Ya habían pasado cinco días. Mañana era el cumpleaños de mi hermano y estábamos preparando todo. Hoy salía Ryan de la cárcel, me parecía totalmente injusto lo que le hicieron, y llegué a la conclusión de que el comisario que me sacó a mi y a ese bastardo era uno de ellos, un corrupto, trabajaba con o para mi tío. Eso no lo descifraba todavía. Con Mili estábamos cocinando algunas tortas o pastafloras para el cumpleaños de Nacho, vi hacia la puerta de la cocina y estaba Diego haciéndome señas para que vaya. Le pedí a Mili que siguiera y que no me tardaba.
—¿Qué?—pregunté tajante.
—Esperé cinco días para decirte esto ya que... sino no sería divertido.—me incorporé para escucharlo—. Vos no cumpliste con lo que yo te dije, ahora vas a ver que el que avisa no traiciona. Porque yo te avisé demasiadas veces. Por eso, cuando llegue el momento, no vayas a llorar.
Se va sin decir más. No entendía qué me quiso decir con eso, pero no pude evitar sentirme preocupada con o sin razón, eso todavía no lo sabía. Volví con mi mejor amiga, notándose a leguas mi preocupación.
—¿Todo bien?—asentí pero mi expresión mostraba todo lo contrario, suspira y deja lo que estaba haciendo—. Diego, ¿no?—volví a asentir—. Esto tiene que parar, Mal, él es un psicópata enfermo, y quiere intimidarte. A ambas. Para que no hablemos, porque sabe que si le perdemos el miedo, a él se le pudre el rancho.—dice con dominio.
—Tenés razón. Tenemos que hablar con la policía y con Jenna.—ella asiente, me tiende la mano y salimos de la cocina.
Al llegar al living la puerta se abre dejándonos ver a mi hermano.
—Nacho, nosotras nos vamos, tenemos que hacer algo y enseguida volvemos.—quise irme pero me agarra del brazo para que vuelva a él.
—No, Mal, tenemos que hablar.—con Mili nos miramos preocupadas. Él lo estaba sin duda.
Se rasca la nuca nervioso y sin saber cómo empezar, sentí una opresión en el pecho que me decía que algo no andaba bien, que algo muy malo estaba pasando, y jamás me había pasado algo así, no este tipo de presentimientos.
—Ryan llegó hace dos horas de la cárcel.—sonreí, eso no era malo.
—¿Y cómo no me dijeron nada?—le reproché.
—Malía, por favor escuchame.—me ordena y a mí me tocó cerrar la boca—. Él llegó de la comisaría y después de media hora empezó a sentirse mal—fruncí el ceño intentando seguirlo—. Llamaron al médico y ya saben lo que tiene, por eso nadie te dijo nada.
—¿Y qué tiene?—pregunta mi mejor amiga mientras me abraza por los hombros.
Nacho suspira y agacha la cabeza por unos segundos.
—¿Nacho?—pronuncié su nombre con temor.
—Su organismo está envenenado.—cuando pronunció aquello mi mundo se detuvo de manera precipitada sin saber nada más certero.
—¿Qué querés decir con eso?—Mili era la que intercedía por mí ya que yo estaba en shock.
—El médico dijo que está envenenado, y que si no se consigue el medicamento adecuado solo le quedan...—se calló la boca pero mi amiga y yo lo apuramos a que diga lo que sabe—. Doce horas. Bueno, en total desde ahora son diez.
Ahora sí, mi mundo se vino a bajo. Y al final pude entender por qué. Él me importaba, me quería hacer la difícil, a la que no le importaba su persona, que él no es más que un simple amigo, o vecino. Bueno, está claro que para mí no es solo un simple vecino. Pero lo quiero, me importa y mucho.
Antes de que podamos irnos llegó Diego a la escena, parece un buitre esperando a quien devorar, mi hermano le contó lo que pasó y el muy hipócrita fingió sentir un poco de compasión. Los chicos salieron y yo me quedé a encararlo después de acordarme de su amenaza de hace menos de media hora.
—Fuiste vos, ¿no?— ataqué de manera brusca—. Por eso me dijiste eso hace un rato, y yo como estúpida no te había entendido.—sonríe con descaro.
—¿Me creerías capaz de una cosa tan horrenda?—finje dolor e indignidad.
Yo le hice un gesto que le daba a entender mi respuesta.
—Dame la cura.—dije con voz temblorosa.
—Eso depende. Ahora andá, te conviene despedirte... Algo me dice que te conviene hacerlo porque mañana ya es tarde, y te vas a arrepentir toda la vida.
No, él no lo haría. Jamás lo mataría, puede que sea un psicópata y un desquiciado pero no un asesino, al menos no hacia alguien que me importa, a mí y a Nacho. Tiene mucha labia, dudo que llegue a tanto solamente por su obsesión.
Salí de mi casa y estaba Mili esperándome.
—Fue él.—acierta. Asentí y ella niega con un suspiro—. Que hijo de perra, no te preocupes amiga. Él va a estar bien.
Sé que ella intenta hacerme sentir mejor, así como sé que no es verdad, que sin ese antídoto o lo que sea, él no va a estar bien.
Entramos a la casa de los Vannucci y apenas vi a Romeo me acerqué a él para abrazarlo.
—Le quedan diez horas, Mal.—dice con la voz quebrada en mi oído mientras me abrazaba.
Nos apartamos del resto y nos vamos a la cocina, todo el tiempo lo sostuve de la mano. Nos sentamos uno al lado del otro y entrelazamos nuestros dedos encima de mi pierna.
—Jamás creí que sin darme cuenta, ayer fuera la última vez que pude estar con él sin echarnos en cara nuestras broncas.—con mi dedo pulgar de la mano libre acariciaba el dorso de la suya mientras seguíamos con los dedos entrelazados, sonríe con la mirada perdida en nuestras manos—. Sin darnos cuenta ayer hicimos las paces. Nos abrazamos, y nos dijimos lo mucho que nos amábamos.—sonreí.
—Él es tu hermano y te ama.
—También te ama a vos.—me sorprendí por lo que había dicho. No es una noticia nueva, pero lo que me sorprendió fue que él lo supiera.
—Rom...—intenté justificarlo, aunque no sabía qué justificar exactamente.
Sonríe y acaricia mi mejilla con ternura.
—Y lo peor es que no lo culpo, digo, cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por vos.
Me mordí el labio por su confesión.
—Pero en este momento... solamente me importa que se salve.—continúa y yo apreté nuestras manos que seguían unidas para darle un poco de fuerzas—. Mi hermano podrá ser un idiota, el mayor de los idiotas si querés, pero por lo menos él sabe el significado de la familia, daría la vida por mí como yo por él, y le agradezco a Dios por tenerlo como hermano. Y lo entiendo, de verdad que sí, porque yo más que nadie sé lo que significa amar a alguien que ama a alguien más.