Me conocen como la típica Nerd. La chica "tímida", esa muchacha que no mata ni una mosca.
Pff, patrañas. Si me conocieran, o más bien, me distinguieran, de seguro el padre de la iglesia más cercana estaría repitiendo plegarías frenéticamente en mi cara mientras me baña en agua bendita.
No es por exagerar o por ser dramática, soy conciente de que mi compleja personalidad carece de elegancia y delicadeza, por lo que es normal que me encasillen como alguien que es poco empática. Mi léxico consta de bellísimas groserías bañadas en un carísimo sarcasmo que solo puedes encontrar sintonizado en mi encantadora voz.
No es problema mío que las personas de hoy en día no conozcan de gustos y vivan en estúpidos prejuicios. Por esos santísimos prejuicios me apodaron como la Rarita, la Nerd; ¿es tan difícil comprender que por culpa de la tecnología terminé atrofiando mis ojos? Las gafas no son sinónimos de niña con problemas sociales, ¡por Dios!
Ahora sólo quiero ver el mundo arder. Ah, pero no arder en el.