Te Prohibo No Amarme Loba. Libro 3

2. JULIETA

— ¡Álvaro, deja que me lleve a la niña por favor!

— ¡No te la vas a llevar! ¡Quiero que te largues, eres un monstruo! ¡Me engañaste todos estos años!

— ¡Amor, eres mi mitad! ¡Te amo, más que a nadie en este mundo! ¡Por favor, no seas así!

— ¡Me engañaste! ¡Hiciste que me enamorara de ti, sin decirme lo que eres! ¡Un monstruo! ¡Lárgate, o avisaré a los cazadores!

— La niña, ella es igual que yo amor. Deja que me la lleve por favor.

— ¡No te llevarás a mi hija, a ningún lugar!

— ¿Dónde está? ¿Dónde la escondiste?

— ¡No te diré! ¡Lárgate, es mi última advertencia! — Grita parado en la puerta, mirando a la mujer que se retuerce en el piso. — ¡Voy a salir, cuando regrese, que no te vea aquí, o juro que te mataré con mis propias manos! — Y se larga dando un portazo.

 La loba se mueve con dificultad. Está muy débil, su esposo la hizo ingerir un veneno letal. Hace el intento de ponerse de pie, pero cae otra vez al piso.

— Mi niña, mi bebé. ¿Dónde estará? — Murmura entre sollozos.

 El ruido de la puerta al abrirse, hace que dirija su mirada hacia allá. Un hermoso hombre está parado en ella. Al verla, corre a su lado.

— ¡Vera, hermana! ¿Qué te pasó? ¡Discúlpame que llegara tan tarde! — Dice, mientras la levanta del piso, hasta sentarla en una silla.

— Fabio hermano, gracias por venir. Tenemos que irnos ya. Tienes que cargarme hermano, no me quedan fuerzas.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué estás así? ¿Qué tienes? ¿Y el bebé?

— Hermano, no tenemos tiempo que perder. En el camino, te lo cuento todo. Vámonos ahora por favor.

— Sí, ven. Tengo el auto allá afuera. ¿Quieres que recoja algo?

— Solo aquel maletín, con las cosas del bebé. — Y le señala el bolso, tirado en una esquina.

— ¿Y el bebé? ¿Dónde está? — Pregunta, al ver la cuna vacía. Pero no obtiene respuesta.

 Fabio recoge el bolso, y corre a tomar a Vera en sus brazos, justo a tiempo para que no caiga al piso al perder el conocimiento. Sale con ella en los brazos, la acomoda en el asiento trasero de su auto, marchándose con ella directo a su manada. Al llegar, la lleva a la bruja, que la revisa. Sale, con el rostro muy preocupado.

— Fabio, a tú hermana la envenenaron, no fuera tan serio, si no hubiese sido acabada de tener su cachorro. Hice todo lo que pude, ahora, solo nos queda esperar.

— Gracias Graciela.

— No tienes que dármela. ¿Y el cachorro, dónde está?

—No lo sé. Vera me llamó que fuera urgente anoche, que estaba de parto, pero yo estaba muy lejos, solo hoy pude llegar, y me la encontré en ese estado. No me explicó nada del bebé, ni de lo que había pasado. Yo, ni siquiera sabía que estaba viviendo en la ciudad.

— Ella se fue hace unos meses, diciendo que iba a trabajar en la ciudad. Nadie sabía adonde. No volvió a tener contacto con nadie. Haré todo lo que esté a mi alcance, para salvarla. Tú, deberías encontrar a un rastreador a ver si dan con el cachorro, acuérdate, que el poder de ella, es muy codiciado por los vampiros.

— Si, lo haré, la dejo en tus manos Graciela. Muchas gracias por todo.

 Sale disparado, en busca de los mejores rastreadores de la manada. Regresa con ellos, al cuartucho donde recogiera a su hermana, para encontrarse que todo ha sido devorado por las llamas. Mira con desaliento a todos. Tratan de averiguar si su hermana, tenía relación con alguien, pero nadie le sabe decir nada. Regresa triste a la manada. Su hermana sigue igual.

 Mientras, en otro barrio de las afueras de Río de Janeiro, un hombre con un bebé en sus brazos, toca una enorme puerta verde de madera, espera en silencio. La puerta se abre, con un sonido chirriante.

— Buenas noches, me dijeron que puedo dejar un bebé aquí, por un tiempo.

— Si señor, pase.

— Muchas gracias. Venga por aquí.

 Atraviesan un enorme patio, luego se adentran por un oscuro pasillo hasta una habitación que hace de despacho. Una vieja señora los recibe.

— Señora directora, otro caso. — Dice la mujer que lo recibiera en la puerta.

— Muy bien, siéntese. ¿Por qué quiere dejar el bebé con nosotros, y por cuanto tiempo?

— Pues, su madre me lo dejó acabado de nacer, no tengo a nadie que me lo cuide. Yo estoy trabajando. Pagaré todas las mensualidades.

— ¿Su nombre?

— Se llama Julieta Martins, es una bebé, solo tiene dos días de nacida.

— No el de la criatura, pregunto su nombre señor.

— Álvaro Martins.

— Muy bien, son quinientos reales mensuales. Y deberá pagar, dos meses por adelantado.

— No hay problemas, mire el dinero aquí. - le extiende un sobre.

— Solamente los cuidamos hasta los cuatro años. Después usted, deberá hacer otro arreglo.

— ¿Otro arreglo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.