La mayoría de las novelas muestra que el amor existe después de estos tres eventos; hay muchos pero quise guiarme por los más conocidos.
Esta el amar sin ser correspondido y destruirnos llorando por esa persona que daño nuestro corazón para darnos cuenta luego de que lo mejor estaba por venir y que el llanto derramado fue solo la manera de expulsar nuestros viejos sentimientos.
También está cuando se encuentra a quien te ama sin reservas y valora cada momento contigo pero ¡Bingo! Ya estás traumada y por temor a sufrir lo mismo, hacemos que esta vez el desengaño amoroso caiga sobre esa persona, para luego llorar desconsoladamente y darse golpes de pecho por qué justo en ese momento caímos en cuenta que habíamos errado por completo.
Por último, están los que después de pasar las situaciones anteriores encuentran a la pareja perfecta, dejan los traumas y fantasmas del pasado para aventurarse en el mágico mundo del romance y posteriormente el matrimonio, llegando a ser felices para siempre. O al menos algunos, porque otros se dan cuenta nuevamente, que fue un error casarse y deciden divorciarse para volver a empezar el círculo vicioso, ¡ah y sin dinero! por qué hay que repartir los bienes en dos, y ni pensar en los hijos si tienen. Pero al menos hay consuelo de que la minúscula parte de los divorciados deciden quedarse solos y vivir de manera muy calculadora y práctica.
Eso es irónico ¿Cierto?
Al menos yo, no creo exista la pareja ideal.
Tampoco creo en las novelas románticas con finales felices. Esos escritos hacen que tu mente vuele hacia un mundo desconocido donde prima el amor y no puedas volver a razonar.
Tampoco creo en los finales felices, ni el juntos para siempre.
Bahh! Definitivamente esa no soy yo.
Yo soy, Victoria García y no creo en el amor, creo devotamente en las relaciones donde las parejas buscan placer sexual y dónde alejan a la soledad con la compañía de las mismas, equilibrando así sus vidas, una pareja es y será siempre un contrato donde si apuestan sabiamente ambos salen ganando.
Así de simple.