Te esperé una eternidad

Capítulo 5

Casandra

A casi un mes de estar en la zona VIP, Lucas no perdía la oportunidad de intentar seducirme. Era un chico atractivo, pero su perfil de casanova me quitaba cualquier simpatía que pudiera provocarme. Por otra parte, Jay y Anabella eran pareja, algo que ellos llamaban destinados, una especie de almas gemelas de los lobos, según entendí.

Tal como mencionó Myriam semanas atrás, todo era diferente allí, me sentía como en una secta, pero sin presiones, aunque quizá todas las sectas se mostraban bien al inicio. Cumplían en los horarios y los pagos, eran muy cuidadosos de la alimentación, y la salud de los empleados. No me molestaban los días de descanso que los pasaba mayormente en mi departamento, aunque esporádicamente, visitaba a mis padres.

Mamá se vivía quejando de que era una desagradecida, con todo lo que ellos me habían dado, no era capaz de acompañarla a sus reuniones de la alta sociedad. Como si a mí me importara ir a esos eventos aburridos.

El trabajo, en la zona VIP, era más relajado, pues solo los "humanos" bebían, y eran muy pocos. Aunque a veces aparecían algunos "lobos", quienes también bebían. Los "vampiros" no lo hacían, y si lo hacían, era muy esporádico. Ellos bebían de sus parejas, o de algunas chicas que vivían en el lugar y prestaban estos servicios. La primera vez que pude apreciar la situación, fue horas después de comenzar en mi primer día, al estar todo tan oscuro, no lograba ver bien, qué sucedía realmente, pero ellos daban de beber a su escogida, la seducían, se besaban y tocaban y en un momento sus rostros se hundían en el cuello o en el brazo de quien los "alimentaba", luego quedaba la marca, de colmillos.

No se veía sangre en ningún momento, pero la representación era tal cual las películas. Mi cerebro lo rechazó por completo y quiso creer que era una pantomima.

Como estaba por cumplirse un mes desde aquella vez en que Keran Ardoile me había pedido agua, el día en que él visitaba Carpathians tenía un extra para mí, ya que me encantaba mirarlo pasar. Claro que ahora estaba aquí, así que era probable que no lo viera, puesto que estábamos en el sótano, muy lejos de la entrada. De todas maneras, me hacía ilusión pensar en él.

— ¿Qué harás mañana? — me preguntó Lucas, en referencia a que era mi día libre.

— Debo visitar a mis padres — comenté, y realmente era así. Me había comprometido a almorzar con ellos, aunque no tenía demasiado entusiasmo por ello.

— Quizá luego podríamos hacer algo juntos.

— O quizá no — repliqué.

— Incluso quizá no deberías acercarte tanto, Lucas — sonó detrás de nosotros la voz profunda de Keran, haciéndonos sobresaltar.

— Solo conversábamos — se apresuró a decir mi compañero, alejándose de mí a una velocidad que no imaginaba que alguien pudiera tener.

— ¿Te han dicho que no debes aceptar propuestas? — preguntó mi atractivo jefe, dirigiéndose a mí.

— Sí, no he aceptado ninguna, señor.

— Llámame Keran.

Asentí sin poder hablar, me sentía totalmente cohibida.

— ¿Le... sirvo algo? ¿Tal vez, un vaso de agua? — indagué recordando la última vez que nos vimos.

— O tal vez un vaso de ti — su mirada era tan hipnótica que hubiera aceptado sin dudar, de no ser porque segundos antes me había dicho que no debía aceptar propuestas.

— Deberá conformarse con agua — repliqué, intentando hacer las cosas bien.

Él sonrió y un latigazo de deseo sacudió mi entrepierna.

— Te veré más tarde — dijo y se alejó.

— Él te gusta — aseveró Lucas, volviendo a acercarse.

— Obviamente — contesté con suficiencia—, y a cualquiera que lo vea le gustaría.

— ¿Qué tiene él que no tenga yo? — inquirió el vampiro, volviendo al ataque.

— Es mayor, supongo, no lo sé, y no es que tú no me gustes, simplemente no quiero líos y tienes la palabra problema grabada en la frente.

— No más que Keran Ardoile, uno de los tres dueños de este lugar.

— Es diferente.

— ¿Por qué?

— Es inalcanzable, eso lo hace más atractivo, como un personaje de novelas.

— No me pareció tan inalcanzable hace un momento cuando te propuso beber de ti.

— ¿Beber de mí? — “Un vaso de mí”.

— Sí.

— Fue un ardid para ver qué hacía yo, porque acababa de decirme que no acepte propuestas, nada más.

— No me lo pareció, incluso te dijo que te vería luego.

— Es solo un saludo.

— No creo que puedas ir a ver a tus papis hoy, Sandy.

— Lucas, no digas tonterías.

— En el caso, supuesto, que te ofreciera quedarte con él, ¿lo harías?

— ¿Es solo una suposición?

— Sí.

— Sí, lo haría.

— Lo ves.

— ¿Veo qué? Es el jefe, no va a hacerme una propuesta indecente, y si en la realidad lo hiciera no aceptaría. Este trabajo es demasiado importante para mí como para perderlo por una aventura sin futuro.

— Lo hará.

— No sé por qué lo haría, es un dios nórdico implantado en la tierra, ¿qué podría querer con alguien común como yo?

— Diría que tu preciosa sangre, pero… ¿Por qué piensas que eres común?

— Porque es la verdad, soy una chica común, afortunada, que ha conseguido un trabajo ideal, como bartender, en el club más prestigiado de la ciudad.

— ¿Qué hace tu familia, Sandy?

— Mi padre es… bueno, él tiene un puesto en la política – no quise mencionar que mi padre era diputado, para evitar que me vea como a una chica rica —. Mamá solo se dedica a ser su esposa. Mis hermanos: abogada, arquitecto y artista. Son mucho mayores que yo.

— Una niña mimada, ¿y qué te impulsó a buscar trabajo aquí?

— Quiero ser independiente. No me gusta que me etiqueten como acabas de hacerlo — repliqué cortante.

— Lo siento, seamos amigos — sonrió de manera juguetona.

— No, ni amigos, ni nada.




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