Nora
Espero la respuesta de mi mejor amiga, que no tarda en llegar en forma de –exacto– un chillido. Niego con la cabeza mientras me sigo pasando las manos por el pelo, intentando peinarlo como a mí me gusta, mientras espero a que diga algo más.
–¡¡Y no me dijiste nada anoche!!
–Porque sabía que ibas a actuar, exactamente, así –suspiro, dejando caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo–. Al final voy con los pelos de loca que tengo ahora mismo, aviso.
–Bah, seguro que no estás tan mal. ¡Pero no me cambies de tema! ¿Cómo fue?
–Normal.
–¿Normal? ¿Qué respuesta es esa?
–Pues que fue normal. No sé qué más decirte.
–Cada día estás más tonta, lo tengo claro. ¿Hablasteis de algo? ¿Se disculpó? ¿Lo perdonaste? ¿Acabasteis haciéndolo en el baño de tu habitación? ¡Cuéntame algo más!
Suspiro e, implorando paciencia para poder peinarme como yo quiero, le cuento a Selena todo lo que ocurrió anoche. O, básicamente, lo que no ocurrió. Y, mientras lo voy contando, me doy cuenta de que tengo razón en mi respuesta: todo fue normal.
Ella escucha atenta y sin interrumpirme –un gran detalle viniendo de ella– y termino de contarle todo cuando, por fin, consigo dejar mi media melena como quiero que quede: un moño alto y un poco informal, con varios mechones sueltos. Sí, ahora sí me gusta.
–Entonces, genial, ¿no? Es un gran paso –dice Selena.
–¿Un gran paso para qué?
–Para que lo arregléis –responde, como si fuese obvio.
–¿Arreglar el qué? –hago una pausa–. Selena, él sigue con Jessica. No va a pasar nada entre nosotros.
–Podéis llevaros bien sin necesidad de tener una relación sentimental, ¿no?
–Sí, si yo sólo quisiese eso… –murmuro, guardando las cosas en el neceser–. Me sentí cómoda, sí. Me lo acabé pasando medianamente bien, sí. Pero… ¿sigo queriéndole? Obviamente. Y no me va a ayudar irme de cena con él a partir de ahora.
–Ya, pero al menos podéis arreglar las cosas.
–Ahora mismo te estás pareciendo demasiado a Carol. Recuérdame que cuando volvamos a Los Ángeles, te la presente –cojo mi teléfono y salgo del baño, mirando la pantalla–. Amor mío, te voy a dejar. Tengo que bajar en cinco minutos y no quiero llegar tarde. Y sí –añado antes de que me interrumpa–, te enviaré fotos si encuentro a algún crush tuyo, no te preocupes.
–¡Eres la mejor! –exclama–. Pásalo genial, vida mía.
Me despido de ella, guardo el teléfono en el bolso y me echo un último vistazo en el espejo. Para el preestreno de hoy he elegido unos pantalones cortos de rayas verticales grises y blancas con un cinturón a juego, de cintura alta, junto con una camiseta blanca sin mangas y un blazer rosa para darle más color al conjunto. Por supuesto, he decidido ponerme unas medias del color de mi piel y, para terminar, mis botines negros de siempre.
Al menos, hoy voy un poco más cómoda.
Tras asegurarme de que voy bien y no se me olvida meter nada en el bolso, salgo apresuradamente de la habitación. Ya deben de estar todos –o casi todos– esperando.
Estoy a punto de tocar el botón del ascensor para que llegue a mi planta, echándole un último vistazo a mi bolso –soy muy paranoica, lo tengo que revisar todo varias veces– cuando, en lugar de tocar el botón, toco un dedo y me sobresalto.
Al levantar la mirada, veo a Tyler.
Uh, genial.
–Pareces ir con prisa –comenta él colocándose a mi lado.
–No quiero llegar tarde.
–Bah, vas bien –se encoge de hombros y me hace un gesto cuando las puertas del ascensor se abren–. Tú primero.
–Gracias –sonrío un poco.
Pulso el botón de la planta principal cuando él también entra, poniéndose a mi lado, y las puertas se cierran. Estoy a punto de mirarme en los espejos del ascensor pero me contengo al recordar que Tyler está a mi lado –no sé por qué, no me preguntéis– y me aclaro la garganta, por inercia.
En cambio, el silencio que nos envuelve no dura mucho.
–¿Te puedo decir algo? –pregunta Tyler.
–Sí, claro.
–Vas guapísima.
¿Me esperaba cualquier cosa menos esta? Obviamente.
Viniendo de Tyler deberías esperarlo.
También es verdad.
Sin poder esconder la sonrisa, le miro y siento como las mejillas se me sonrojan. Tengo que admitir que él también va guapísimo –como siempre, realmente–. Hoy ha optado por un traje gris, totalmente a su medida, con una camisa blanca básica debajo. Para completar el conjunto, ha elegido unas zapatillas blancas.
¿Habrá algo que le quede mal a este chico?
Lo dudo.
Yo también.
–Tú también –le digo al instante en el que se abren las puertas.
Apenas nos mantenemos la mirada un segundo justo cuando una pareja entra en el ascensor y todos tenemos que salir de una vez. Por suerte, hemos llegado a tiempo y, tras un par de minutos ahí con todos, salimos del hotel rumbo al cine donde se hará el preestreno de la película.
La llegada es como todas las anteriores. Fans eufóricos de ver a los actores, periodistas acercándose a preguntarles y fotógrafos haciéndose hueco para tener la mejor fotos de todas. Y yo, como todas las veces anteriores, me aparto a un lado y espero junto a Carol y los mánagers a entrar en el cine.
La verdad es que es genial el ambiente que hay en todos los preestrenos. Yo sabía que esta trilogía de películas tenían una gran ola de fans por todo el mundo, pero verlo aquí, con mis propios ojos… incluso a mí, siendo sólo la chica en prácticas, me emociona ver como tanta gente apoya un trabajo de tantos años de trabajo y esfuerzo.
De nuevo, vuelven a ver varios actores invitados a que ven la película, compañeros o amigos de algunos de los que han participado en el rodaje. Ahora mismo estoy viendo a Keanu Reeves y Reese Whiterspoon, así que no dudo en coger mi teléfono y, disimuladamente, enviarle una foto de cada uno a mi querida mejor amiga antes de guardar el teléfono.