comenzara a desintegrarse, desvaneciéndose en un mar de sensaciones abstractas. El tiempo, si es que aún existe, ha dejado de tener significado. Las paredes del salón principal se difuminan mientras Tara me guía por un laberinto de sensaciones, llevándome a un espacio más pequeño, pero igual de impactante.

Allí, en medio de la penumbra, está Vagne. Su presencia es tan imponente como la recuerdo, irradiando una fuerza contenida que parece llenar la sala. Su postura es relajada, pero hay algo en su mirada que me hace sentir que ella sabe más de lo que deja ver.

—Lisha, me alegra que hayas decidido regresar —dice Vagne con una voz suave pero firme—. Recuerda que aquí, todo es posible, si sabes cómo moverte.




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