Capítulo 3: La tormenta y el despertar
La lluvia cesó con la llegada del amanecer, pero para José el día traía consigo la misma sensación de incertidumbre que había sentido la noche anterior. Desde el pequeño hostal donde se hospedaba, miró por la ventana el cielo despejado y respiró hondo. "Prometí regresar", pensó para sí mismo mientras se arreglaba para salir.
De vuelta en el café, Camila estaba reorganizando las mesas mientras tarareaba una canción. Parecía estar de mejor humor, aunque el pensamiento de José seguía dando vueltas en su cabeza. Había algo en su tristeza que no podía ignorar. Cuando lo vio entrar, sintió un impulso inexplicable de sonreír, como si ya lo estuviera esperando.
—Buenos días, José. ¿Listo para probar el pastel de chocolate? —preguntó con tono animado, dejando de lado cualquier formalidad.
José rió levemente, más relajado que el día anterior. —Creo que sí. Me lo vendiste demasiado bien para no intentarlo.
Se sentaron en la misma mesa de la vez anterior, pero esta vez José parecía más dispuesto a hablar. Camila lo escuchó atentamente mientras le contaba sobre su vida antes de llegar a la ciudad. Fue la primera vez que mencionó la tragedia de perder a sus padres y la traición de sus familiares, aunque evitó entrar en demasiados detalles.
—Lo siento mucho, José —dijo Camila con sinceridad, colocando su mano suavemente sobre la de él. —Debe ser horrible sentirse tan solo.
—Es extraño, porque ahora mismo no me siento tan solo como antes —respondió José, desviando la mirada hacia la ventana, donde el sol comenzaba a brillar tímidamente.
Camila sonrió y decidió cambiar de tema, notando que él necesitaba alivio más que consuelo. —Dime algo, ¿qué soñabas ser cuando eras niño? ¿Siempre quisiste ser...?
—¿Desamparado? —interrumpió José con una pequeña carcajada. —No, claro que no. Quería ser arquitecto, construir cosas que duraran para siempre.
—¿Y qué te detiene ahora? —preguntó Camila con curiosidad genuina.
José la miró sorprendido, como si nunca antes alguien le hubiera planteado esa pregunta. En ese momento, algo cambió en su interior. ¿Qué lo detenía realmente?
El anciano jefe del café interrumpió el momento al acercarse con una bandeja que contenía dos porciones de pastel de chocolate. —Aquí tienen, cortesía de la casa. Pero cuidado, no quiero ver lágrimas en mi café —bromeó antes de regresar a la cocina.
Ambos rieron, y José, por primera vez en mucho tiempo, se permitió imaginar un futuro mejor. Mientras saboreaba el pastel, pensó que, tal vez, este pequeño café y la joven que lo había recibido con tanta calidez eran el refugio que necesitaba para comenzar de nuevo.
Camila, por su parte, sintió que José no era un cliente cualquiera. Había algo en él que despertaba una conexión especial, algo que no había sentido antes. Sin saberlo, ambos estaban construyendo un lazo que el tiempo y las circunstancias se encargarían de fortalecer.
Cuando José se despidió al caer la tarde, prometió regresar al día siguiente. "Quizá esta vez pueda empezar a construir algo", pensó mientras salía del café, con una esperanza renovada iluminando su camino.
Editado: 19.11.2024