Te Devoraré

CAPÍTULO 1

"El idiota y la víbora".

Dévora.

El sonido de mis tacones resuena por los amplios pasillos del lugar bautizado como "Grayson's", robándome varias miradas en el camino.

Acabo de abandonar el área de trabajo de la segunda planta rumbo al ascensor, el cual me lleva hacia la sexta. Arrazo a pasos vacilantes, pero firmes, mi destino es la cueva de la bestia, que desgraciadamente se encuentra justo al lado de mi despacho.

A medida que me voy acercando, el ruido de mis pasos es reemplazado por el sonido de jadeos, no me sorprendo de lo que ya estoy acostumbrada. Tuerzo los ojos preparada para lo que estoy a punto de contemplar.

Giro la perrilla sin molestarme en tocar, ni inmutarme ante la escena que ven mis ojos. Él esta de espaldas a mí, frente a su escritorio, comiéndose a besos con una chica sentada sobre este de piernas abiertas.

Imploro paciencia a la vez que me cruzo de brazos advirtiendo como se detiene y toma un largo suspiro antes de mirarme por encima del hombro.

—¿No sabes tocar a la puerta? —masculla.

—¿No sabes que existe el seguro? —contraataco.

La chica baja la cabeza avergonzada.

—No puedes entrar aquí cuando quieras como si nada.

—Puedo, y lo haré —demando antes de dirigir mi atención a la chica que evita mirarme.

La reconozco, ocupa el nombre de Leticia, una de las empleadas del departamento de operaciones. Es castaña, de facciones sencillas, acompañada de una figura esbelta y delicada a la que le favorece el bronceado de su piel.

«Al menos el idiota de Ryan tiene buen gusto en mujeres».

—Adiós linda, el señor y yo tenemos asuntos que atender.

La chica con la vergüenza plasmada en su rostro, se baja del escritorio acomodándose el vestido color azul cielo que porta.

—Qué pena con usted, señorita Dévora —se lamenta apenas llega a mi lado—. Me disculpo...

—Lárgate —ordeno con la mirada fija en el idiota que reprime una sonrisa. Su cabello negro está despeinado, y sus labios hinchados por los besos.

Ella se marcha sin titubear.

—¿Qué? ¿Quieres tomar su lugar? —vacila.

—Ni de broma, primero muerta —me acerco a él.

—¿Qué quieres? —demanda abrochándose la camiseta.

Por un efímero segundo bajo la mirada hacia su pecho descubierto, debe entrenar mucho para portar semejantes músculos.

«Lástima que sea tan idiota».

—De tí nada.

—¿Entonces? —enarca una ceja.

—No me sorprende tu ignorancia, si solo sabes perder el tiempo —bramo—. ¿Sabes que tenemos una importante reunión en...—miro la hora en mi teléfono— aproximadamente cinco minutos?

—¿Una reunión? —frunce el ceño.

—Me asusta lo bien que te conozco.

Esboza una sonrisa ladina.

—Me prestas demasiada atención, debo de ser muy importante en tu vida.

—Ni te imaginas —ironizo.

—¿Con quién es la reunión?

—Con los inversionistas ingleses.

—Esa reunión es a las once.

—Y son las diez y cincuenta y seis.

Mira su reloj confirmando lo que acabo de decirle seguido de un resoplo.

—Supongo que perdí la noción del tiempo.

—Sigue así y no será lo único que pierdas —me acerco a tal punto que nuestros pechos se chocan y tengo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo—. ¿Qué pensarían tus padres si se enteran que en vez de ser un director competente, te la pasas follando en tu oficina?

—Para empezar, las amenazas conmigo no funcionan —declara.

Sonrío.

—No es amenaza, es una afirmación disfrazada.

—Para seguir —me ignora—, no se van a enterar...

—¿Eso crees?

—Y para terminar —se acerca a mis labios, no me inmuto—. ¿Cómo es que estás al tanto de lo que hago? Si estás loca por mí, sólo dímelo.

Lo empujo, a lo que me responde con una sonrisa.

—No seas idiota —alego.

—Solo soy observador —se encoge de hombros.

—Decir estupideces no es ser observador.

—¿Estupideces? —levanta las cejas riéndo.

—Me fijaría en un mono antes que en tí —pienso—. Aunque creo que no, ya que no se diferencian mucho.

Finge una risa nada sarcástica.

—Ja-ja-ja. ¡Buenísimo el chiste! —ironiza.

—No es chiste, Ryan —me cruzo de brazos—. Ve al zoo y compruébalo.

—Iré, claro, pero a llevar una foto tuya subtitulada "Se les escapó una víbora" —expone burlón.

Esta bella amistad que tenemos surgió hace un par de años y se intensificó hace dos, cuando empezamos a dirigir la empresa juntos, demás está aclarar el sarcasmo. Nuestros padres siempre han sido amigos, por ende, lo conozco desde pequeña. Jugábamos juntos algunas veces y las otras estábamos peleando.

«Es que él era un odioso».

—¿Quieres que te regale la foto, o ya la tienes?

—La buscaré en internet.

—Suerte con eso —le palmeo el pecho—. Y si ya te cansaste de halagarme, mueve el trasero, que nos están esperando.

Le doy la espalda encaminándome a la puerta. «Me encanta dejarlo callado». En el pasillo me alcanza, caminando a mi lado, ambos con pasos firmes y mentón en alto. No puedo negar que juntos desprendemos un aire de superioridad con cada paso dado.

Nos asemejamos a dioses que se quieren comer al mundo, cuando en realidad, nos queremos comer al otro.

«Y no hablo de forma sexual».

Soy la primera primera en entrar a la sala de conferencias, seguida de Ryan. Me percato que los inversionistas ya están presentes junto con casi todo el concejo directivo.

—Lamento el retraso, es..

Ryan me interrumpe.

—Es que a la señorita Smith le encanta perder el tiempo —me mira de soslayo antes de estrecharle las manos a los inversionistas.

«¡Será imbécil!».

Admiro la habilidad que poseo para disimular las ganas de estrellarle la cabeza contra la madera. Si no fuera por... «Calma Dévora». Inhalo profundamente antes de acercarme a saludar también.




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