Tal vez es siempre

Capítulo 24

Nora

Salgo del agua del mar y corro –literalmente– hasta la toalla, la cual me paso por los hombros y me abrazo a mí misma. Me quedo mirando como Tyler se acerca a mí, andando tranquilamente, y me mira divertido.

–Ni se te ocurra reírte –le señalo con el dedo índice.

–No he hecho nada –alza ambas manos, pero sonríe divertido.

–Como si no te conociese… –enarco una ceja.

Él se seca con su toalla rápidamente y me mira, abriendo los brazos. Me hace un gesto para que me acerque y yo le miro dudando un momento.

–Venga, ven.

Termino por acercarme a él y, cuando estoy frente a él, me envuelve entre sus brazos mientras yo aún estoy con la rodea rodeándome el cuerpo. Sonrío al instante y paso también mis brazos por su cintura.

–Si lo que intentas es darme calor, te recuerdo que sigues un poco mojado y no ayuda mucho –comento, levantando la cabeza para mirarle.

–Conozco otra forma mejor para que nos calentemos.

–¡Tyler! –le doy un golpe en el pecho, bromeando, y me separo de él mientras rompe a reír.

Vuelvo a dejar la toalla en el mismo sitio de antes y me siento encima de ésta, con las piernas cruzadas y de cara al mar.

Nada más levantarnos, hemos desayunado y hemos salido de nuevo a la playa; a pesar de que no estemos en verano, el sol está fuera y es bastante agradable estar aquí. Además, la compañía y sin nadie más en esta playa, es un plus que gusta bastante.

Siento la mirada de Tyler puesta en mí y acabo mirándole yo también.

–¿Quieres una foto? Me vas a gastar de tanto mirarme –bromeo.

–No puedo dejar de hacerlo, perdóname –se lleva una mano al pecho.

–Perdonado. Ahora –añado–, dame la mochila. Tengo hambre.

Me pasa la mochila que hemos preparado antes y saco toda la comida que hemos metido en ésta; sándwiches, sobre todo. Lo coloco todo entre los dos, con cuidado de que no toquen la arena al igual que los refrescos que también hemos traído.

Comemos tranquilamente y disfruto de cada instante que paso aquí, junto con Tyler. Le estoy demasiado agradecida por todo lo que está haciendo por mí; sé que está esforzando en que me sienta bien. Y lo está consiguiendo. Este lugar es perfecto, ideal para, tal y como dijo él, poder desconectar. Apenas he pensado en lo que está ocurriendo a kilómetros de esta casa y no mirar el móvil ayuda bastante.

Y me sorprendió bastante cuando ayer llamó a Otis para pedirle ayuda para preparar la cena para los dos. No sólo se está esforzando en hacerme sentir mejor, sino en demostrarme que realmente no mentía cuando dijo que quería estar conmigo. No he pensado mucho en ello, me he limitado a disfrutar de cada momento con él, pero justo anoche recordé lo que me dijo la noche que pasó… aquello; que ya no estaba con Jessica.

Es un gran paso, ¿no? Es decir, si ya no está con ella, está aquí conmigo, se esfuerza tanto en que todo vaya bien… Todo tiene que significar algo.

Sí, que quiere estar contigo.

Vaya, estamos de acuerdo en algo.

–¿Vamos? –me pregunta Tyler cuando terminamos de comer, señalando el agua.

–No. Tenemos que esperar un poco.

–¿Tenemos que esperar? –frunce el ceño–. ¿A qué?

–Acabamos de comer. Nos puede sentar mal que, de repente, nos metamos en el agua. Vamos a esperar un poco.

–Vale –comienza a reír–. Te acabas de parecer a mi madre.

–¡Que no te rías de mí! –cojo mi chancla (lo primero que cojo), y se lo tiro. Él la coge entre risas–. Al final, me voy a la casa.

–Vale, vale. Ya paro –deja la chancla a un lado–. Dime, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos aquí a mirar el agua como si nada?

Me quedo mirándole un momento, tumbada boca abajo, y acabo apoyando la cabeza en mis brazos cruzados por delante de mí.

–Háblame de lo que hacíais aquí cuando eras pequeño. Con Otis o con tus padres –le pido.

Se queda mirándome un momento y me gustaría saber en lo que está pensando, pero no le pregunto nada cuando, al final, acaba hablándome de lo que le he pedido.

Me cuenta que sus abuelos compraron esta casa cuando eran jóvenes y que él empezó a venir con Otis cuando ambos tenían 6 años. También me cuenta que ellos se conocen desde que eran pequeños; Otis estaba solo en el colegio y dos chicos estaban riéndose de él, lo que provocó que Tyler se acercarse y saliese en su defensa con apenas 6 años. Esa historia me hace sonreír, con ternura.

Me habla de que por las noches ambos se contaban historias de miedo y que, prácticamente, podían estar toda la noche sin dormir después de eso –quién lo diría–.

O que cuando los dos crecieron y ya empezaron la secundaria, empezaron a celebrar aquí sus cumpleaños y que la fiesta de su cumpleaños de sus 16 años acabó durando casi dos días.

Me entero de muchos detalles de su vida; incluso de aquellos que pueden parecer insignificantes, pero que a mí me encanta saber.

Sigue hablándome de las cosas que hacía con Otis cuando venían los dos, hasta que comienza a hablar también de los días que pasaba aquí con sus padres y Ashley cuando ésta apenas había cumplido los dos años. Las tardes que jugaba con ella, las noches que los dos dormían en la terraza y las mañanas en las que su padre preparaba un gran desayuno para ellos, el cual comían entre risas y bromas antes de volver a la playa.

También me habla de sus abuelos –a quienes conocí en el cumpleaños de Ashley– y de sus padres, de lo que hacían todos juntos cuando estaban aquí. Incluso me cuenta que uno de sus primeros castings lo preparó aquí; grabó su vídeo de presentación en la terraza donde estuvimos anoche. Poco después me entero de que fue para la serie de 16 deseos, en la participó siendo un niño.

No sé cuánto rato nos quedamos aquí hablando; él me habla y yo escucho atentamente. Siento que con cada minuto que pasa, con cada detalle que me cuenta, lo conozco un poquito más. Incluso descubro que realmente él ya era un chico un poco serio e independiente –incluso con sus padres– siendo apenas un niño; cosa que, sinceramente, no me sorprende demasiado.



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En el texto hay: romance, amor, cine

Editado: 15.12.2021

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