Taxiboy

ADELANTO

—Entremos al agua.

 —Te dije que no sé nadar muy bien.

—Puedo enseñarte, vamos.

 —La próxima vez.

Brian se quedó viéndome con clara intención de obligarme a entrar al agua.

 No tuve más opción que comenzar a correr para evitar ese desenlace. Aparte de que no soy experto nadando, el agua parece estar bastante fría.

Soy mucho más flojo que él, así que no llegué lejos antes de que me atrapara. Me tomó por detrás y me abrazó, pasando un brazo por mi cuello y otro por mi cintura, atrapando mis brazos también, dejándome inmóvil.

 —¿Te sientes incómodo?

 —No.

En otro momento, quizás estaría al borde de la locura intentado apartarlo, pero ahora, no me molesta tener contacto físico, al menos no con él. Luego de eso, me dio la vuelta y me tomó de la cintura, pegando nuestros cuerpos.

 —¿Y ahora?

—No.

—¿Puedo besarte?

 Su pregunta me hizo pensar un poco, pero, por otro lado, no encuentro una razón por la cuál no pueda besarme, tomando en cuenta que tendremos sexo en algún punto.

Asentí.

Llevó una de sus manos a mi mejilla, inclinó su rostro y llevó sus labios hasta los míos. Casi como si no pudiera evitarlo, coloqué mis manos en su cintura y me aferré a su suéter.

 Comenzó a mover sus labios lentamente sobre los míos, y yo, a responder sus movimientos. Sus labios se sienten tan suaves que dan la sensación de estar mordiendo un trozo de malvavisco.

 Se mantuvo a ese ritmo, no introdujo lengua como creí que haría. Podía sentir cómo su respiración se hacía más pesada con cada segundo que pasaba. Hasta que deslizó la mano con la que sostenía mi mejilla, dejándola descansar en mi barbilla, luego, apartó sus labios de los míos con mucha lentitud, dejándome pidiendo más.

 La primera vez que me besó, ni siquiera puedo recordar cómo se sintió, de hecho, creo que ni siquiera moví mi boca. Pero esta vez, disfruté cada succión. Durante el beso, no podía dejar de ordenarme no sentir nada, pero ¿quién puede besar a alguien de esa forma y no sentir nada? Brian tal vez, por su trabajo, ya está acostumbrado. Pero yo…

 Después de eso, me tomó del brazo.

—Ven, no te lanzaré al agua.

—¿No? ¿Entonces por qué corriste para atraparme?

—Puedes perderte.

 




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