Té & Café

Tea 04

Esa semana fue un infierno.

 

Ese fue el pensamiento que invadió la mente de Danielle Bennet al terminar la jornada de trabajo el sábado. Salió lo más rápido que podía, la insistencia de Jaden por querer acercarse la ahogaba, ya que su memoria le había fallado, siempre recordaba el incidente. Lo que ella no sabía era que ese chico tenía la idea de que solo era muy tímida y por eso quería aprender rápido, algo que en parte era cierto, pero ella aun así estaba algo mas asustada de lo usual. Él a los ojos de Daniel era una persona extrovertida, con una fuerte personalidad y demasiado terco, algo que iba en contra de la personalidad introvertida de ella.

 

La semana estaba llena de silencios incomodos, saludos monótonos y muchos clientes, además de tener que estar junto a Jaden, también tenía que atender a todas las personas que entraban. Él atendía la sección de instrumentos con el jefe, los demás se encargaba del resto de la mercancía, eso no le impidió pedirle ayuda a ella, justamente a la chica que tartamudeaba cada vez que lo tenia en frente, la chica que huía cada dos por tres...La chica que sufría una leve fobia a los chicos.

 

—Esto es el infierno —fue lo último que pudo decir antes de caer rendida a los brazos de Morfeo esa noche de sábado.

 

Despertó con pereza, pero sabiendo que tendría que hacer varias tareas, esa mañana de domingo fue fría, los pocos rayos que había en la ventana de su habitación se filtraban ligeramente. Ese domingo en particular no hizo más que comer, limpiar levemente su habitación y el apartamento, comer otra vez y dormir hasta la madrugada. Por lo general e su día libre hacia cosa que le gustaban, como ver alguna serie o película, leer o simplemente escribir; rara vez eran los días como ese domingo que no quería hacer nada.

 

—¿Disfrutaste el fin de semana? —su mejor amiga y compañera de casa se lo pregunto con un tono de sarcasmo, ya conocía la respuesta, esperaba que ella hablase con su taza de té en mano—. Hey, zombi, ¿Qué te pasa? —dejando la taza de té para sonar sus dedos en el rostro de Danielle.

 

—Es que...No sé si quiera volver a trabajar —mientras ponía ambos brazos en la pequeña mesa, dejando caer su cabeza en ellos.

 

—Dices que él no te reconoce, ¿cierto? Bueno, aprovecha eso y actúa con naturalidad —la azabache de lentes alzaba una ceja mirándola directamente desde su posición—. Está bien, tu actuar con normalidad es comportarte como estúpida retrasada frente al sexo masculino joven —en eso se oye como la frente de Danielle impacta contra la mesa—. ¿Terminaste de auto maldecirte? Llegaremos tarde.

 

Danielle solo suspiraba con pesadez por undécima vez esa mañana, terminando su desayuno para seguir a Elizabeth hasta la puerta, algo curioso esa mañana era el buen humor de su amiga. Cuando terminaron su jornada de estudios y se dirigían a sus respectivos trabajos, en el camino al centro comercial a Eliza le recorre un mal augurio, pero sin muchos ánimos de preocuparse no le presta atención.

 

El día resulto productivo, pero agotador para ambas, al llegar a su hogar estaban con los pies hinchados y con las ganas de dormir toda la noche; pero los trabajos de la universidad las esperaban. Esa noche en medio de un intento fallido de concentrarse para practicar matemáticas, la chica termino acostada y escuchando a una las tantas canciones que tenia su biblioteca, de un salto salió de su cama al tan solo iniciar Hateful de The Clash, no podía evitar empezar a cantar en su habitación mientras la música sonaba de fondo.

 

En esos últimos días había olvidado lo divertido que era simplemente parecer una loca mas, así que esa noche recordando cada canción que la emocionaba y hacia bailar se dejo llevar. Rock de los 70’s, baladas indie de los 2000, hasta canciones pop rusas que cantaba con una horrible pronunciación, todo ella canto y salto, al ver de reojo la hora en su reloj y notar que era mas de media noche volvió a sus deberes, pero con su humor renovado. Como era ya costumbre, se acostó muy tarde, para levantarse por voluntad propia muy temprano y quedarse mirando el techo por una media hora, las veces que le pasaba eran frecuentes, producto del constante insomnio y aun así no parecía estar tan cansada. Basto con un poco de agua fría para terminar de despertarse e ir a hacer el desayuno, tomar rumbo a la universidad y repetir la rutina. La misma historia otra vez, con los mismos dolores al terminar el trabajo y los interminables deberes de la universidad, llegando así al miércoles. Esa tarde Danielle recordaría que no importaba que fobia o miedo tuviera una persona, nada era infinito, y eso incluía su paz mental.

 

Jaden seguía sus movimientos de cerca, tratando de sacarle una conversación, pidiéndole ayuda, convirtiéndose en su sombra, logrando que el miedo irracional que ella tenia desapareciera y con el, su paciencia. En una de sus constantes búsquedas de algún tema de conversación Danielle no lo soportaba más y sin quererlo deja salir su lado malo, estallando.

 

—¡Por dios para ya! ¡No lo soporto! Aunque seas lindo y todo eres un fastidio, he tratado de mantenerme al margen pero ya no lo soporto, ¡Ahora mismo estoy reconsiderando en chocarte en serio con el auto!  —grita atrayendo la atención de todos, de los otros empleados Alice y Bobby, del sr. Growney y algunos clientes. Después de meditar sus palabras y de taparse horrorizada la boca, huye al baño del local y se encierra—. ¡Soy una verdadera estúpida!

 

—¿Chocar...? ¡La loca! —su semblante cambia de confundido a iracundo y va con prisa donde estaba su tímida compañera—. ¡Abre la puerta! —golpeando a puño cerrado la puerta.

 

¡¿Por qué soy tan boca floja?!” Pensó en posición fetal en el asiento del inodoro. “Tierra trágame y vomítame en algún lugar del Ártico”.




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