Te Quiero y me Duele

27

—Yo no sé si reírme, llorar, o cachetearte.—se queja mi amiga agarrándose la cabeza.

Me mordí el labio con pena.

—Yo te pedí que tomes una decisión.

—Tomé una mala decisión.—admití.

—Depende.—la miré—. ¿Lo elegís a Ryan?—me mordí el labio pensando.

—No puedo. Vos sabés que no puedo elegir a ninguno de los dos.—suspira.

Me parecía estúpido que estemos hablando de “elegir” como si tuviese que elegir qué libro llevarme a mi casa desde la biblioteca porque no decido qué libro me gusta más.

—No podés dejar que el parásito de tu tío te arrebate la felicidad.—sonreí con ironía y un suspiro.

—Prefiero no arriesgarme. Yo los quiero mucho a los chicos.

Agarra mi mano y acaricia el dorso con su dedo índice.

—¿A vos te gustan los dos?—pregunta con el ceño levemente fruncido y con voz preocupada.

—¡No!—salté como si estuviese loca.

—¿Entonces?—arquea una ceja.

La puerta se escucha y Mili se acerca para abrirla. Rom asoma su cabeza y mi amiga nos deja solos. Se sienta a mi lado y besa el dorso de mi mano.

—¿Estás bien?—asentí y acaricié su perfil.

—Estaba hablando con Mili un rato, a veces en vez de pagarle a mi psicóloga me conviene estar cinco minutos con ella.—ríe.

—Mal, estuve pensando—rasca su nuca nervioso y yo sonreí con ternura—, desde que estamos juntos... Nunca hicimos nada de novios.—su estado nervioso me hacía morir de la ternura.

Por eso él me gusta, su ternura, su inocencia, su timidez al invitarme a pasear, era lo que me encantaba y lo que me había enamorado, aunque... tiene razón, no entiendo por qué sigue conmigo si nunca le di la importancia que él quería y merecía, y creo que se la voy a dar. Solo por un día, ser solamente él y yo, y ya mañana... mañana será otro día, un día en el que tome malas decisiones, en el que dejarlo va a ser mi peor error.

—Me encantaría tener una salida de novios con vos.—besé su pómulo con ternura y le pedí que me espere abajo para poder cambiarme.

En este día hacia frío, pero el sol amortiguaba un poco el viento, así que decidí ponerme un jean azul con mis Converse negras y blancas de plataformas y un top de rayas y mangas largas en corte U ajustado al cuerpo.

Dejé mi pelo suelto y me maquillé un poco de manera natural: base a tono de piel, rímel y brillo labial rosa.

Bajé las escaleras y vi a Romeo hablando con mi mejor amiga y mi hermano.

—¿Vamos?—pregunté con una sonrisa.

Rom se levanta y me da la mano, pero Mili me tira para que me acerque a ella y no me quedó de otra que decirle a mi novio que me espere afuera, él decidió que iríamos en moto.

—¿Esta es tu mejor decisión?—se acerca y me susurra entre dientes—. ¿Vas a estar con él para después dejarlo?

Suspiré—. No quiero pensar en mañana, por hoy quiero disfrutar del día hermoso y de él. De su compañía y de lo que tenga planeado. Solamente él y yo.—mi amiga se refriega los ojos.

—¿Y después?

—Solo... Quiero darle la importancia y la atención que nunca le di.

—Y después vas a dejarlo.—puntualiza.

—No quiero pensar en el mañana.—repetí por quinta vez, la abracé y salí de mi casa.

Mi hermano estaba hablando con Rom fuera de la casa, sonreí y mi chico me puso el casco.

—Cuidá a mi hermana porque te mato.—amenaza Nacho. No hablaba en serio, claramente.

Me subí y abracé a Rom por la cintura y condujo hacia un sitio desconocido. Este era su día, y el de las sorpresas porque no tenía ni idea de a dónde íbamos. No fue mucho el trayecto que hicimos, cuando bajamos de la moto observé a mi alrededor con una sonrisa.

—¿En dónde estamos?—pregunté dándole el casco.

—Vamos a iniciar esta cita con un recorrido en el jardín japonés.

Me emocioné, sonreí sin poder evitarlo y con extravagancia. Amaba el jardín japonés.

—¿Y qué vamos a hacer?—pregunté mientras entrelazaba nuestras manos.

—Primero vamos a recorrer el parque para ver los bonsáis, y otras plantas originales de Japón.—asentí con una sonrisa.

Cruzamos un puente rojo y paseamos bajo árboles de cerezos que formaban un camino hermoso y muy romántico.
Ese paseo en el jardín japonés fue mágico, con él lo fue el doble. Y no me imagino como sería estar sin sus ojitos grises y aquella sonrisa que es capaz de sacarme una a mí cuando ya no quiero hacerlo. Es él el que sin importar qué está ahí para cuidarme y protegerme, el que no me deja ir. Pese a que yo no le di mucha importancia él permaneció conmigo, y me arrepiento tanto de no haberle dado la atención que se merecía.

Bajo aquellos hermosos cerezos nos quedamos a hacer un picnic.

Fue muy poco lo que hablamos, nos limitamos a admirar las maravillosas visitas que nos regaló Dios. Era perfecto. Sobre todo supe que estaba en el lugar correcto porque sabía que no necesitábamos hablar, solamente con mirarnos y mirar a nuestro alrededor todo lo malo desaparecía.

Cuando salimos de ahí volví a ponerme el casco para volver ya que habíamos pasado todo el día en ese lugar increíble, pero nada dura para siempre, por más perfecto que sea.

—¿Estás lista para lo otro?—lo miré con detenimiento.

—¿Lo otro?—pregunté confundida. Asiente.

—Te voy a llevar a otro lugar.

Me encogí de hombros y me dejé llevar por él y sus sorpresa.

El viento de la tarde, casi anochecer, era increíble, me abracé a su espalda y disfruté.

Cuando estaciona la moto me quedé viendo todo alrededor. Era una casa en el lago. Me maravillé al ver lo hermosa que era y las vistas.

Era una casa de dos pisos, tenía forma de cabaña pero no lo era, había un muelle y un poco de parque también.

—¿Y esto?—pregunté asombrada.

—Esta casa la dejó mi papá a nombre de Ryan, es una de las pocas cosas que nos queda de los recuerdos que compartimos con él. Y quería enseñarte lo feliz que sería que vos y yo estemos por lo que queda del día juntos acá.—sonreí y entramos de la mano.




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