La mirada de Lisy yacía en el pasar de los carros, esperando que alguno de esos fuera el de su madre. Se había sentado en uno de los escalones que llevaban a la entrada principal de su nueva escuela. Una suave brisa acaricio su cabello y permitió que su cuerpo se relajara.
Pensaba.
Pensaba en las situaciones en que podría verse involucrada. En la manera que reaccionaría y actuaría. En los posibles escenarios donde las cosas no terminarían bien y el cómo se sentiría al saberlo.
Tenía miedo.
Recargó los codos sobre sus piernas y su rostro en las palmas de sus manos. No entendía cómo podían vivir los adultos. ¿Acaso no sentían culpa por ignorar a aquellos que la vida les había dado la espalda? Su pecho se apretaba, abatido de solo imaginarlo.
No lo notó, pero alguien la observaba a lo lejos. Una mirada curiosa que se ocultaba detrás de un arbusto, ignorando el hecho de haberse escondido sin ser consciente.
El viento volvió a soplar con fuerza. Los cabellos de Lisy bailaban en el, llevados hacia delante, mientras seguían la dirección del mismo; en ese momento, ocultaron su perfil de aquella persona que la miraba en la lejanía.
—Scott, ¿qué haces?
El pequeño pegó un respingo en su lugar. Llevó su diestra a su pecho para tomar aire después de haber descubierto de quién se trataba.
—Qué susto, Amelia —la reprendió con la mirada—. Estoy esperando a mi mamá, quiero sorprenderla. —No titubeó ni un poco al dar su respuesta, era una de sus tantas capacidades innatas para salir de situaciones problema.
Amelia se inclinó para ver el paronama que hacia un momento Scott, observaba con tanta cautela.
—¿Ella es...? —Entornó su mirada color avellana, intentando distinguir el rostro de Lisy—. ¿Número doce?
—¿Número doce?
—Sí, sí, es ella. Nuestra compañera. No recuerdo su nombre pero sí me sé el número de su silla —Sonrió orgullosa—. ¿Qué hace ahí, tan sola? ¿Por qué no le hacemos compañía? Qué cruel eres, pensé que eras más educado —Se cruzó de brazos, mostrando desaprobación.
Scott suspiró aliviado, en su interior.
—Sabes que no soy bueno dando el primer paso cuando se trata de niñas, Amelia —se defendió—. Y no es como si ya tuviéramos un tiempo siendo compañeros. Capaz ni siquiera me distingue.
—Bueno, tiene sentido para mí —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Podría presentarme y ser su amiga. Te la presentaré después de eso. —Su pecho se hinchó con orgullo, había encontrado la solución en casi nada.
Me agrada que seas un poco distraída, pero no te pases, ¿sí? Pensó Scott, mientras forzaba una sonrisa.
—Vale, voy a hablarle.
—¡No! —exclamó desesperado, tomando el brazo de Amelia con mucha fuerza. El corazón lo sentía a mil por minuto. Sus mejillas se tornaron rosadas y soltó con rapidez a Amelia cuando notó que había actuado de manera precipitada—. D-Discúlpame, Amelia, fui grosero contigo.
—Creo que eres demasiado tímido para tu propio bien, Scott. No te preocupes, entiendo que quieras hacerlo conmigo. —Amelia volvió a sonreír con orgullo. Pensó que Scott quería dejar su timidez y demostrar que él también podía ser osado. Entonces, la había detenido un segundo antes de perder la oportunidad para serlo.
¿Eh? ¿De qué está hablando? Pensó Scott, totalmente confundido.
—¿De qué hablas, Amelia? —inquirió, sintiendo preocupación.
Sabía que Amelia llegaba a conclusiones muy fuera de contexto.
—Deja y miro si sigue ahí. —Amelia se asomó y se encontró con que Lisy ya se había ido —. Ah... —Se giró para mirar a Scott—. Lo siento, Scott, ella ya se fue —expresó desanimada.
El pecho de Scott se hinchó como si se hubiera liberado de una carga muy pesada, permitiéndole respirar con normalidad.
Ya puedo respirar... Pensó. Espera, ¿qué estoy diciendo?
Su mirada termino en el césped. En su rostro anonadado se podía leer: 'cerebro.exe ha dejado de funcionar. Reiniciando sistema'.
—Scott, ¿estás bien? —Amelia agitó su mano enfrente de Scott—. Ah, creo que lo dañé —dijo, mirando a la nada, al igual que Scott.
⚯
—Mira, este es word. Te encontrarás con esta hoja en blanco a lo largo de tu vida. Sentirás impotencia, estrés, el fin de cualquier esperanza y bueno, entre otras cosas horribles.
—Si es tan feo, ¿por qué tengo que usarlo?
—Bueno, eso depende del trabajo que vayas a elegir para sustentar tu vida —dijo mi madre, pensativa—. Tal vez no deberías preocuparte, por parte de tu papá podrías tener una labia asesina para redactar esas conclusiones salva vidas. En cambio... —Volteó a verme—. No esperes mucho de los genes de tu madre. Lo siento, Cariño, no soy yo, son nuestros ancestros.
Sostuvimos la mirada por un momento, terminamos suspirarndo en unísono al saber que era cierto.
—Gracias por tomarte el tiempo de explicarme, Mami.
—No sé porqué pero esperaba que me dijeras 'progenitora'. En ese caso hubiera respondido 'de nada, primogénita'.
—Si quieres lo digo de nuevo —sugerí.
—No, ya no, pierde la magia —suspiró —. Cambiando de tema. ¿Hay algo que quieras hacer?
Mamá me había recogido un poco tarde, pero sucedió porque quería adelantar trabajo para pasar más tiempo conmigo. Almorzamos en un restaurante. De ahí decidimos dar un paseo por el centro y conversar un poco. Ella se quejó de sus compañeros de trabajo y yo le conté sobre las clases. Al final terminamos en casa, hablando de la importancia que ha cobrado la tecnología. Así que quiso enseñarme un poco sobre las herramientas que usaré en mi formación académica.
—Excel le cambió la vida a las personas que trabajan con demasiados datos. En Youtube hay cursos que te enseñan a usarlo, no te olvides de dar like y escribir algo bonito. Aquellos que se toman el tiempo de enseñar sus conocimientos valen oro —Su mirada se iluminó—. Valora el esfuerzo de las personas, Lisy. Los humanos pueden ser muy desagradables, son pocos los que se llegan a preocupar por el prójimo, y si llegas a ver a alguien que está siendo abusado, procura prestar mucha atención.