Marie
Killian y Lea juegan con Stella, ella parece estar pasándolo bien pero no puedo dejar de mirarla. No puedo quitarle el ojo de encima, no puedo despistarme o podría ocurrirle algo. Por eso, puedo parecer intensa al no dejar de mirarlo, de seguro Asher debe estar pensando que lo soy pero no los conozco y aún así, aunque los conociese desconfiaría de ellos. Killian no ha estado jamás en la vida de Stella, nunca, hasta hace unos días él ni siquiera tenía conocimiento de que fuese tío. Debería saberlo si hace algunos años estuvo para defender a Mason de la demanda de los padres de Aura por el atropello. Que no lo sepa habla mucho del nivel de interés que tenía este por su hermano. Yo sé que Mason si sabía de Killian, sabía de Lea y de Asher, sabía que su hermano era feliz y tenía una muy buena vida.
No tengo hermanos, igual Aura, pero creo que sabemos mejor que Killian lo que significa la hermandad. Yo no dejaría que las palabras de mi madre o de mi padre fuesen cien por ciento verdaderas sin haber visto yo lo que ocurre con mis propios ojos. Es naturaleza humana la de desconfiar o eso creo yo. Estoy segura que si yo hubiese estado en el lado de Killian, hubiese visto primero que juzgar sin saber nada en absoluto.
– Miras a mi amigo como si quisieras golpearlo.
– Quiero hacerlo. – digo sin dejar de mirar a Stella.
– Entiendo tu postura.
– No creo que lo hagas. – sonrío. – Odié a Mason, vi a Aura querer morir, matarse a operaciones para volver a andar. Operaciones tan arriesgadas que su vida pendía de un hilo y él la apoyaba hasta que estallé, hasta que le abrí los ojos y le hice comprender que su culpa no se iría jamás. La culpa, Asher, es algo con la que debemos aprender a vivir. – suspiro. – Killian debe vivir con la culpa de nunca haberle dado el beneficio de la duda a su hermano. Da igual que te disculpes, si sientes de verdad culpa, la sentirás toda tu vida.
– Supongo que tienes razón.
– Yo no sé si Mason lo perdonará cuando despierte, pero creo en las segundas oportunidades si el arrepentimiento es real. – suspiro. – La decisión es de Mason, respetaré lo que él decida igual que en su día respeté la decisión de Aura de ser su amiga. – me encojo de hombros. – Aura le dio una oportunidad a Mason, y yo completé esa oportunidad.
– ¿Qué quieres decir con eso? – me encojo de hombros.
– ¡Stella! Es hora de comer.
La pequeña viene corriendo hacia mí y me abraza antes de que con un toalla le limpie un poco las manos y le dé el bocadillo que le preparé antes de salir de mi casa. Ella lo come acompañado de un zumo de frutas, parece muy feliz mientras me habla. Sonrío al verla tan relajada, sé que extraña a su padre, me lo dice todas las mañanas pero logramos distraerla y que piense en otras cosas. No queremos que ella entristezca, aún no está claro cuando despertará su padre.
– Marie. – le presto toda mi atención cuando me llama. – Papá te quiere. – río. – Yo lo sé.
– Tú lo sabes todo. – ella asiente con felicidad. – ¿Sabes que mañana tienes colegio?
– No quiero ir. – se cruza de brazos. – Los niños siguen diciendo que no tengo mamá y que soy una mentirosa por decir que tú eres mi mamá.
– Esos niños son estúpidos Stella. – le sonrío. – Tú mamá te cuida desde el cielo, ¿Si? – ella asiente. – Y tienes un maravilloso papá que te ama y te lo da todo.
– Menos helado para cenar, tú tampoco me dejas tomar helado para cenar. – río por su ocurrencia.
– Por supuesto que no, sino no duermes. – ambas reímos.
– ¿Puedo ir al columpio con Killian? – asiento.
Ambos se levantan de la manta en la que estamos sentados y Killian empuja del columpio mientras Stella ríe. Lo está pasando bien y eso era lo principal, lo único que a mi me importa. Puede agradarme poco o mucho Killian, pero si ella es feliz. Amo a Stella, la quiero como mi niña, pero no es mi hija, ella es hija de Mason y Josephin. Su mamá no está aquí, pero no deja de ser su mamá. Igual que yo no dejo de ser mamá aunque Nathaniel ya no esté conmigo. Siempre lo seré, y nadie podrá decir lo contrario. Si quieren decirlo, bien, yo nunca dejaré de sentirme como una mamá.
– Una cosa, ¿cómo vas con Aura?
– Me ignora. – río. – ¿Tu sabes porque?
– Miedo, tiene miedo a que le vuelvan a hacer daño. – suspiro. – Comparto su miedo, igual que su dolor a la pérdida. – me encojo de hombros. – Si dejas de insistir ella creerá que al fin te has rendido, por mucho que le gustes, o insistes y derribas sus miedos o ella se encargará de alejarte hasta que no te acuerdes de que existe.
Me levanto de la manta para ir con Stella y Killian, sonrío al verla reír, al verla despreocupada. Esta mañana cuando despertamos pensé que nada me lograría sacar de la cama. El recuerdo de mi pequeño era demasiado latente y que Stella preguntase por una de las fotos que hay en mi apartamento no me hizo más que daño. Sé que no era su intención, Stella no sabe que tengo un ángel en el cielo igual que ella, pero su pregunta inocente “¿Quién es él?¿Tú hermano?” , dolió como pensé que ya no dolía.
– Marie, ¿si un niño me golpea, lo golpeo?
– ¿Qué crees que diría tu papá a esa pregunta?
– Que sí. – la miro con una sonrisa ladeada. – Papi dice que esos niños ricos no dejaran de hacerme menos sino me defiendo.
– Debo reconocer que algo de razón tiene, pero antes de golpearlos habla conmigo, ¿Si?
– ¿Trato? – asiento y uno mi meñique con el suyo. – ¿Podemos cenar pizza?
– Tienes que hacer todos tus deberes y ordenar un poco tú habitación. – ella mira para otro lado como si eso no fuese con ella. – Si lo haces, comemos pizza.
– ¿Y sino?
– Brocoli. – ella me mira mal mientras yo sonrío. – ¿Entonces?
– Pizza.
– Ya sabes que te toca hacer. – ella asiente antes de bajarse del columpio. – Nos vemos mañana. – me despido de Killian y de los demás.