Los amigos de Nacho empezaron a llegar y Mili y yo estábamos paradas en la sala viendo pasar a todo el mundo. Ella deseando que Nina no apareciera, y yo... acompañándola.
Deseando que Ryan aparezca.
Nada que ver.
Al final, de tanto invocarlo, apareció, pero no solo, sino que con su nueva novia. Lo abrazan a mi hermano, incluso ella, que lo conoce poco y nada, sin intenciones levanté una de las comisuras de mis labios con desagrado, Mili me pega un codazo para que deje esa expresión tan obvia y justo ellos se acercan.
—Hola, Bon Bon.—sorprendentemente así le dice a mi amiga acompañado con un beso.
—Hola.—Me dice su novia con una sonrisa, yo sonreí con falsedad disimulada en respuesta.
Ryan me sonríe con los labios apretados y se lleva a su novia de la mano hacia la cocina por algo de tomar y yo me quedé viendo en esa dirección hasta que mi amiga me devolvió a la realidad. Sonreí al ver a Romeo parado frente a mí. No había notado su llegada.
—Hola, hermosa.—besa mi frente. Sonreí con los labios apretados en respuesta.
—Mi tía va a matar a mi hermano. Invitó a mucha gente.—acoté mirando a mi alrededor.
—Está bien, no hizo una súper fiesta, él merece disfrutar un poco, cumple 17, necesita esto.—asentí con un suspiro no muy de acuerdo.
—Sí, no discuto el hecho de que es un adolescente y necesita divertirse, pero cuando le dije que haríamos una fiesta... No era literalmente una fiesta.—sonríe y pone sus manos en mis hombros.
—Lo bueno es que va a tener que limpiar todo él.—sonreí.
—Lo imaginé más... reunión chiquita entre amigos. Ya sabés, pizza, bebidas, charlas idiotas con amigos idiotas, pero divertido.
Me desanimé. Rom pone sus manos en mi cara para que la levante y lo mire.
—Sos hermosa cuando parecés decepcionada. Bueno, siempre estás hermosa.—sonreí por sus palabras—. Así que..., amor, vamos a ser unos adolescentes, y vamos a tomar unos tragos.—acepté su invitación, me agarró de la mano y fuimos a la cocina.
No sé cuántos vasos de fernet me tomé. Digo, no los había preparado muy fuerte así que tomé más de dos, eso seguro. Me separé de la ronda de chicos, cuyo dos seres femeninos éramos Mía y yo, después la ronda se conformaba por los hermanos Vannucci, Nacho, y otros chicos del equipo.
Me acerqué a mi amiga.
—¿Qué pasa, gorda?—solté un suspiro pesado y me tiré a su lado en el sillón.
—Nada, me siento rara.—sonríe.
—¿Cómo planeabas estar después de los cinco vasos de fernet?—la miré.
—Fueron dos, solamente.—ríe.
—Dos son los que vos contaste, cinco los que yo conté. Y en un momento te perdí de vista, así que creo que fueron más.—la fulminé con la mirada por su risa burlona y después apoyé mi cabeza en su hombro.
Mi mirada justo daba a una parejita que daban muestra de afecto en público, eran el querido profesor Ryan y su amante, o novia.
Celosa.
No estoy pensando en esto porque esté celosa, es que me parece una falta de respeto porque en esta misma casa están la mayoría de sus alumnos: chicos del equipo que él dirige, o personas que les haya tocado estar en la hora de castigo con él enseñando de moral o lo que sea. Eso es falta de respeto.
Pero esta vez sí, subí las escaleras directo al baño porque me empecé a sentir mal, y le eché las culpas al alcohol que había en mi sistema.
Una vez que entré en el baño, apoyé mis manos en la bacha y me miré en el espejo. No había sentido mis ojos llorosos hasta no verlos en el reflejo, y ahí mis ganas de llorar empezaron. Las lágrimas salían en silencio y sin sentido, cerré los ojos con fuerza para impedirlo pero era imposible.
La puerta se abre de golpe y por instinto le di la espalda para que aquella persona no notase que estaba llorando.
—Está ocupado.—avisé, un poco tarde y con la voz temblorosa.
—Perdón, estaba...—era Ryan.
Cerré los ojos con fuerza y puse mi dedo índice debajo de mi nariz para intentar ahogar un sollozo. Él me agarra del brazo y me obliga a verlo.
—¿Qué te pasó?—pregunta con el ceño fruncido, estaba enojado.
—Nada.—evité su mirada.
—Nadie llora por nada.—me informa.
Rodé los ojos con una sonrisa irónica y rota pero seguía sin mirarlo.
—Malía, te conviene decirme quién fue el imbécil que provocó estas lágrimas, porque si no hablás, voy a golpear a todo aquel que parezca sospechoso hasta que aparezca el culpable y te aseguro que no voy a ser dulce.—amenaza.
—Nada, Ryan. Dejalo así.—intenté irme pero vuelve a agarrarme del brazo para que me quede sin chistar.
—Quien se atrevió a provocar estas lágrimas las va a pagar, Malía, así que decime qué pasó.—no dejaba ese tono de autoritarismo que tenía.
Por primera vez lo miré más de dos segundos a los ojos para hacerle frente.
—¿Cómo se supone que te diga lo que me pasa si ni siquiera yo lo sé?—me solté de su agarre—. No pasó nada. Cuando tomo soy sensible y muy patética. Así que, dejame ser patética en paz, ¿o ni eso podés?—respondí tomando autoridad.
—Me da igual lo que digas, pero no voy a permitir que llores por nadie.—vuelve a tomar mi brazo.
—Dejame ir.—supliqué.
—No te voy a dejar ir hasta que no me digas qué te pasa.
Suspiré—¿Qué preferís, la historia larga o la corta?
Se queda pensando.
—La que vos quieras, mientras me digas lo que te pasa no hay problema de que cuentes la que te quede más cómoda.
Asentí. Él me lo pidió, ¿quiere saber qué me pasa? Me estoy volviendo loca, estar sin él y que él esté con alguien más me vuelve loca, que me ame como loco me vuelve loca. Que me bese con tanta pasión y locura me vuelve loca. Actúo como yo nunca actuaría justamente porque él me vuelve loca y provoca que reaccione como yo jamás lo haría.
Claro que a él se lo resumí, y no resultó como esperaba.
—Si no me vas a dejar ir, besame, pero hacé algo.—le aclaré.
Suelta mis dos brazos que antes había agarrado para evitar que salga corriendo y ahí supe cuál era su respuesta. Asentí sintiéndome más patética que antes y me di la vuelta para salir del baño. Antes de que pudiese tocar la puerta, en un movimiento rápido me da la vuelta estampándome contra ella y me besa sin previo aviso. Algo a lo que todavía no me acostumbro.