Nora
–No sé si es buena idea.
–¡Claro que lo es! –Carol se acerca a mi maleta–. Venga, busquemos algo para ponerte.
–Carol… –suspiro, sentada en mi cama–. No es una buena. ¿De qué me sirve querer alejarme de él y olvidar lo que sigo sintiendo si ahora voy a aceptar ir a cenar con él? Tú misma lo dijiste, tengo que pasar página.
–Puedes pasar página yendo a cenar con él y hablando como las dos personas adultas que sois.
–¿Tú lo hiciste?
–¿Con mi ex y mi hermana? –pregunta de espaldas a mí–. No. A mi hermana le tiré el bolso a la cabeza y a mi ex el anillo de compromiso. Luego me di cuenta de que debería haberme comportado como una adulta.
–Yo también hubiese reaccionado así… –murmuro, pensativa, justo cuando ella se gira hacia mí con un conjunto–. No, ese no.
Carol frunce el ceño, echándole un vistazo al conjunto que tiene en sus manos y luego a mí.
–¿Por qué?
–Porque no –me levanto y luego a dejar en la maleta.
–Entonces, ¿para qué lo traes?
–Porque mi mejor amiga me obligó –me encojo de hombros, girándome de nuevo hacia ella–. Carol, no voy a ir. No va a servir de nada.
Mi amiga pone los ojos en blanco y suspira, negando con la cabeza, sin estar de acuerdo con mi decisión. Luego, vuelve a mirarme.
–Te voy a ser sincera –dice–. Sé lo que te dije y sí, deberías pasar página. Pero repito, a veces es mejor hablar las cosas. Si yo me he dado cuenta de la tensión que hay entre vosotros, todos lo hemos hecho. Al menos, ir a esa cena puede arreglar las cosas y os podéis ver en los sitios sin esa tensión y pudiendo hacer vuestros respectivos trabajos tranquilos.
–Yo hago mi trabajo tranquila –frunzo el ceño.
–Tú haces tú trabajando evitando a Tyler. Y te recuerdo que trabajáis en, prácticamente, lo mismo. Tenéis que veros a diario –insiste.
Suspiro y me vuelvo a acercar a la cama, tumbándome boca arriba y tapándome la cara con las manos. ¿En qué momento piensa Tyler que ir a cenar los dos juntos es buena idea? ¿En qué piensa? Por mucho que le haya dicho que no le odio… ¿qué necesidad hay de proponer una cena? Ya sabe lo que pienso, no quiero que siga insistiendo en ese tema.
En el fondo tienes ganas de ir a esa cena.
No serviría de nada.
¿Quién lo dice?
Yo.
Tú sueles tomar malas decisiones.
–Nora –Carol se sitúa frente a mí. Aparto las manos de la cara para mirarle–. Venga. Sólo es una cena. Vas, le dices que no insista más, que necesitas tu tiempo y espacio, y listo.
–Eso ya se lo he dicho.
–Pues se lo repites, y sin acabar discutiendo.
Nos aguantamos la mirada unos instantes y yo vuelvo a suspirar, cerrando un segundo los ojos.
–¿Y si…? –comienzo a decir.
–No, no hay más excusas –me interrumpe. Agarra mi mano y tira de mí, obligándome a levantarme–. Venga, date una ducha, prepárate y ve a esa cena. Si intentar evitarle y no hablar con él no ha servido, necesitas buscar otra opción.
–Eres igual de pesada que mi mejor amiga, que lo sepas –murmuro, levantándome de la cama vagamente.
–Me la tendrás que presentar, entonces –vuelve a coger el mismo conjunto y me lo da–. ¡Venga, a la ducha!
Pongo los ojos en blanco y, sin ninguna gana, cojo el conjunto, la ropa interior también de la maleta y me acerco al baño. No me demoro mucho en estar ahí dentro y, cuando salgo del agua, me apresuro a vestirme con el conjunto que ha elegido Carol para mí. Y Selena. Las dos menos yo.
Consiste en una camiseta granate de manga larga, con un poco de cuello alto y totalmente ajustada a mi cuerpo, junto con una falda a cuadros rojos y azules, también ajustada y hasta mis muslos de largo, además de unas medias y unos botines negros como calzado.
Me quedo mirando mi reflejo unos minutos más hasta que me paso las manos por el pelo y me vuelvo a hacer un medio recogido algo informal, dejando varios mechones sueltos alrededor de mi rostro. Aunque, por supuesto, decido no llevar nada de maquillaje. Me coloco las gafas, me vuelvo a echar un vistazo al cuerpo y, tras ponerme desodorante y colonia, salgo del baño.
Carol sigue esperando sentada en mi cama, y desvía la atención de su móvil hacia mí al instante en el que me escucha salir.
–¡Pero bueno! –exclama, levantándose al instante–. ¡Vas preciosa! Eres de las pocas personas que sin una pizca de maquillaje sigue estando preciosa.
–Gracias –murmuro, acercándome a coger mi bolso negro.
–Podrías mostrar más entusiasmo, ¿no? –enarca una ceja.
–Sigo pensando que no es buena idea ir a esa cena.
–Ya verás cómo mañana me dirás todo lo contrario. ¿Qué hora es? –se gira para mirar su móvil–. Quedan 10 minutos para que tengas que bajar, ven –me tiende su mano.
–¿A dónde?
–A hacerte unas fotos –propone como si nada.
–Oh, no, no, no –niego al instante–. Nada de fotos.
–Tienes tus redes sociales abandonadas desde hace… ¿cuánto? ¿2 meses?
–Casi tres –me encojo de hombros–. No hace falta tener una red social súper activa y subiendo lo que haces cada dos minutos para demostrar que tienes una vida. Me aburre ver siempre lo mismo –suspiro–. ¿De verdad que voy bien?
–Ag, qué tonta eres. Pues claro que sí.
Asiento con la cabeza lentamente y, tras darme un nuevo vistazo en el espejo de la habitación, decido no darle demasiadas vueltas. Como siga así, acabaré cambiándome de ropa a última hora, y tampoco me apetece mucho cambiarme ahora.
Cinco minutos más tarde, decido salir de una vez y salgo junto con Carol de mi habitación. Me avisa de que le escriba si algo va mal y, sobre todo, cuando llegue a la habitación –da igual a la hora que sea–. Al final, ella entra en su habitación y yo me quedo parada en el pasillo unos segundos más.
Vale, sí. Voy a hacerlo.