Keran
Me arrepentí de llevar a la chica a la oficina, su aroma intenso inundaba el lugar. Hubiera sido más conveniente haber escogido el salón principal, pero ya estábamos allí, no podía retroceder ahora.
Abrí mi laptop y busqué en mi email el documento, y lo descargué y puse frente a ella que se sentó en mi sillón, mientras que yo me apoyé en el escritorio. Las primeras preguntas eran personales: cómo me llamaba, qué edad tenía, en qué país residía...
— Solo responde mi nombre, lo demás no — había cosas que me parecían innecesario decir, no éramos tantos, casi todos nos conocíamos.
— Bien — aceptó tipeando con destreza. — ¿Cómo es que un lobo, un vampiro y una... híbrida... pueden trabajar juntos?
— Con mucho respeto de por medio y siguiendo estrictamente el protocolo establecido en el Concilio de Marsella, claro.
— ¿Hay amistad entre ustedes?
— Carpathians es un lugar que se caracteriza por fomentar un ambiente afable, en donde la convivencia sea armoniosa.
— Eso no responde a la pregunta — replicó, levantando la mirada hacia mí.
— ¿Así dice la entrevista?
— No, pero... es decir... — Ella se puso nerviosa. — Lo siento — bajó la mirada hacia el teclado.
— Es mejor responder de manera ambigua cuando las preguntas podrían ser tomadas de mala manera por algunos sectores. Sabes que vivimos en tiempos de mucha intolerancia, Cassie.
El corazón de la humana comenzó a acelerarse ante la mención de su nombre en diminutivo.
— Entiendo — aceptó, comenzando a escribir nuevamente.
— Pero si a ti te interesa saberlo, sí, Arami, Nova y yo somos amigos.
Casandra no hizo ninguna acotación al respecto.
— Ammm ... ¿En qué se basa la alimentación de los... donantes?
— Todos los empleados de Carpathians llevan una alimentación equilibrada, en especial los donantes. La salud de todos aquí es muy importante para nosotros.
— ¿Existen horarios de exclusividad para las diferentes especies?
— No.
— ¿Alguna anécdota para endulzar la vista de la audiencia?
— Muchas parejas, se han conocido en las distintas sucursales de nuestro club.
— Eso es muy escueto, no relata nada realmente.
— No puedo dar nombres, debería preguntar entre mis conocidos, déjalo para después.
— Bien. ¿Qué días se te puede encontrar aquí?
— Ignora esa pregunta.
— ¿Se puede concertar una cita contigo?
— También ignórala.
— ¿Hay fiestas temáticas?
— Esporádicamente. Y también se realizan eventos privados...
— Espera, esa es otra pregunta... — escribió y siguió leyendo: — ¿Se puede encontrar a los dueños en el lugar?
— No, tenemos encargados en cada filial.
Casandra levantaba la vista de tanto en tanto hacia mí, a medida que las preguntas pasaban, y yo me sentía al borde de saltar sobre ella y beberla hasta la última gota.
— Eso es todo.
— De acuerdo, ¿crees que es lo suficientemente comercial como para hacer que la gente venga?
— El lugar siempre está a tope, ¿eso es necesario?
— Arami parece creer que sí.
—Creo que se puede mejorar... —Ella comenzó a escribir y retocar las respuestas, mientras yo no podía dejar de apreciar sus delicados rasgos, sus ojos verdes como hojas, en los cuales se reflejaba el brillo de la pantalla, y su cabello castaño que caía en ondas grandes sobre su traje de trabajo, que no podía disimular un cuerpo de perfectas curvas. — Listo, ¿quieres que lo lea?
— Por favor.
Ella había realizado una narración fluida en donde las preguntas y las respuestas se mezclaban de manera armoniosa, creando un texto atractivo, que sutilmente invitaba a visitar el lugar.
— Coloca estos datos al final — ordené pasándole una tarjeta del club.
— Listo.
— Bien, te agradezco mucho.
— No fue nada — sonrió acomodando un mechón de su cabello detrás de la oreja, en un claro movimiento de coquetería.
— Vamos, te llevaré a tu casa — anuncié.
— Debo ir por mis cosas.
— Te espero afuera.
No quise seguirla para evitar caer en la tentación, mi cuerpo clamaba por ella y no solo era la sed, sino que quería saciar en Casandra todos mis instintos.
En el pasado había conocido a muchas mujeres. Siempre que iniciaba una relación sabía que no sería la definitiva, algo dentro de mí me lo decía, quizá era solo mi imaginación, o el miedo a perder algo tan valioso, como le había pasado a Arami, a Hayhan y a tantos otros. Yo no deseaba exponerme a eso.
Sin embargo, Casandra despertaba cosas en mí, sentimientos bajos, de dominación y posesividad, deseaba tomarla, someterla a mis instintos sexuales, beber de ella y que bebiera de mí, en definitiva lo deseaba todo y esto, en mí, era muy raro.
El aire en el exterior me refrescó un poco la mente. Yo no podía hacer nada de eso, era nuestra empleada, teníamos un pacto de cuidar y no abusar, de todos los que quedaran bajo nuestro dominio. Pero si ella venía a mí voluntariamente, era otro cantar...
La chica salió llevando sus elementos en las manos; comenzaban sus días francos. El aroma de su cuerpo flotó en la vereda y lo dispersó un poco el viento. Me miraba con timidez, e incluso un poco de temor. Un temor que deseaba borrar, porque suponía una barrera entre nosotros.
Nos quedamos mirando un momento, sus ojos profundos y cándidos se habían fijado en los míos. Ella parecía pensar miles de cosas y yo quería saberlas. No llevaba un año de estar en nuestro ambiente, era lógico que tuviera miedo, esto era nuevo para ella. Me quedé callado, apoyado en el coche, disfrutando de la conexión que sentía entre nosotros.