Cuenta la leyenda, qué en el bosque de los Encantos, vivía la bruja más poderosa de todos los tiempos, la qué logró equilibrar sus opuestos y controlar sus miedos. La bruja Tamara, mezclaba pociones con hierbas, frutos y flores, y daba a los que se acercaban a ella, armonía, alegría y vitalidad, a cambio le daban su amistad, ella sonreía y todo se iluminaba, sus cabellos castaños infundían a la tierra su color natural y la llenaban de vida, le adornaban la cabeza con jazmines y girasoles, sus enormes ojos azules mostraban el futuro a quien tenía el honor y valentía de verlos fijamente sin temor.
Lo que hacía más especial a Tamara era el poder de controlar los objetos con su mente, ella movía las cosas con solo pensarlo, telequinesis le llaman, ella lo llamaba energía.
Vivía en el árbol más viejo y frondoso del lugar, si con ella querías llegar solo tenías que limpiar tu corazón de cualquier rencor y tener un bello deseo de curación. Ella te encontraba y te atendía con amor, una sonrisa y siempre tenía una bella frase para confortarte.
“Todo tiene una razón de ser” ella decía, “Nuestro Padre en el Cielo y Nuestra Madre en la Tierra, todo nos han dado y nos cuidan y protegen para cumplir el sueño que elegimos antes de despertar en la Tierra.”
Cualquier remedio mejoraba si ella lo recetaba. A veces solo necesitabas su compañía que te llenaba de amor y te sentías mejor.
Plantas, Animales, Seres Encantados, Espirituales, Sutiles y de cualquier especie, la respetaban y sabían que contaban con ella en cualquier tropiezo de la vida. En ocasiones bastaban solo sus palabras para hacerlos sentir mejor de cualquier malestar, cuando era más fuerte, recetaba una mezcla o poción natural, reposo y mucho amor.
Su lugar especial estaba lleno de mesas, tablas, frascos e ingredientes especiales que ella recogía en el bosque o que le regalaban como agradecimiento, ella decía que lo que tenia ahí era exactamente lo que necesitaría en algún momento, ni más ni menos, porque así estaba escrito, nunca le faltaba nada para sus remedios.
Llevaba un diario en donde escribía las recetas de las pociones que iba creando para cada situación y aunque nunca las volvía a consultar ya sea porque las memorizaba o porque no eran necesarias nuevamente, ahí las conservaba, decía “para la nueva Tamara en el futuro”.
Siempre con su cabello revuelto volándole sobre el rostro, leía y leía para conocer más formulas que recetar, experimentaba y conocía más pociones para sanar a más seres o animales, le gustaba mucho ayudar.
Era pequeña de estatura pero grande de corazón.
En una ocasión un Ogro la buscó para que lo ayudará a ser más amable con los demás, quería tener amigos y nunca solo estar, Tamara lo pensó un poco y le ayudó, le enseñó la belleza de ser el Ogro que era, a aceptarse como tal y a saber que nunca estaría solo aunque no hubiera nadie alrededor. “No puedo cambiar tu naturaleza, pero puedo ayudarte a cambiar lo que tú ves en ti mismo, a ver lo bello que eres y a que veas que sin ti, el bosque y sus alrededores no serían lo mismo, tienes una misión que cumplir como Ogro y eso es algo único y hermoso”
El Ogro siguió espantando a todos pero logró estar en paz consigo mismo y a aceptarse, eso era lo más importante, también descubrió que quienes lo aceptaban como era, gruñón, feo y mal oliente, eran quienes realmente tenían valor en su vida. Desde que conoció a Tamara, el Ogro vivió de verdad.
Por las noches colgaba su delantal blanco con girasoles en las bolsitas delanteras, en la ventana de su árbol, se hacia una taza de chocolate caliente con pequeños bomboncitos de colores y veía las estrellas desde la copa de su hogar.
Escuchaba el viento y las hojas de los arboles cantarle y susurrarle cosas del amor y del destino, que pronto conocería a un caballero bueno, hermoso y romántico, justo para ella, su corazón latía con prisa y sonreía.
Los secretos del viento siempre están ahí para quien está dispuesto a escucharlos y siempre son ciertos, el amor llegó a Tamara y complementó su felicidad, él era apuesto y caballeroso como el viento lo sugirió, Ángel era su nombre y su profesión, Tamara estaba encantada y feliz, siguió brindando amor y ayudando a todos a su alrededor, sonreía más constantemente, lo que definitivamente contribuyó a que su poder aumentará.
Entre pruebas y desafíos Tamara aprendió a controlar el aumento de su fuerza interior.
Su Telequinesis se volvió más poderosa y descubrió nuevos poderes, ahora podía levitar y controlar Fuego, Aire, Tierra y Agua, que en realidad no era más que la asistencia de los seres de sutiles de cada elemento.
En una aldea cercana al bosque vivía una aprendiz de bruja que acudió con Tamara para que le enseñara todo lo que sabía, alegre, vivaz y activa, Aneth se presentó con Tamara para pedirle que fuera no solo su amiga si no también su guía, Tamara, feliz de poder compartir lo que sabía lo consultó con los espíritus del viento, pregunto cuál era la mejor forma de iniciar la aventura de aprendizaje que compartiría con Aneth, los vientos callaron, Tamara pensó que tal vez no estaba completamente concentrada por la emoción de convertirse en maestra por primera vez, volvió a intentarlo…nada, los vientos soplaban pero no decían nada.
Tamara no se dio por vencida y decidió esperar y preguntar después.
Pasaron los días y entre una cosa y otra, Tamara no sentía la respuesta de los vientos así que preguntó a la Tierra y al Agua si debía ser la maestra de Aneth, esperó pacientemente alguna respuesta exacta, pero nunca llegó. Tamara sabía que todo sucede por algo y que si está destinado a suceder, sucedería de cualquier forma, así que decidió, que si Aneth llegó hasta ella y tenía las ganas de aprender, así debía ser.
Comenzaron con las cosas básicas, las reglas implícitas en toda magia, en todo manejo de energía:
1.- No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.