Casandra
Contra todo pronóstico, fui contratada. A tres meses de comenzar a trabajar en Carpathians estaba ya en condiciones de arrendar mi propio espacio. En contra de la opinión de mi familia, renté un apartamento pequeño, en una zona buena pero no tan céntrica, porque no quería estar tan cerca de mis padres.
Aunque tenía mi propio vehículo para trasladarme, el club tenía un bus particular para el transporte de sus empleados, con horarios fijos, y que además me dejaba a unos metros del edificio al cual me estaba mudando.
Mi vida se mostraba sonriente y yo tenía gran entusiasmo por lo que vendría. No así mi familia, que veían mis intentos de independencia como una rebeldía fuera de lugar. El único que me apoyaba era mi hermano Ben. Él creía en mí y me había ayudado con la mudanza y, por supuesto, como buen hermano mayor, me llenó de consejos y recomendaciones. Mis amigos, en cambio, no parecían ver bien mis decisiones, pero no se oponían abiertamente.
Ahora, me acababa de preparar para el trabajo, era mi primer día en mi propio hogar. Contaba con una sala, una pequeña cocina y un cuarto. Más que suficiente para alguien como yo. Aún tenía pocos muebles, pero me bastaba, cada mes agregaría algo y pronto se convertiría en mi refugio acogedor. Di una mirada de satisfacción al lugar antes de salir.
Ya en la calle llegué a la esquina y me encontré con Myriam, era la chica que había tomado mi aplicación para el trabajo, también era la novia de Dewi y vivía a dos calles de allí. Este era el lugar por donde el bus nos recogería.
— ¿Qué tal tu día? — Pregunté sonriendo.
— Tranquilo. ¿Al fin te has mudado?
— Sí, me ayudó uno de mis hermanos, estoy más que feliz.
Ella y yo hacíamos el mismo horario, aunque diferentes tareas. Yo era bartender y Myriam secretaria. El club tenía dos horarios, el nocturno, que empezaba a las seis de la tarde, y el diurno. Por las noches era un club más abierto al público y durante el día se realizaban allí fiestas y eventos privados.
— Me alegra, ahora nos veremos más seguido.
— Eso pensaba.
El bus llegó y ambas nos subimos y nos sentamos juntas.
— ¿No has pensado en trabajar de lo tuyo? — Preguntó. — En la escuela de mi sobrino están buscando profesores.
— No, no quiero trabajar con niños.
— Lo entiendo, pero a veces el trabajo de noche es muy cansado.
— Sí, pero me gusta. Igualmente, he aplicado para hacer correcciones; un extra nunca viene mal.
— Es cierto.
La conversación siguió por temas triviales hasta que llegamos a nuestro trabajo y nos separamos.
Me ubiqué en mi sector, al igual que mis compañeros, pues la barra estaba dividida en ocho, cada uno controlaba una parte y si la noche lo requería, venían refuerzos. Comencé a revisar que todo estuviera limpio y en orden, que no faltaran bebidas, hice también una lista de lo que podría llegar a faltar pronto, y luego me quedé sentada en mi butaca pasando el tiempo en redes sociales. No entendía por qué nos hacían venir tan temprano, puesto que el lugar no abría hasta las ocho.
El sonido de la puerta retumbó, ya que el lugar estaba vacío, fuera de algunos empleados que iban y venían. Al levantar la mirada vi a uno de los jefes, que ahora sabía, eran tres, ellos formaban una sociedad llamada ANK, y tenían otros negocios además de este. Se trataba de Keran Ardoile. Un espectáculo para la vista por donde se lo mirase. Él aparecía por el lugar una vez al mes, jamás me miraba, solo lo veía llegar y nunca irse, pues seguramente se marchaba cuando ya la multitud me tenía trabajando a mil.
Hoy fue diferente, él me miraba y caminaba hacia mí. No supe qué hacer, bajé la vista al móvil y me di cuenta de que estaba jugando en vez de trabajar y quise esconderlo. Me lo metí en el bolsillo del pantalón.
— Niña, sírveme un vaso de agua — solicitó al llegar a la barra.
— S... sí, señor — hablé tontamente.
Me había tratado de niña, qué triste que me viera de esa manera. Le serví el agua con las manos temblorosas y, aunque sonreí e hice lo que se suponía que tenía que hacer, no fui capaz de mirarlo a los ojos teniéndolo tan cerca.
Keran tomó el vaso y sus dedos me hicieron pensar muchas cosas, maldije mi mente sucia. Bebió solo un sorbo de agua y la dejó en el mostrador.
— Gracias — dijo y retomó su camino hacia las oficinas.
Solté el aire y me dejé caer sobre la butaca. Mi corazón estaba acelerado, no podía creer que este hombre tuviera ese efecto en mí. Con ese aspecto de badboy alborotaba todas las células de mi cuerpo.
***
Keran
Comprobar que la humana, que alteraba todos mis pensamientos con su cándido aroma, no era inmune a mí, resultó más que satisfactorio. Después de tres meses de verla de lejos y no acercarme haciendo uso de un estricto control, no pude resistirlo más y al verla sola en su puesto, me acerqué.
Ella tartamudeaba y su corazón latía tan fuerte que parecía que se le saldría del pecho, tenía bonitos ojos verdes, pero no me miró a la cara, se mantuvo con la mirada baja y me sirvió el agua que le pedí con manos temblorosas. Me marché rápido para no incomodarla más, ya había comprobado más de lo que esperaba.
Casandra era su nombre, ella solía mirarme de lejos, pero muchas otras también lo hacían, sentían curiosidad, además nuestra especie les resultaba atractiva, esto nos servía para cazar en el pasado, ahora ya no lo necesitábamos.
Casandra... era bonita, su cabello oscuro lucía ondas sobre sus hombros. Cuando fui hacia ella no esperaba que reaccionara de manera tan exacerbada, pensaba que quizá tendría que hacer un esfuerzo por conquistarla. Claro que yo todavía no sabía si eso era lo que quería. Ella era humana.
— ¿Qué haces? — indagó Arami al entrar en la oficina.
— Nada.
— Hueles a amor.
Me reí ante sus palabras.