Te Devoraré

CAPÍTULO 2

"Jaque mate, Ryan".

Dévora.

Parte de la tarde se me va en adelantar el trabajo de todo el día. Me uno a Sebastián —director de operaciones— para coordinar y supervisar la situación laboral de los operarios de su departamento.

Para cuando miro mi celular ya son alrededor de las cuatro de la tarde y solo me queda debatir un tema con Ryan antes de poder marcharme. «Mi hobby favorito». Me encamino a su despacho, y como siempre entro sin llamar.

Él está sentado acomodando unos papeles de encima de su escritorio, y cuando escucha la puerta abrirse sube la mirada en mi dirección, ignorando mi presencia para seguir en su labor.

—¿Cuándo aprenderás a tocar?

Cierro la puerta detrás de mí.

—Sé hacerlo, solo que no quiero.

Suspira, y supongo que está invocando paciencia «Necesitará mucho más que eso», mientras que me posiciono frente al escritorio.

—Justo quería verte —me mira.

—Yo no, pero me vi obligada —me encojo de hombros.

Responde torciendo los ojos «Al estilo poseído» antes de volver su atención a los papeles que están sobre la madera. Juro que estoy a punto de soltarle un disparate, pero no vine a pelear, así que tomo asiento frente a él cruzándome de piernas y depositando el celular sobre mi regazo antes de continuar:

—¿Le comentaste a tu padre acerca del proyecto de Londres?

—Aún no he tenido tiempo. ¿Tú lo hiciste?

—Tampoco. Tengo pensado hacerlo esta noche, y tú deberías hacer lo mismo.

—Sé que hacer, Dévora, gracias por el consejo de vida —ironiza.

—Vivo para tu bienestar, Ryan —le sigo la corriente—. El punto es que cuanto más pronto firmemos con los inversionistas, más pronto empezarán con las remodelaciones.

—Soy consciente de ello —aclara—. ¿Ya te leíste el contrato?

«Lo releí más veces que a mi libro favorito».

Cabe recalcar que ese trato será beneficioso tanto para los ingleses (inversionistas) como para nosotros. Cuenta con buenos argumentos que al final darán un buen resultado y será un triunfo general para la empresa.

El punto que se robó mi atención fue el que especifica que algún miembro de esta empresa —preferiblemente uno de los directores— debe ser transferido a Londres para ocupar la dirección en la nueva sede.

«En pocas palabras, esa persona seré yo».

—Por supuesto que lo hice —me cruzo de brazos—. Está de más decir que lo único que le falta son nuestras firmas.

—Y las tendrá. Le llevaré una copia a mi padre para que lo analize desde su perspectiva.

Asiento.

—Me parece bien.

—Me reuniré con él en casa —se pone de pie— así que queda en tus manos la dirección de la empresa el resto de la tarde.

—No cuentes con eso —niego—, debo irme.

—Yo también debo irme.

—Eso, no es mi problema, Ryan. Sabes perfectamente que me urge marcharme —lo señalo—. Así que hazte responsable.

—Más tarde estaremos ocupados y necesito llegar a un acuerdo con mi padre lo antes posible —recuerda—. En cambio tu urgencia puede esperar un poco.

—No, no puede esperar.

Ambos nos mantenemos en silencio por unos minisegundos, retándonos con la mirada sin aparentes ganas de rendirnos, y hasta puedo percibir como me atraviesa con sus zafiros.

—Ya sé, pongámoslo a suerte y veamos quien gana —sugiere.

Me encojo de hombros desinteresada.

—Me da igual, si yo nunca pierdo.

—Eso era antes de mí.

Esta vez soy yo quien tuerce los ojos.

—¿A piedra, papel o tijera? —inquiero.

—Vale.

Me levanto del asiento en el momento que se acerca quedando frente a mí. Alzamos los puños y jugamos con nuestra suerte. Ryan saca tijera y yo piedra. «Victoria». Esbozo una sonrisa ladina alzando mi mentón de forma gloriosa.

—Gané —susurro.

—No lo hiciste —musita de forma segura.

Hago mi característico gesto de cruzarme de brazos junto a una ceja enarcada.

—¿Por qué no?

Se acerca a mi rostro.

—Porque gana quien se vaya primero.

Planta un beso en el aire cerca de mis labios seguido de una sonrisa.

«Chantajista de mierda».

Mantengo mi semblante neutro intentando comprimir cualquier tipo de sentimiento negativo mientras el idiota recoge sus cosas del escritorio y se encamina a la puerta. «Que piense que tiene el control».

—Linda tarde, víbora —chantajista en todo el sentido de la palabra.

«Iluso». Para cuando abandona el despacho ya yo tengo mi celular en mano colocándo mis fichas en el tablero.

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Soy muy buena ocultando cualquier tipo de emoción, y cuando digo cualquiera, me refiero a que puedo ser un enigma indescifrable cuando quiero y como quiero. Un claro ejemplo de ello fue mi papel hace casi cinco minutos en el despacho.

La mejor técnica de victoria es hacerle creer al contrincante que tiene todas las de ganar cuando ocultas un as bajo la manga, dejando que te subestime para al final de la partida decirle "¡Jaque Mate!".

«De póker no tengo ni la más mínima idea, sin embargo, sé jugar bien mis cartas».

«Y no hablo del póker».

Comprimo mi sonrisa victoriosa mientras me balanceo sobre mis tacones por el suelo de mármol de la recepción. En una de mis manos cargo mi bolso negro y en las otra mis lentes de sol, los cuales me coloco sobre la cabeza apenas cruzo las puertas automáticas de la entrada.

Con pasos vacilantes camino por el inmenso estacionamiento, y a medida que me voy acercando ubico mi coche junto al McLaren 720S Spider de Ryan.

El aludido aparece en mi campo de visión maldiciendo mientras patea con histeria una de las ruedas delanteras de su respectivo auto ponchado. «Jaque Mate, Ryan».

En cámara lenta detallo como mis pasos captan su atención haciendo que su semblante se endurezca al notar mi sonrisa maligna.




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