Taxiboy

CAPÍTULO 04

—¿Charlie Clark? Soy Steve Moore.
¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo formular una frase? Solo tengo que saludarle de vuelta, pero no puedo, siento que mi cerebro se quedó en blanco, estoy seguro de que si alguien me pregunta mi nombre en este momento, tendría que pensarlo por un momento largo antes de responder.
No quiero ni pensar en lo que este hombre debe estar pensando de mí. Debe estar creyendo que ha sido un error venir hasta aquí. Dios, ¿qué debería hacer?
«Piensa en algo para decir o hacer, no te quedes congelado como el idiota que eres».
—¿Puedo pasar o no? —volvió a pronunciarme al ver que yo no respondí a lo que dijo anteriormente.
—S-sí, pasa.
Pude sentir el temblor en mi voz al pronunciar esa oración tan simple, esto es realmente vergonzoso. No debí acceder a esto.
Me siento exageradamente tenso, mi cerebro no está funcionando bien, está congelado desde que escuché la primera frase de este hombre, no soy demasiado extrovertido, pero tampoco soy tan tímido como para estar actuando así.
Definitivamente esta no fue una buena idea, pero estoy consciente de que ya no puedo escapar de esto, así que, pondré todo de mi parte para que funcione.
Le abrí paso a Steve para que entrara al apartamento, caminó unos pasos, no pude evitar volver a observarlo. Traía una camisa manga larga ajustada color negro y unos jeans también ajustados, unos zapatos de vestir que hacían juego con su camisa y un reloj que a simple vista parece ser lujoso; de hecho, todo en él se veía refinado.
Lo tonificado que está su cuerpo, es notorio incluso por encima de la ropa, su físico parece de un amante del gym.
Aunque creo que leí algo así en su perfil. Rayos, debí poner más atención.
Comenzó a examinar el lugar. Que pena, su casa debe ser una mansión, a diferencia de mi apartamento que es algo pequeño y sencillo.
—¿Dónde? —preguntó.
«¿Dónde qué? ¿De qué está hablando?»
—¿Perdón?
—¿Dónde quieres hacerlo?
Estoy seguro que los latidos de mi corazón se escucharon afuera en el momento en que comprendí su interrogante. Sentí mi piel calentarse, mi rostro debe estar rojo en este instante.
Bajé mi mirada, no sabía qué decirle, ¿por qué soy así?
Caminó unos pasos y se acercó a mí, tomó mi mentón e hizo que le mirara: —¿Cuántos años dijiste que tenías?
Definitivamente seré víctima de un infarto hoy.
—25 —me apresuré a responder.
Me miró detenidamente por unos segundos. Sentir su mano en mi barbilla y su mirada en mi rostro, estaba siendo demasiado para mí.
—¿Y por qué no pareces de 25?
—Tengo 25 —le aseguré.
Ahora me estoy preguntando de cuántos años parezco, ¿40? No me extrañaría, con el aspecto tan desagradable que tengo.
—De acuerdo, entonces, ¿quieres hacerlo en el sofá o en tu habitación? Supongo que no estoy aquí para charlar, ¿o sí?
Claro que no está aquí para charlar.
Tragué saliva con mucha dificultad y respondí: —En la habitación.
Comencé a caminar hacia mi habitación y Steve se dispuso a seguir mis pasos.
Llegamos a mi cuarto, me senté en el borde de la cama y el chico que me seguía dejó caer a mi lado el maletín que cargaba consigo. Lo abrió y comenzó a sacar una gran cantidad de cosas como: esposas, condones, látigo, lubricante, etc., tengo suerte de que no esté viendo mi rostro en este momento, porque mis expresiones deben ser muy delatantes.
De repente no pude contener mi sorpresa por todas esas cosas y tuve que fingir tener algo atorado en la garganta. ¿Usará todo eso conmigo?
—¿Cómo te gusta?
¿Cómo le explico que soy un completo novato en el sexo?
—Como quieras, yo solo…, me quedaré quieto —respondo.
—Muy bien.
Repentinamente tomó de mí, me lanzó en la cama y se puso a horcajadas sobre mí. Luego, sostuvo mis muñecas fuertemente para evitar que me moviera, aunque de todas formas no pensaba hacerlo.
Claramente le gusta el sexo violento.
«¿En qué me he metido?» Estoy seguro de que si tengo mi crisis con él y le pido que se detenga, no lo hará.
No quitaba su mirada de mí, no decía nada, solo me observaba mientras mantenía mi cuerpo inmóvil. Unos segundos después, comenzó a bajar su cara, podía sentir su aliento rebotar en mi rostro; en ese momento cerré mis ojos y puños con mucha presión, tratando de disminuir las posibilidades de tener mi ataque de pánico.
—¿Eres virgen?
Supongo que preguntó esto por la acción que acabo de hacer.
Abrí mis ojos despacio, para responder a su pregunta.
—No.
—Hmm.
Creo que no creyó mi respuesta.
Llevó sus labios hasta los míos y los besó levemente, mientras que yo no hice ningún movimiento. Bajó su boca hasta mi cuello y besó allí suavemente durante unos segundos, sus labios se sentían realmente suaves y delicados.
Mientras besaba mi cuello, sentía cómo colaba una de sus manos por debajo de mi camiseta y comenzó a  acariciar mi abdomen.
Se detuvo un momento, solo para desprender la camiseta de mi cuerpo.
«Vamos, puedes soportar un poco más».
«Puedes soportar un poco más».
«Por favor, solo un poco más».
Ese momento, cuando sentí mi abdomen descubierto y los labios de este chico sobre él, comencé a repetirme palabras de ánimos para intentar evitar tener mi crisis, pero a pesar de ello, rápidamente dejé de tener control sobre las acciones de mi cuerpo.
«Ahora no, por favor».
Tenía mis ojos cerrados y las sábanas empuñadas con toda mi fuerza. Empecé a sentir que me estaba ahogando por la falta de oxígeno en mi cuerpo. Intenté controlarlo, juro que lo intenté, pero esto es algo más fuerte que yo; cuando Steve me despojó de mis pantalones, cuando sentí sus manos apretar mis mulos…, fue todo lo que necesité para colapsar.
Los recuerdos comenzaron a correr por mi mente y mi cuerpo a temblar. Las lágrimas salían de mis ojos de forma automatizada, quería pedirle que se detuviera, pero sentí tanto miedo de que no lo hiciera como aquel hombre y volver a vivir todo de nuevo.
Todo lo que podía hacer era llorar.
—Oye, ¿estás bien?
Sentí que unas manos daban leves toques en mis mejillas, abrí mis ojos y allí estaba este chico, mirándome con un rostro de preocupación, no pude controlarme, me levanté y lo abracé tan fuerte como pude e intensifiqué mi llanto.
Él, para mi sorpresa, respondió a mi abrazo e incluso intentó consolarme.
Pasados unos segundos me despegué de él avergonzado, mojé toda su camisa con mis lágrimas. Volví a recostarme, le di la espalda y abracé mi propio cuerpo. Ni siquiera podía mirarle a la cara después de este espectáculo tan vergonzoso.
Me sorprendí al sentir algo sobre mí, ¿me había cubierto con una manta?
—¿Quieres que llame a alguien o que te lleve algún lado?
¿Esto es parte de sus servicios?
—Estoy bien.
Ya más calmado, quité la manta que puso encima de mí y me levanté, me coloqué mi camiseta y fui por mi billetera.
Saqué los mil dólares que debía pagarle y se los extendí: —Lamento haberte hecho perder tu tiempo, ya puedes irte.
Observó mi mano que sostenía el billete durante unos segundos.
—Está bien, no tienes que pagarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.