Levanté la mano con temor, y declaré. No iba a dejar que ese hijo de perra saliera de la cárcel, por más que Diego este mirándome con advertencia. Hablando de él, lo miré de reojo antes de hablar.
—Sí hay un testigo.—todos me miran, mientras me estaba ahogando con el miedo.
—¿Señorita?—Ryan asiente indicándome que no tema.
Al mirarlo a los ojos supe que no tenía nada que temer, que no iban a dejarme sola.
—Yo soy una testigo de sus actividades ilegales.—el oficial que estaba al mando de aquella situación asiente para que siga hablando—. Hace un año y medio él...—ahogué el nudo en mi garganta—. Fue él quien abusó de mí. Me subió a un auto, me llevó a otro sitio y ahí fue cuando..., después sin razón o explicación alguna me dejó en el mismo lugar de donde me había levantado, pero nunca lo volví a ver.
—¿Por qué no me lo dijiste?—se acerca Romeo y pone su mano en mi espalda y yo negué sin tener esa respuesta.
—Bueno, sáquenlos de acá. Igual van a ser investigados. Pero por el momento van a quedar detenidos hasta que resolvamos esto.
Lo agarré a Ryan del brazo mientras seguía esposado para que no se lo lleven.
—¿Por qué a él? Ryan solamente se estaba defendiendo por lo que esta basura le hizo y por lo que me hizo a mí.—los oficiales no respondían.
—Todo va a estar bien, chicos, mañana quedan a cargo del equipo, sigan con los ejercicios que estaban haciendo.—ambos asienten con semblante preocupado.
Intenté detenerlos pero Ryan con su mirada me indicó que lo dejara ir. Y yo no estoy segura de que quiera dejarlo ir.
Ya no estamos hablando de la cárcel.
Irene nos invitó a todos a pasar a su casa a esperar noticias, que nadie nos daría si no íbamos a la comisaría pero ella prefirió que esperemos en su casa ya que no nos iban a dejar verlo. Mientras estaban todos preocupados y hablando de lo sucedido agarré a mi hermano del brazo para apartarlo del resto.
—Necesito que me ayudes.—susurré, él frunce el ceño.
—¿En qué?
—Quiero...—miré al resto y me acerqué más a él—. Quiero ir a la comisaría, pero no quiero ir sola.—levanta las cejas creyendo que no estaba hablando en serio.
—¿No era que no te importaba?—le lancé una mirada indicando que era de verdad lo que le estaba diciendo y él asiente y me pone la mano en la espalda baja para que volvamos a los demás—. Hey, voy a llevar a Mal a descansar, no se siente bien y mañana tenemos escuela.—miente y mi tía se acerca, nos besa la frente y asiente más tranquila.
—¿Querés que te acompañe?—pregunta Rom de una manera confidencial y yo negué y le sonreí para no preocuparlo.
Ambos salimos de la casa de los vecinos y nos fuimos en el auto hacia la comisaría. Me puse a mirar por la ventanilla y mi hermano pone su mano en mi pierna para que lo note.
—¿Es verdad lo que dijiste? ¿Fue él quien te hizo eso aquella noche?—lo miré con los ojos llorosos y asentí.
—No fue solamente él.
—A los otros los vamos a encontrar, te lo prometo.—negué y relamí mis labios.
—No, si tienen que ir presos van a aparecer, pero no quiero que lo busquen por su cuenta.
Y yo sabía dónde estaban...
Prefería hacerme la que no me importaba con tal de que ellos estén a salvo. Ryan también me dijo que quería buscarlos, pero es peligroso, yo no me perdonaría si algo les llegase a pasar por mi culpa.
Llegamos a la comisaría y nos presentamos.
—Quiero ver a Ryan Vannucci, él se encuentra demorado por un error.—mi hermano aprieta mi hombro derecho para darme apoyo.
—Él está incomunicado, señorita, va a tener que esperar.—miré a la mujer del otro lado del escritorio y ella aprieta los labios con pena.
—No, pero necesito verlo, no me importa si puede o no puede hablar.—estaba empezando a perder la paciencia con la oficial, o secretaria, no sé que rol cumpliría en esta situación.
—Señorita, ya le dije, tome asiento y espere a que venga el comisario para poder hablar con él.
Mi hermano intentó hacer que vaya con él pero me aferré al escritorio.
—Escuche, vaya y pídale al oficial que lo arrestó que yo necesito verlo.—dije casi como una orden.
La mujer suspira y se levanta—. ¿A nombre de quién?
Eso fue rápido.
Cuanto más rápido, más rápido se va a deshacer de vos.
Dice mi subconsciente con ironía.
Miré de reojo a mi hermano—. Yo...—me puse firme—. A nombre de Malía, soy su novia.—la mujer asiente y como si fuera algún tipo de instinto miré a mi hermano para ver su reacción.
Sonríe "disimuladamente" mientras miraba al frente.
—Novia, ¿Eh?—intenta ahogar una risa.
No sé qué le parecía tan gracioso si no era la gran cosa.
—Sí, digo, si decía que no era más que la vecina no me iban a dejar pasar.—intentaba negar los nervios que crecían dentro de mí y mi cara ardía.
—Dudo que te dejen pasar a verlo de todos modos.—se encoje de hombros mientras yo lo miraba de reojo mientras mi cuerpo permanecía inmóvil—. De todos modos, podríamos haber dicho que éramos sus amigos.—rodé los ojos.
—Eso no es verdad, no soy su amiga.—solté sin pensar y él me mira con picardía.
—¿Pero sí sos la novia?—me acorraló y yo alcé las cejas sorprendida.
—Lo que digo es que...
—Ya, Mal, no aclares que oscurece.
Buen punto. La mujer llegó de nuevo y le damos toda nuestra atención.
—Podés pasar.—sonreí pero ella no había terminado así que corta toda palabra que fuera a decir—. Cinco minutos. Después de todo, al oficial le parece bien lo que hizo tu novio.—asentí todavía tensa por ese término "novio" pero al final fui al cuarto donde lo tenían.
Al entrar y verme se sorprendió, el oficial entendió sin que le dijera nada y se fue cerrando la puerta. Lo vi sentado con sus antebrazos en las sillas y los dedos entrelazados. Se levantó al quedarnos solos.
—Cuando la mujer dijo que mi novia quería hablar conmigo creí que estaba hablando de Mía, y mientras la esperaba iba sembrando la duda de cómo llegó esto a sus oídos tan rápido.