Elizabeth
Nos encontrábamos en las mesas del patio del campus esperando la siguiente clase. Ya había pasado unas dos semanas desde el inicio de clases y los profesores no habían perdido el tiempo, tenían toda una lista de tareas que enviar. ¿Qué no salieron en las vacaciones? ¿pasearon por un parque? ¿o tan siquiera se sentaron en el porche de su casa con una taza de café y un pan dulce?
Que vida tan triste
Bonnie me con una cara que dice “eres una causa perdida”. Pero como ella es de las personas que todo lo dicen…
Verifico la hora en el teléfono y me doy cuenta de que ya es hora de mi siguiente clase.
Camino por el sendero de piedra que da a la entrada de la universidad. Voy por el pasillo rebosado de personas, algunos imagino que acaban de salir y otros que están por entrar al igual que yo.
Llego al salón y me ubico en el mismo lugar de siempre, una mesa al lado de la ventana. Y ahora toca esperar al profesor.
El teléfono vibra en mi bolsillo. Un mensaje de mamá.
Progenitora
Hija ¿podrías buscar a tu hermano? Hoy salgo un poco más tarde así que no lo voy a poder buscar.
Tu: Claro. Yo lo busco.
Okey, gracias hija.
Suelto un suspiro. Necesito una taza de café.
Salgo del salón de clases y empiezo a caminar por los pasillos en dirección a la salida. Estoy cansada, necesito dormir. A buscar a Oliver y después a ser una con mi cama. Necesito vacaciones de mi vida. Un día en el paraíso con todo pago por el jefe Dios.
Ya fuera de la universidad avanzo hacia mi destino que está a pocos minutos por lo que puedo ir caminando.
En estas vacaciones como que las parejas se multiplicaron. Crecen como flores y tan bien se marchitan como una.
Celosa.
Sí soy. Me declaro culpable.
Alguien me agarra de la mano deteniéndome. Me volteo y la persona aprovecha para para pasar su mano por mi cintura reteniéndome.
Empiezo alejarme de él lentamente. El chico posa su vista detrás de mí, sigo su mirada y me encuentro con una pareja muy acaramelada recostada de el que espero sea su auto. Y si no, que incomodo lo tendrá el dueño. Esos dos parecen que están a punto de traer una nueva vida al mundo.
Azrael ¿Dónde escuche ese nombre? ¿y esa vos me resulta conocida?
No, no creo. Nunca olvidaría una voz tan sexy.
El teléfono vibra en mi bolsillo, lo levanto y me fijo en la hora. Mierda Oliver.
Salgo corriendo. Mierda. Mierda. Como se me pudo olvidar.
Me detengo y giro la cabeza dándome cuenta de que el chico llamado Azrael sigue en el mismo lugar.
Doy la vuelta para irme pero su vos me detiene.
Le sonrió.
Las relaciones son tan complicadas.
Dímelo a mí.
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Revuelvo su sus rizos castaños con mi mano.
Oliver como respuesta agita su mano en dirección a ella.
Una vez afuera de colegio caminamos por la acera en dirección a la parada de autobús.
A eso se le llama jugar sucio pequeño.