Camino por la orilla de una playa desierta, el ligero viento golpea mi cuerpo mientras la mezcla de agua y arena se adhiere a mis pies descalzos.
Entrecierro los ojos y veo una silueta a unos metros, sé que eres tú.
Llevo tiempo atrapado en un sueño del que me niego a escapar, no quiero despertar y enfrentar la realidad; no quiero sentir más dolor y no quiero dejarte ir.
Sé que soy egoísta, debería soltar tu mano y dejarte ir en paz, pero me aterra olvidarte, olvidar nuestros momentos juntos, olvidar tu hermosa sonrisa.
Sigo caminando, desesperado por llegar a ti pero la distancia se extiende; mi desesperación aumenta junto al latir de mi corazón y comienzo a correr; aún así, no llego hasta ti.
Caigo sobre mis rodillas en la arena húmeda, mi respiración se entrecorta y me duele el pecho, siento el sudor frío correr por mi rostro.
Las lágrimas no tardan en salir.
No te sentí aproximarte pero apareciste frente a mí y te arrodillaste a mi lado, cruzando tus pies y apoyando tus manos sobre ellos, tu rostro desprendía un brillo inusual; cuando nuestras miradas se cruzan por primera vez después de tanto tiempo, noto la miseria a través de ellos.
Trato de levantarme y arrojarme a tus brazos, pero mis piernas no responden, bajo la mirada y sollozo. No puedo soportarlo más.
Entonces levantaste tu mano para acariciar mi mejilla y susurraste que todo estaría bien.