Desperté por un cachetazo de Mili en mi cara. Estaba dormida, fue por eso que no le devolví el golpe. Aunque creo que incluso dormida sabe que me merezco un cachetazo.
Me levanté como pude ya que ella estaba casi encima mío y no quería despertarla para que no estuviese de malhumor y me metí en el baño.
Faltaba un día para el baile de invierno, estaba nerviosa y sin pareja. Sería muy descarado de mi parte que le pida a Romeo de ir juntos, y otra persona no se me ocurría.
Podría ser Julián, el chico que casi atropello y que después terminó entrando en el equipo de Rugby. Pero... No sentía nada por él como para invitarlo, y me refería a que cuando lo veo..., no hay onda entre nosotros, ni siquiera onda de amigos.
Después no se me ocurría nadie más.
Ryan.
Me voy a tener que resignar a ir sola y quedarme sentada a un lado viendo a las personas siendo felices al bailar y disfrutar de la noche.
¡Ryan!
Vuelve a gritar mi subconsciente.
Pero Ryan ya de por sí no era una opción. Él es uno de los profesores, y el hermano de mi ex novio. Dos razones totalmente válidas para que no sea una opción.
Salí del baño después de despabilarme y Mili ya estaba yendo de un lugar a otro.
—¿Tomaste energizantes?—pregunté extrañada por como iba y venía nerviosa.
—¡Mañana es el baile!—dice exaltada.
—Bajá los niveles de tu euforia porque es mañana no hoy.—le pedí.
Suspira y se tranquiliza.
—Perdón.—dice apenada—. Es que estoy nerviosa. Mañana es el baile y todavía Nacho no me invitó.—moví la cabeza entendiendo.
—No te preocupes, él ya te va a invitar. Nacho siempre fue muy tímido para estas cosas.
Mientras intentaba convencerla rogaba para que Nacho no se haya mandado ninguna.
—¿Será que para él sí somos amigos con derechos?—me quedé pensativa unos minutos.
—¿Quién tuvo la idea?—se muerde el labio inferior mientras tenía esa expresión de “me quiero matar”—. ¿De quién fue la idea, Mili?—presioné.
—Fue mía.—responde con lamento y avergonzada. Agaché la cabeza con decepción.
—Definitivamente, tengo ganas de matarte.
—No más de las que tengo ganas de matarme yo. Soy tan estúpida.—se pone a llorar.
Me sentí apenada por la respuesta que le había dado, la abracé y acaricié su nuca.
—Estaba tan desesperada para de un modo o de otro poder estar en su vida, que terminé proponiéndole algo que tarde o temprano me iba a lastimar.—dice entre llantos y sin sacar su frente de mi pecho—. Solamente quería que me viera y terminé permitiéndole que me usara.
Me mordí el labio sin saber cómo reaccionar y no dejé de consolarla. La separé de mí para que pueda verme, tomé su cara entre mis manos y sequé sus lágrimas con los pulgares.
—No necesitamos de un idiota para ser felices. Vos sos un mujerón, y si él no lo ve, es tremendo idiota.—sonreí con suavidad—. Pero no mendigues amor.—ella asiente y yo miré un segundo hacia la cama y después volví a sus ojos—. El otro día leí un poema que decía: “Todos merecemos amor de sobra y no sobras de amor”.—negué con una sonrisa—. Merecés más que un amigo con derechos.
Asiente y me abraza con fuerza.
—Te amo, amiga.—sonreí en medio del abrazo y nos separamos.
—Vamos a ponernos diosas que hoy a la noche salimos.—declaré.
—¿Solo nosotras dos?—pregunta y yo la miré desde la puerta ya que estaba por salir.
Lo dudé y en ese momento se me ocurrió una idea que estaba segura que iba a funcionar.
—No, vamos con los chicos.—declaré contenta.
—¿Y en dónde quedó el “no los necesitamos”?—pregunta con una ceja alzada.
—Justamente.—volví a cerrar la puerta y nos sentamos en la punta de la cama—. Ellos tienen que ver lo bien que estamos solas, y ahí es donde los papeles se van a invertir, donde ellos sean los que nos persiguen como perritos.
Se queda pensativa unos minutos—. Técnicamente, Ryan es el que te persigue y vos lo rechazaste.—indica.
Y acá es donde se me ocurre una buena respuesta, pero no tenía ninguna. Solamente una no muy convincente.
—Solamente te quiero hacer el aguante a vos.—ella asiente con una sonrisa que me indica que ese cuento no se lo tragó ni loca.
Salí del cuarto al fin y en el pasillo me encontré a Ryan saliendo del cuarto de Nacho. Se acerca y suspira.
—Venía a ver a...
—Te recomiendo que no.—fruncí las cejas.
—¿Por qué no?—pregunté extrañada.
No alcanzó a responder que mí hermano sale de su cuarto, sin remera y nos observa. Entreabrí la boca y los miré a ambos detenidamente. Señalé a Nacho.
—Que te quede claro, no voy a permitir que un pendejo de mierda lastime a mi mejor amiga.—él asiente con expresión de "no vas a tener que repetirlo dos veces".
Pero cuando decidí creer en él, sale de su cuarto la zorra de Nina. Abrí mi boca pero nada salió de ella.
Esto no puede ser.
Lo asesiné con la mirada, una mirada que podría matar de ser posible, era una mirada de esas que valen más que mil palabras.
—Tanto tiempo, princesa.—me dice con una sonrisa de arrogancia.
La odio. La detesto. La. Odio.
—No es personal, linda. Pero necesito que te vayas, tengo que hablar con mi hermano.—devolví la misma falsedad que ella me dio.
Mantuvo su sonrisa insoportable y se metió en el cuarto.
—¡Te mato!—grité en un susurro de manera amenazante—. Si te querés revolcar con alguien, justo con esa no.—señalé la puerta.
—Vos hacé tu vida y dejame a mí con mi novia en paz.—se encierra en el cuarto nuevamente y yo miré a Ryan indignada.
—¿Novia, dijo?—pregunté sin sacar mi expresión y con voz susurrante.
—No te pongas así, después de todo él sí está con la persona que ama.—lo miré de reojo dándome cuenta de la indirecta que me acababa de tirar.
—¿Me estás jodiendo? Él no la ama, solamente está enredado en sus tentáculos y manipulado por su veneno.—respondí con una mueca de desagrado.