Tales cuentos volumen 1

El misterio de Ulmag

«La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el miedo, y el miedo más antiguo y fuerte es el miedo a lo desconocido.»

H.P. Lovecraft


Nadie supo cómo y en qué momento, aquella extraña escultura apareció en la cumbre del cerro Ulmag. Solo se sabía que una mañana cualquiera, alguien advirtió su presencia y avisó de aquella anomalía a los habitantes del joven poblado del mismo nombre.

 
Ulmag era una pequeña aldea nacida en los pies del cerro mencionado, caracterizada por su artesanía y su ganadería, la cual abastecía mayoritariamente a la ciudad estado de Wilmelm, ubicada veinte kilómetros al sur. Su gente era conocida por ser pacifica, de facciones alegres y de buena camaradería, siendo considerada por los habitantes de su ciudad vecina un lugar tranquilo para hacer negocios ganaderos y descansar los fines de semana.


Sin embargo, desde la aparición de aquella figura misteriosa, la cual proyectaba una sombra de misterio, la pequeña Ulmag se desconcertó, dejando para las charlas en los bares y las tertulias entre los ancianos, un tema de conversación obligado, en donde se exponían las más diversas conjeturas sobre el origen de la escultura.


Antes de tomar la determinación de avisar a las autoridades de Wilmelm, el regidor del pueblo llamó a un concilio ciudadano en la plaza cívica. La idea principal era la de enviar una pequeña comitiva, compuesta por un sacerdote, dos oficiales reales y al científico del pueblo a investigar al cerro Ulmag, para estudiar y analizar todo lo referente a la misteriosa escultura y sus implicancias teosóficas si así lo ameritaban. Después de una interesante deliberación, los pueblerinos aprobaron unánimemente la creación de aquella comunidad, la cual se encargaría de dilucidar aquel sorpresivo misterio y de dar a conocer los resultados de su investigación. La salida del equipo ocurrió una semana después del descubrimiento de la misteriosa figura.


Pasada una semana de la salida del denominado grupo de los cuatro, no llegaba noticia alguna de ellos, tampoco se veía algún movimiento anómalo sobre el cerro que diera algún indicio sobre el paradero de los aventureros. Un halito de misterio comenzaba a rondar por aquellas antiguas tierras y los comentarios e hipótesis infundadas, circulaban por los aires. 


El regidor del pueblo, quien se encontraba tanto o más preocupado que el resto, decidió realizar un concilio extraordinario para tratar el tema, esta vez en el ayuntamiento local, donde debatieron hasta altas horas de la noche sobre las determinaciones que deberían tomar. Al existir un evidente temor de que los viajeros hubieran sufrido algún tipo de accidente, decidieron para el día siguiente, convocar a las autoridades reales de Wilmelm para iniciar una búsqueda exhaustiva, apoyados por la caballería real. Sería el propio Regidor quien se acercaría a las autoridades para ponerles al tanto de la situación. Una vez que la aprobación fue unánime, se cerró el concilio y se dejó en manos de la máxima autoridad de Ulmag, las siguientes tareas ya definidas.  


***


Debí llegar cerca de mediodía al hermoso pueblo de Ulmag, el cual me daba la bienvenida con sus hermosas casonas de amplios balcones y sus coloridos jardines decorados con flores multicolores. Al fondo de la ciudadela y como la más fina de las pinturas, aparecía el imponente cerro que daba nombre al pueblo, el cual parecía haber sido creado por el mejor de los artistas. Sus colores parecían bocetos perfectos, los cuales se mezclaban con la luz natural del valle, haciendo de aquella mole la postal perfecta para aquel mundo de colorido verde y musgo. «El hermoso Ulmag, como siempre tan impresionante», pensé desde mi asiento.


Mi carruaje se detuvo frente a una vieja posada, reflejo del glorioso pasado industrial, que provocó el nacimiento del pueblo hace casi cien años. Ulmag era una localidad que siempre me agradó, quizás por la tranquilidad de su gente y por la calidez de sus montañas, las cuales yacían nevadas la mayor parte del año.  Se decía en mi natal Wilmelm que el sueño de muchos de mis coterráneos era retirarse en el hermoso poblado montañés, para disfrutar la tranquilidad de sus paisajes y la limpieza de sus aires.


A pesar de lo agradable que pudiera sonar el vacacionar en Ulmag, en esa ocasión mi viaje no fue por placer. Un desafortunado evento que se podría tildar de catastrófico, fue el detonante para que me hiciera presente aquella mañana como oficial real. La desaparición de cuatro habitantes del pueblo, bajo un mandato municipal, me llevó a que iniciara una investigación para presentar un informe a mis superiores, el cual debía redactarse y ser entregado dentro de los próximos tres días. Originalmente, el Regidor del pueblo solicitó el apoyo de la caballería real, para iniciar una búsqueda exhaustiva de los extraviados. Para su desgracia, al encontrarse nuestro reino bajo constante batalla contra los Urils, la capacidad militar se encontraba bastante disminuida en aquellos momentos, por lo que fui seleccionado por mis superiores, para organizar y apoyar a las autoridades locales en las labores de búsqueda. 

 
Al entrar en la hermosa posada que me cobijaría durante mi visita, aparecí al interior de un pequeño salón de recepción, el cual estaba decorado con las cabezas de algunos Ciervos, Huemules, Guillenes y Olicarias, como cuales trofeos de un experto cazador. Detrás de un lustrado mesón y leyendo un viejo libro de tapa gastada y agrietada, yacía un anciano encorvado, quien me veía con cara de pocos amigos y que se levantaba lentamente de su puesto. 



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En el texto hay: fantasia, distopia, steampunk

Editado: 06.09.2023

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