Tales cuentos volumen 1

El príncipe de la piedra de oro

«Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, abundancia y hambre.»

Heráclito de Efeso

 

Este relato trata sobre la caída del señor del caos, conocido como el último demonio errante. El acto heroico del joven príncipe Aldaeer Aahumm de la tribu Aragmiis y del evento que provocó el nacimiento del príncipe de la piedra de oro, quien en el futuro se convirtiera en el rey de la piedra de oro, padre del futuro imperio Adaleis.


***


Antes de que los señores primigenios llegaran a las tierras altas, antes de que la gloriosa Adaleis naciera bajo el escudo de los Alder para convertirse en el imperio del mundo y antes de que los Adaleis caminaran sobre los desiertos y navegaran los océanos de la hermosa luna, existió un viejo y misterioso caballero, el cual vestía una poderosa armadura de oro y esmeralda y un yelmo de prominente cornamenta de plata.

Aquel noble y siniestro caballero, cabalgaba sobre un corcel de fuego, el cual escupía azufre y expelía lava volcánica de sus ojos. Aquel poderoso señor era el amo y soberano de las tierras subterráneas y de vez en cuando salía a la superficie a atormentar a los recién nacidos hijos de la tierra.


Era llamado Haggag’ag en la antigua lengua de los señores primigenios y Adebaal en la lengua vieja de los Adaleis. Su maldita sombra oscurecía los prados desnudos y agriaba el agua de los riachuelos. Arrastraba devastadoras tormentas que destruían los campos y plagas asesinas que aterrorizaban a los jóvenes habitantes del mundo. Adebaal era un huracán de miedo, de cólera y sufrimiento, el cual disfrutaba torturar a los noveles habitantes de la tierra, quienes aún no conocían las leyes que regían el mundo desde tiempos remotos. 


Adebaal empuñaba una espada tan brillante como el sol, la cual iluminaba las noches invernales y con un resplandor que enceguecía a quien le viera directamente. Aquella espada de infinito poder, había sido forjada entre los ríos de lava que fluían en las tierras subterráneas, obteniendo su fuerza del mismísimo fuego del averno. Su hoja fue llamada Ngognag por los señores primigenios y luego los Adaleis la denominaron Aignias, la espada de fuego o la cegadora como también era llamada.


Fueron muchos los hombres fuertes que buscaron derrotar a Adebaal, pero fueron muchos más los que perecieron ante su infinito poder. Los hijos de la tierra idearon diversas estrategias de combate y formaron grupos selectos con los hombres más fuertes de sus tribus, creando indirectamente el concepto de ejército, el cual se reforzó y estructuró con el paso de los años. Sin embargo, el Señor del Caos como fue denominado en años venideros, engrandecía su nombre y su respeto con cada batalla y enfrentamiento en los distintos rincones del mundo, destruyendo a muchos de estos primitivos ejércitos que solo buscaban defender a sus mujeres y sus hijos.  


Después del paso de cientos de años, cuando los hombres se volvieron más fuertes y sabios, nació el guerrero que derrotaría al Señor del Caos y liberaría a los hijos de la tierra de aquella era de terror y oscuridad. Bajo el alero de la tribu de los Aragmiis, de quienes descendieron los hijos del imperio Adaleis, nació Aldaeer Aahumm, hijo de Aldaeer Siraphiis, rey de la tribu Aragmiis y quienes habitaban los prados desnudos de Folghaar o las tierras nubladas. Aahumm desde pequeño había sido instruido en las artes de la espada y la hechicería, las cuales a su vez habían sido heredadas de sus antepasados.

Además de ello, su destreza natural y su agilidad le convertían en un muchacho bastante preparado para su edad. Eso su padre lo sabía y cada vez que podía, le pedía su compañía al momento de la caza.


Cuando el pequeño Aahumm comenzaba a dejar la niñez para convertirse en un astuto y fuerte joven, un día cualquiera, se encontraba recorriendo los dominios de su padre, los cuales comprendían extensas hectáreas de pampa desnuda, rodeada de montañas lejanas y protegida por la bruma de la mañana. Su espada y escudo no se encontraban con él, por lo que llevaba consigo tres piedras de oro junto a una pequeña y vieja resortera fabricada por su abuelo, gracias a la cual era conocido por su habilidad para cazar aves rapaces. En aquel amanecer y como era costumbre, el joven príncipe de los Aragmiis se encontraba tras sus ovejas, cuidándolas de los depredadores mientras disfrutaban de la dulce vegetación que era tan escasa en aquellas tierras. Las observaba desde un prominente montículo jorobado, adornado por la hierba seca que era lo único vegetal que se encontraba en medianas cantidades y de donde nacía un hermoso árbol inclinado por el paso de las centurias. El viento silbaba silenciosamente, acariciando los largos y dorados cabellos ondeados de Aahumm, mientras se encontraba erguido observando hacia las montañas. 


Fue en aquella tranquila mañana cuando el Señor del caos, Adebaal, con su espada la cegadora, aparecieron a lo lejos, creciendo su sombra sobre las colinas y marchitando y envenenado las tiernas hierbas que servían de alimento a las ovejas. El viento se volvía violentamente hacia el muchacho, acompañado de un olor a azufre y podredumbre que impregnaba los ropajes y el largo cabello del joven. Un mal sabor de boca y la garganta seca le provocaron una tos rasposa que alertó al viejo demonio caminante, quién desde su caballo de fuego se encontró con aquella menuda figura sobre el montículo del árbol.


Las nubes se volvieron negras y el día se pintó de gris. El viento congelaba hasta lo más profundo de los huesos y las llamas del diabólico equino quemaban como fuego su rastro. Adebaal erguido sobre su montura, levantó su brazo empuñando a Ngognag, con su luz infernal que convertía la noche en día y ocultaba a la luna bajo la luz de su hoja. El fuego estalló sobre su cabeza y la luz se proyectó sobre todo el valle, ahuyentando a las asustadas ovejas hacia caminos dispares. El joven  Aahumm se quedó paralizado, recordando las viejas leyendas que hablaban de un caballero  errante, galopando sobre un corcel de fuego y empuñando una espada de luz, aterrorizando a los hijos de la tierra cada vez que su destino se cruzara con ellos. 



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En el texto hay: fantasia, distopia, steampunk

Editado: 06.09.2023

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