Tal vez es siempre

Capítulo 22

Nora

No puedo dormir.

Por mucho sueño que tenga y por muchas ganas que tenga de dormir, no puedo hacerlo. La noche se llena de pesadillas. Siempre que consigo conciliar el sueño, aunque sea durante una hora, vuelvo a tener las mismas imágenes recreándose en mi mente. Una y otra vez.

No sirve de nada que siga intentándolo. Pasa una hora, luego dos, luego tres… y mis párpados incluso llegan a negar cerrarse y poder dormir.

Agobiada, suelto un suspiro y me quedo mirando el techo antes de desviar la vista a mi lado, donde Tyler está dormido. Le pedí que se quedara conmigo y seguramente se durmió cuando pensaba que yo también lo había hecho. Pero me desperté poco después. Él, en cambio, sigue durmiendo tranquilamente y yo no quiero despertarle.

Con cuidado de no hacer demasiado ruido, me levanto de la cama, me pongo las gafas y me acerco a coger mi portátil. Vuelvo a la cama y me acomodo con la espalda en el cabecero y el ordenador frente a mí, encendiéndose. En cuanto ya está encendido, abro el documento donde se encuentra mi guion.

Si no puedo dormir, al menos mantendré mi cabeza ocupada haciendo otra cosa.

Estoy tan concentrada en lo que estoy escribiendo que no me percato del movimiento de Tyler a mi lado ni de que se ha despertado hasta que no habla:

−¿No puedes dormir? –me pregunta y me sobresalto−. Perdón, no quería asustarte.

−No pasa nada, es que no sabía que te había despertado.

−No has sido tú, me he desvelado yo solo –se mueve un poco más, incorporándose−. Dime, ¿no puedes dormir?

−No –murmuro, aclarándome la garganta cuando escucho que mi voz sale un poco entrecortada. Vuelvo a mirar el ordenador−. Pero tú puedes seguir durmiendo.

Siento su mirada sobre mí durante varios segundos hasta que se acomoda un poco más en la cama, sentándose de la misma forma que yo. Le miro al instante.

−No importa, me quedaré despierto hasta que puedas dormir –se encoge de hombros−. ¿Quieres hablar de ello?

Sé que a veces –o siempre− hablar ayuda, pero esta vez sacudo la cabeza. No quiero seguir sintiéndome tan débil.

Él se conforma con mi respuesta y se apresura a cambiar de tema, señalando con un movimiento de la cabeza la pantalla de mi ordenador.

−Cuéntame, ¿qué haces? –pregunta.

−Estaba escribiendo un poco –le explico, agradecida por el cambio de tema.

−¿Puedo saber el qué?

−Es un guion.

−¿El que me contaste que escribiste?

Vaya, también se acuerda de ese detalle.

Niego con la cabeza antes de echarle un nuevo vistazo al documento abierto.

−No, es uno nuevo. Lo empecé a escribir hace unos meses, cuando… dejamos de vernos –murmuro esa última frase−. Ya lo estoy terminando.

−¿Y puedo saber más de él? ¿O seguirás manteniéndolo en secreto como el anterior? –enarca una ceja, sonriendo un poco de lado.

−Bueno… es… −me quedo mirando el documento antes de decidir contarle de qué trata−. Un grupo de jóvenes hacen un viaje a las Hawái y allí conocen a dos chicos que les invitan a ir a una isla que poca gente conoce; nadie vive allí y podrán estar solos el tiempo que quieran –hago una pausa−. Cuando ya están allí, un grupo de personas los secuestran y… bueno, la idea se resume en que tienen que sobrevivir –suspiro−. Una idea muy simple, pero se me ocurrió y…

−No es una idea simple, es una idea bastante buena –me interrumpe−. ¿Puedo leerlo?

Me quedo mirándole un momento y él espera una respuesta, paciente, con una de sus manos en mi espalda, posada con delicadeza.

−Vale –digo finalmente.

−¿Vale? Vaya, pensaba que dirías que no.

−Siéntate afortunado. En otro momento seguro que te hubiese dicho que no –me encojo de hombros, colocando el ordenador entre los dos.

−Enséñame, entonces. Por si cambiar de opinión.

Asiento con la cabeza y, volviendo al principio de ese documento, comienzo a leer junto a él el inicio de la historia. Son bastantes páginas y no quiero que él se quede despierto si está cansado, pero él insiste en que no dormirá hasta que yo lo haga, y como no puedo hacerlo, realmente le agradezco que se quede despierto conmigo.

Al menos, mantendré la mente ocupada en algo que no sea…

No pienses en eso.

Sí, vale.

* * *

Comienzo a despertarme y llevo una mano a mis ojos al instante, frotándolos un instante antes de abrirlos completamente y ahogar un bostezo. ¿Qué hora es? Ni siquiera recuerdo haberme quedado dormida. Lo último que recuerdo es estar enseñándole el guion a Tyler y dejarme caer en su hombro, cansada.

Vale, seguramente me dormí así.

Ni siquiera sé lo que realmente me despierta hasta que no me desvelo un poco más y vuelvo a percibir el olor a café y tortitas desde mi cocina. Me incorporo un poco y con la vista borrosa –aún no me he puesto las gafas− veo que Tyler no está a mi lado, sino en la cocina.

Me pongo las gafas y me quedo mirando su espalda un momento. Inevitablemente, una pequeña sonrisa se instala en mi rostro al verle ahí. Me gusta este Tyler. Me gusta que esté aquí conmigo, que se preocupe tanto por mí.

Me levanto y voy donde está él, deteniéndome a las puertas de mi habitación.

−Buenos días –le saludo, aclarándome un poco la voz cuando me sale un poco ronca.

Al instante, se gira hacia mí.

−Buenos días –dice él−. ¿Has dormido bien?

−Sí, un poco sí.  Me quedé dormida cuando te enseñaba el guion, ¿verdad?

−Sí, me dejaste con la duda de cómo terminaba.

−Podrías haberlo terminado.

−Quería que lo hicieras tú –se encoge de hombros−. ¿Tienes hambre? He preparado tortitas y café para el edificio entero, pero bueno.

−Ya veo ya –río, viendo que, efectivamente, ha preparado una montaña de tortitas demasiado grande sólo para nosotros dos−. No te preocupes, los guardaré si sobran. Voy al baño un momento, ahora vengo.



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En el texto hay: romance, amor, cine

Editado: 15.12.2021

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