Tamara

Capítulo II

Durante días Aneth no se presentó y Tamara extrañó algunos objetos de valor mágico en su habitación, pociones, retratos, vasijas y libros de apuntes, como había estado tan ocupada arreglando caras verdes y cabezas calvas, ex pacientes de Aneth, no había tenido tiempo de poner en orden todas las cosas, Ángel tampoco había aparecido en varios días.

Al pasar ese pensamiento por su cabeza sintió un fuerte dolor en el estomago y salió volando del árbol en busca de Ángel.

En su casa, en los lugares que frecuentaban, con sus amigos, nadie lo había visto recientemente y si lo habían visto no habían hablado, pareciera como si no estuviera ahí, al menos saber que estaba bien la reconforto un poco.

Se alejó más del bosque, a los límites donde vivía Aneth, todo estaba diferente, era más oscuro y frío de cómo lo recordaba, los animales del rumbo lucían pálidos y sin ganas de moverse, llegó a la casa de Aneth y le abrió la puerta una chica de piel blanca, cabello negro despeinado y mirada fría.

Al fondo de la habitación oscura se veían frascos con pociones hirviendo y olía como a animales muertos, Aneth entrecerró la puerta y salió, le pidió a Tamara que se retirara, que no tenían nada de qué hablar y que no fuera por allí jamás.

Tamara no lo podía creer, antes había escuchado de las perversiones del poder, pero jamás pensó que lo viviría tan de cerca, cuando una persona común comienza adquirir poder, debe adquirir también la sencillez y humildad para usarlos y no dejarse corromper por el deseo de más.

Aneth entró a su casa sin voltear atrás y Tamara dio la vuelta para retirarse, el viento le susurro “Ángel” y Tamara detuvo la puerta de golpe abriéndola para ver del otro lado a Ángel sentado en un escalón, demacrado, pálido casi sin vida, con anchos círculos negros bajo sus ojos vidriosos de mirada perdida, ayudando a Aneth con pociones oscuras, Aneth se rio y aventó la puerta en la cara de Tamara.

Se le rompió el corazón, comenzó a sacar sus propias conclusiones, volviéndose loca de dolor, ya no salió de su habitación, ni aunque la buscaran pidiendo ayuda. Tamara estaba muy mal, hablaban las hadas y duendes del bosque, ‘hay que ayudarla’ decían los animales y seres espirituales.

Comenzaron a pedirle a los cuatro elementos que ayudaran a Tamara a salir de la depresión, se preocupaban por ella y por todos los demás, ¿Qué pasaría si una bruja tan poderosa como Tamara, se volviera oscura y peligrosa?

Sus miedos se convirtieron en realidad, Tamara se convirtió con tanto dolor en alguien a quien no le importaba ayudar y usaba la magia solo de forma personal. Comenzó a hacer bromas pesadas a todos, revirtió los encantamientos mal hechos de Aneth, quien según decían con los apuntes de Tamara, ganaba más y más territorio dentro y fuera del bosque, lo convertía todo en zona de oscuridad, robaba y alejaba a todos los que antes ocupaban un lugar en el bosque.

Tamara no escuchaba a los que pedían ayuda, mucho menos se preocupaba por lo que escuchaba de Ángel y Aneth ganando poder. Todo perdió interés para ella por la traición de su amor y quien creía una amiga, además consideraba que ya no servía para la magia ya que permitió que Aneth se pervirtiera con el poder.

Dejó de salir de su casa, de preocuparse por ella o por los demás, la amargura y el dolor se apoderaron de ella, nadie podía acercarse y sacarla de su encierro, ella se negaba a ser ayudada, los elementales no tuvieron opción más que reunirse con los seres que se preocupaban por Tamara para encontrar una solución.

Un encantamiento – gritó un pequeño conejo con ojos tristes.
Yo digo que entremos a su casa y le demos unas buenas cachetadas ¡para que despierte! – gritó efusiva una comadreja, agitando un palo para hacer tortillas y limpiándose las manos en el delantal.
Algunos de los presentes soltaron unas risillas, como dando a entender que sería buena idea, pero aún y con todo lo que había sucedido, los habitantes del bosque, todavía sentían un respeto y cariño muy profundo por Tamara, no solo porque los ayudaba, sino, porque ya la veían también como una amiga y parte de sus familias.

Cientos de asistentes entre curiosos y seres realmente preocupados por Tamara, se dieron cita en el lago en medio del bosque, con los líderes de los elementos; Aro del Aire, Andrómeda del Agua, Dark de la Tierra y Fair del Fuego.

Aro les pidió a todos que se tranquilizaran, Andrómeda tuvo una mejor idea, como de alguna forma u otra ellos, como elementos son quienes tienen la facilidad de contactar con Tamara, sin forzarla a nada, podrían darle mensajes de la forma en que ella se comunica con ellos.

Dark elemental de la Tierra y Fair del fuego pueden participar también, podemos llegar a ella de muchas formas y darle la información que necesita para que salga de la depresión, que comprenda que era necesario para ella vivir este proceso y que tiene que salir a ayudarnos a todos porque si no, Aneth reunirá demasiado poder para ser detenida.
Todos estuvieron de acuerdo y se pusieron a trabajar en eso.

Pequeños golpecitos en la ventana para abrirla y entrar a su casa, Aro llego primero, Andrómeda se filtró por una gotera en la llave del fregadero, Dark ya ganaba terreno y Fair esperaba alguna oportunidad para ayudar.

Una flor de sus favoritas bailaba frente a Tamara, solo fue ignorada.

Una brisa fresca, con olor a tierra mojada le rodeaba la espalda, apenas y fue notada.

El agua más dulce y cálida para reconfortarla, solo fue tirada.

Tamara no hacía nada más que actuar en automático, los elementales no se rendían, Tamara debía salvar el día.

Aneth y Ángel consumían la energía vital de los alrededores y se sentían poderosos e invencibles, nunca tanto poder se había reunido en un solo sitio, todo se moría alrededor de ellos y ellos, eran consumidos por la necesidad de más poder, se iban adueñando de todo el bosque, castigaban a los que no cooperaban u oponían resistencia, desterraban a los que mencionaban el nombre de Tamara, exigían pagos en especie por poder habitar donde lo habían hecho durante todas sus vidas y peor aún, tenían que soportar los malos tratos y que la naturaleza perdiera su belleza y poder, si alguien quería o necesitaba algo, debía solicitarlo a los nuevos emperadores y dueños del lugar y esperar misericordia de ellos.




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