Mason
Intento apoyar a Marie con todo lo de Liam, no puedo creer que ella deba pasar por tercera vez por esto. No puedo creer que ella tenga que ver por tercera vez a una de las personas que más le importan en el hospital, en coma, y con bajas probabilidad de sobrevivir. Alguien tan bueno como ella que solo merece que le pasen cosas buenas pero ha pasado por muchas perdidas.
Todos los días paso por el hospital y le dejo la comida y la cena, me quedo un rato con ella en silencio. Marie casi no habla y centra su atención por completo a Liam, no suele hacerle caso ni a Aura. Está en una especie de trance en el que existe pero a la vez no, llora y casi no come. Me duele mucho verla así.
Y aunque quisiera estar más con ella, tengo que encargarme de Stella y también de mi padre que está a pocas semanas de salir de la clínica privada a la que lo mandé. Tengo muchas esperanzas de que mi padre haya dejado por completo las drogas. Y quería presentarle a Marie, pero ella no está en condiciones de nada en absoluto.
Mi teléfono suena con insistencia, siento el cuerpo pesado por el cansancio, estiro mi brazo y atiendo la llamada de Killian, estoy demasiado cansado para discutir con él así que si no puedo le colgaré.
— Mason, ¿tienes tiempo?
— Poco, ¿qué necesitas?
— ¿Cuándo crees que podré visitar a papá?
— No lo sé, Killian, y ahora mismo no es mi prioridad que tú te reúnas con papá, ¿no sabes lo que está pasando aquí?
— No muy bien.
— Están pasando demasiadas cosas. – suspiré. – Liam está en el hospital por un intento de suicidio y estoy yendo y viniendo del hospital. – resoplo cansado. – Ahora no tengo tiempo para ti,
— Pero…
— Killian, aquí hay un lío inmenso. Tengo que preocuparme por Aura, por Marie y por Stella. Además de por la recuperación de nuestro padre. No tengo tiempo para ti. – hago una pausa. – Le preguntaré a papá cuando venga si quiere verte, sino tendrás que esperar hasta que se sienta cómodo.
— Bien.
— Me da igual que estés molesto, tengo demasiadas cosas de las que preocuparme.
— Soy tu hermano, podría ser una prioridad.
— ¿Cuándo he sido yo una prioridad para ti? Killian, somos hermanos de palabra, te has preocupado dos veces por mí, y una de ellas fue por mantener tu imagen intacta. No podías no defender a tu hermano mayor, aunque todo indicase que iba a perder el juicio antes de que los padres de Aura retirasen todos los cargos. – resoplo. – No me jodas, que al fin hayas abierto los ojos, y te hayas dado cuenta de que siempre le hiciste caso a nuestra madre sin cuestionarla en absoluto, no es mi culpa. Te dejaste manipular por “papá te había abandonado”. – hago una pausa. – Hablarás con él cuando se pueda, y si él no quiere saber de ti nunca más, de verdad lo siento.
— Yo solo quiero reconectarme.
— Y yo estoy dispuesto, pero no ahora cuando el mundo de las mujeres que más me importan se cae a pedazos. Tú prioridad, no es mi prioridad. Lo siento de verdad.
— Hablaremos en otro momento.
— Espera a que yo te llame, lo haré Killian, pero no ahora. – resoplo.
— Bien.
Él cuelga, no sé si está molesto o si no, pero no me importa. De verdad, no tengo tiempo para él en este preciso momento. Las cosas en Nueva York no están siendo fáciles. Aura está que no puede con la prensa, la tiene encima y no hay cosa que odie más que la atención mediática que ha levantado no solo sus declaraciones sino también la decisión, triste decisión, de Liam. Y Marie, bueno, la prensa no le importa porque no sale de esa habitación de hospital.
Hasta Stella nota el ambiente de tristeza por mucho que Aura intente sonreír cuando se ven. Porque a Marie ni tan siquiera la puede ver, no quiero llevarla al hospital y que se enfrente al dolor que enfrenta la mujer que es su figura materna. Sé cuando decida salir del hospital, Marie vendrá a mi apartamento y tendré que explicarle a Stella que hay que cuidar de ella, pero por el momento no quiero que sepa todo lo que ocurre.
Después de todo el día trabajando y de acostar a Stella me doy una ducha rápida y me meto en la cama con la esperanza de descansar lo suficiente, aunque con la preocupación constante, no descanso tanto como debería. Y mi médico ya me dijo que debo descansar mucho y llevar cuidado con mi azúcar, esto de ser diabético a mi edad es algo difícil.
Me levanto por el sonido de mi teléfono, miro el reloj que tengo en la pared, son a penas las cuatro de la mañana. No sé que loco puede querer llamarme a esta hora. Todas mis alarmas se disparan cuando veo el nombre de Marie en el identificador de llamadas.
— Marie.
— Murió. – solloza. – Liam, murió. – llora, rota de dolor. – Ven a por mí, por favor.
— En quince minutos esto allí. – casi me caigo al levantarme con tanta prisa. – Marie…
— No voy a intentar quitarme la vida, pero necesito apoyo.
— ¿Aura está contigo?
— Si, Asher también. – solloza. – Pero quiero estar contigo, por favor.
— Si, si, ya estoy. – me doy prisa en tomar a Stella, no la voy a dejar sola.
— Papi.
— Sigue durmiendo, enseguida volvemos a la cama. – ella asiente y apoya su cabeza en mi hombro. – Marie, no cuelgues.
— No quiero hacerlo, si cuelgo puede que pierda la cabeza.
Me doy tanta prisa como puedo sin cometer ninguna imprudencia, por ir demasiado deprisa y sin ver bien la carretera, la última vez dejé en silla de ruedas a Aura. No puedo permitirme volver a cometer un error tan grande como ese.
Al llegar al hospital, Marie me espera en la salida, junto a ella están Aura y Asher. Los saludo brevemente y después ayudo a Marie a subir al coche. Se niega a ir en el lugar del copiloto y se sienta atrás junto a Stella. La mira con una pequeña sonrisa cargada de dolor y luego agarra una de sus manos sin llegar a despertarla.
— Marie.